La educación pública venezolana hace aguas por todas partes
La crisis económica en Venezuela pone en jaque a su sistema público de educación. Los bajísimos salarios empujan a maestros y profesores a buscar otros trabajos. Los alumnos tienen hoy más días libres que de clases y salen del secundario con grandes lagunas educativas. RFI en Español traza una radiografía de un sistema en plena decadencia
En el 80% de las escuelas de Venezuela, los alumnos van a clases solo dos o tres días por semana. Y no es por no querer, sino porque en el país caribeño no hay suficientes maestros. El comienzo del nuevo año escolar llegó con la extensión de una práctica iniciada a mediados del anterior: trabajar bajo un «horario mosaico», una modalidad que reduce la actividad escolar, según explicó a RFI en español Edgar Machado, presidente del Sindicato de Maestros de Caracas.
«El docente que antes iba los cinco días de la semana, cumpliendo 40 horas, asisten ahora solo dos o tres días, dependiendo del acuerdo alcanzado con los padres y representantes. Algunos colegios han tratado de estar abiertos toda la semana y entonces, por ejemplo, dan primero, segundo y tercer grado los lunes, miércoles y viernes; y cuarto y quinto los jueves y viernes».
El meollo de la cuestión es que los maestros no tienen suficientes ingresos. En noviembre de 2023, un docente en lo más alto de la escala salarial cobra 450 bolívares mensuales, el equivalente a 0,43 dólares diarios. Es una cifra muy por debajo de la línea de pobreza fijada en 2011 por el Banco Mundial, de 1,9 dólares diarios. Pero esos son docentes con más de una década de servicio. Los maestros con menor experiencia, apenas alcanzan los 0,32 dólares diarios. «Los docentes queremos trabajar los cinco días, pero queremos que el salario nos alcance para cubrir las necesidades básicas», confiesa Machado.
Los docentes peores pagados de América Latina
La última vez que el Estado venezolano ajustó los salarios de los educadores en el país fue en marzo de 2022, y el resultado estuvo muy alejado de las aspiraciones del gremio. Todo el año 2023 estuvo marcado por continuas protestas de maestros por mejores pagos, pues los que reciben no les permiten mantener a su familia o siquiera pagar transporte público para llegar a las aulas. La inflación acumulada de este año ya alcanza 176%, y la anualizada 362% hasta octubre. «Venezuela tiene los docentes peores pagados de toda América Latina, más abajo que Cuba y Haití que siempre decíamos que eran los más bajos de América Latina», recuerda Luisa Pernalete, del Centro de Formación e Investigación de Fe y Alegría.
Pero, ¿cómo se impuso el «horario mosaico»? Luisa Pernalete recuerda que la propuesta surgió de manera informal por parte de las propias autoridades, para permitir que los docentes pudieran realizar otra actividad para obtener ingresos adicionales. «En noviembre de 2022 el Ministerio de Educación redujo la hora de clase de 45 a 35 minutos. Era para que hubiese un grupo que tuviera clases en la mañana y otro en la tarde. Pero eso se ha venido reduciendo porque hay secciones que se han juntado por falta de alumnos o de maestros».
Lo que comenzó entonces como una opción de emergencia, se fue extendiendo por todo el país. Donde no llegó la sugerencia ministerial, surgieron acuerdos entre docentes y padres.
La Federación Nacional de Padres y Representantes calcula que se está aplicando en el 80% de las escuelas públicas de Venezuela, un dato no menor cuando la mayoría del alumnado depende del sistema público. Según el presidente Nicolás Maduro, entre «el 80 y 85% de los estudiantes están en escuelas y universidades públicas» lo que supone que deben recibir 200 días de clases por año. Sin embargo, en 2023, en promedio, un niño que asiste a una escuela con «horario mosaico» tiene entre 8 y 12 días de clases al mes, y de 16 a 20 días libres.
La ONG Con La Escuela publicó un estudio según el cual la mitad de los maestros del país tiene otro trabajo, que ejerce cuando no da clases. Uno de ellos es Raúl Parra, un docente desde hace 24 años en Caracas que es tambien fisioterapeuta y reconoce que «cuando en 2016 ví que ya no me alcanzaba el dinero que cobraba como maestro, tuve que ponerme a ejercer la otra profesión». El sindicalista Edgar Machado abunda en ese sentido: «Tenemos personas que pintan uñas, otras hacen tortas, otras venden café. Y las pocas que tienen carro, hasta de taxista están haciendo».
A pesar de aplicarse de manera informal desde hace meses, fue recién en octubre 2023 cuando la ministra de Educacion, Yelitze Santaella, dijo públicamente que el «horario mosaico» es ilegal y apuntó a supuestos culpables. «Las clases son de lunes a viernes, no hay ninguna modificación. Tú sabes que tenemos allí una extrema derecha que ha intentado paralizar el sector educativo», dijo en televisión.
Entretanto, dentro de los planteles escolares las lógicas de la enseñanza han cambiado. «Cuando trabajamos el año escolar pasado trabajábamos contenido dentro de los días que asistían los estudiantes, y el resto de los días que no asistían los estudiantes se llevaban guías elaboradas por los docentes para que no perdieran esos contenidos. Iban al colegio para ser evaluados. Este año lo pensamos hacer de la misma manera», dice Raúl Parra.
Pero eso no es suficiente, porque no solo es un problema de programas sino del trabajo en el aula, como resalta Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello. A su juicio, el intercambio cara a cara es fundamental para reforzar el aprendizaje. «Esta socialización te ayuda a entender que todos somos diferentes. Vas a aprender de una manera implícita la convivencia en la sociedad y la formación de tu condición como actor y ser social».
Dany Pineda es padre de dos hijas. La mayor, Daniuska, quiere ser abogada ahora que terminó sus cinco años en la secundaria. «Desde que empezó en el liceo, creo que vio matemática de primero a quinto un mes o dos meses. Primero, segundo, tercero y cuarto año no tenía profesor. Vinieron a verlo en quinto año. Ella está conciente. Ella dice que no sabe nada de matermática».
El cuadro lo completa su hija más pequeña, Daniela, quien cursa cuarto año de secundaria pero apenas ha pisado las aulas «porque el primer año fue en pandemia, con trabajo a distancia. El segundo, en pandemia, y solo conoció a los profesores en tercero. Ahora están trabajando dos días por semana».
Por su parte, Eilyn Márquez dice que su hijo Gabriel, de 14 años de edad, está también cursando dos días a la semana. «Solo está viendo seis de las 11 materias que debería. No tiene profesor de química, de física, ni de deporte. En el boletín de año pasado sale como si hubiese cursado todas las materias, y no es verdad».
Nadie repite
En el sistema educativo venezolano está prohibido aplazar a estudiantes. Nadie repite. Edgar Machado explica que «el ministerio obliga a los docentes a pasar a los muchachos de un grado a otro superior, tenga o no los conocimientos necesarios. Tenemos jóvenes que están egresando y no saben ni tomar un dictado. Lo pudimos comprobar cuando una universidad privada llamó a una prueba de ingreso y no pasó ni siquiera el 1%».
No solo la economía de los maestros los pone en jaque. Los hogares de los alumnos también sufren y así es como Eilyn Márquez debió pasar a su hijo a una escuela pública cuando ya no pudo pagar el colegio privado. Yo nunca pensé que los profesores que no iba a tener era los de materias tan básicas, de castellano o de matemática. Tampoco nunca pensé que se podía asistir tan poco tiempo a clase. Es una frustración porque tú quieres que tu hijo tenga una educación adecuada».
Dany Pineda le pide a sus hijas conformarse con lo poco que tienen porque «pagar una clase privada es muy cuesta arriba y la situación económica ahorita solo da para comer».
Para la investigadora Luisa Pernalete las consecuencias del horario mosaico y los demás problemas de la educación venezolana muestran secuelas casi de inmediato, y además, abren la puerta a una desigualdad mucho mayor entre quienes estudian en escuelas privadas y públicas, y dentro de estas, quienes logran tener más o menos días de clases. «Los adolescentes que están fuera del sistema escolar, que no trabajan ni estudian, tienen más riesgo de ser reclutados por las bandas criminales».
En la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello diseñaron un sistema de evaluación de la calidad educativa, sobre un promedio de 20 puntos. Los resultados no son alentadores. Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello, informa que «se bajó un promedio de un punto casi absoluto, se pasó de 9,44 a 8,42 en habilidad verbal, y dos décimas más en habilidades matemáticas. Esas son las bases de las otras áreas. Los de los niveles obligatorios ya nos están llegando con 1,4 años de rezago pedagógico».
De maestras a cafeteras, más rentables
La Federación de Padres y Representantes asegura que el 27% del alumnado ha abandonado el sistema educativo, y el Sindicato de Maestros cifró en 40% la inasistencia escolar la segunda semana del periodo recién iniciado en octubre de 2023. La cifra duplicó la de años anteriores y la confirmó el docente Raúl Parra cuando dijo a RFI que cuando él comenzó a trabajar en su institución de la capital «la población escolar era de 2.200 estudiantes y hoy no llega a 500. Sin embargo, dice, a los ausentes los encuentras trabajando en los mercados populares «como carretilleros o buhoneros».
Quienes aún permanecen asistiendo a clases, no tienen su año escolar asegurado. El Sindicato de Maestros dice que la deserción docente ha escalado hasta el 70% en la última década, con un constante goteo que no se detiene. Es más, calculan que al menos 15% de los educadores activos quieren abandonar el oficio.
Machado enumera las bajas: «La docente de primer grado dio a luz, y esos niños no tendrá clase casi todo el año porque no hay suplente. La maestra de cuarto y sexto grado renunciaron. También la de tercero porque dice que vendiendo café en una esquina gana en un día lo que haría en un mes». Una lógica que lleva a la investigadora Pernalete a preguntarse «¿cuánto heroísmo se le puede pedir a los maestros si no se elevan los salarios?».
Por ahora luce difícil que las condiciones cambien. La Ministra de Educación argumenta desde 2022 que no pueden discutirse nuevos contratos colectivos porque las sanciones internacionales han dejado al gobierno sin dinero. «Se estará dando respuestas cuando estén las condiciones económicas. Tengan esperanza», dijo la funcionaria mientras el sistema educativo venezolano continua desangrándose.
Yelitza Santaella pide paciencia pero también anuncia que se implementará un sistema de vigilancia para controlar quién asiste y quién no a dar clases. «Vamos a colocar en cada institución educativa un QR para tener una visión general de quién está presente en la escuela y quién no, y poder tomar los correctivos».