La enfermedad infantil de la histéresis en la oposición (algunos), por Eloy Torres Román
La histéresis (del griego, υστέρησις, lo que queda) es el fenómeno por el cual un determinado sistema se comporta gracias a sus dimensiones, pero, también por la permanencia de ciertas reminiscencias materiales con el cual fue creado. La histéresis, en calidad de elemento epistemológico es detectable en la física, la electricidad, economía y en la psicología.
Viene a cuento, el papel de la oposición venezolana; por lo que hemos parafraseado el título del abominable, pero genial Lenin, “El izquierdismo, la enfermedad infantil en el comunismo”.
La oposición venezolana sufre del mal de la “histéresis”, pues mantiene en sus mentalidades, como en sus prácticas políticas, determinadas expresiones y procedimientos que responden a otros momentos, pero que siguen vigentes en la realidad del siglo XXI.
Veamos: hay fuerzas en el cardumen opositor que exudan posturas moralistas, mediáticas exclusivamente, pues viven para la noticia y no para la realidad; otras, supuestamente radicales (lo que no es cierto, son extremistas; ser radical, es tomar las cosas por la raíz) y exigen la aplicación de un artículo (187.11) el cual no habla de lo que estos invocan; pero, mantienen una narrativa de invasiones e intervenciones extranjeras; hay otra parte, la mayoría, apunta por una salida negociada a la crisis que sacude al país.
Hay que observar, en esta, dos visiones que debemos separar (una mayoritaria, reunida en torno a un grupo de 4 partidos; otra, minoritaria que observa la frustración electoral, como elemento “apalancador”). Ambas se rechazan por considerarse, cada una, la verdadera intérprete del momento. Lo esencial de ambas es que no muerden el muslo de la carne exacta y, a veces, nadan en el mar de las equivocaciones. Aunque para una, el grado del error es mayor, mientras que para el otro es menor.
¿Qué tiene que ver el concepto de “Histéresis” con la oposición política venezolana? Cada una de estas fuerzas que conforman el referido cardumen opositor ofrece su narrativa anclada en experiencias pasadas. Unas, exitosas, otras menos.
Los moralistas y mediáticos son venerables, por demás, por su pasado combatiente, el cual no permite dudar de la sinceridad de sus propósitos, pero, la política cambia, ha cambiado mucho. El lenguaje de éstos, no se acerca a la realidad de los tiempos que vivimos.
“Los radicales”; estos se mueven mediáticamente y procuran comer casabe donde se vende pan. A la hora de medirse en el escenario electoral, sus resultados son escasos, para no decir pobres; claro está, frente a la expectativa que mediáticamente han construido. Pareciera un pugilato moralista que no te conduce a ninguna parte. Luego, su inserción en el tejido social, léase sindical, gremial, estudiantil es íngrimo. Es muy poco lo que agregan y en consecuencia alimentan escasamente, la lucha opositora, socialmente hablando.
La oposición que se mueve con mayor racionalidad, se expresa en dos narrativas. Una, que habla con la frustración electoral en la boca, pues participaron en el espurio y falso proceso electoral del 20 de mayo de 2018; la otra, la mayoría, organizada, previo acuerdo, con todos los factores opositores, incluidos los que participaron en el espurio proceso electoral del 20 de mayo del 2018, decidió no participar en ese proceso manipulado por el gobierno; con partidos ilegalizados, presos políticos y otros elementos graves que lesionan la legalidad de cualquier proceso político. Los que participaron, por su cuenta, invocan que se ha podido ganar, pero que la oposición, organizada por los “partidos” (lenguaje anti político) decidió darle la espalda a la realidad y lanzarse por el camino de la irracional abstención. Según estos, esa decisión ha fortalecido a Maduro. Hoy, ese argumento, es el caballito de batalla de distintos personajes de esa agrupación; unos más, otros menos. Pero, todos acusan a los del otro grupo de “irresponsables”. Por sus escritos y opiniones se observa que esos cultores del 20 de mayo del 2018, viven, con pasión desenfrenada, su “histéresis”, la infantil enfermedad de la oposición. La historia dirá su última palabra.
Están aferrados a un momento, el cual, según se observa, jamás iba a generar posibilidad alguna de triunfo. Creemos, al no tener otra narrativa, se están diluyendo gradualmente. Ellos deben comprender que el 20 de mayo fue un instante. Ya pasó. El país experimenta y vive otros momentos. Desde el 10 de enero 2019, el país cambió. El contexto interno y el externo, tras varios años de derrotas y fracasos, son favorables para la oposición. El gobierno está encerrado en su torre de marfil, en Miraflores. No tiene calle. Su apoyo y sostén: la represión y los militares. Mayor debilidad imposible.
*Lea también: La revancha de los mediocres, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
Lo inteligente es sumarse a este torrente político y social que sacude las débiles bases del gobierno que encabeza Juan Guaidó. No hacerlo, en nombre del “20 de mayo de 2018”, es mostrar todos los síntomas de la enfermedad “infantil” de la “histéresis”. Lamentablemente, hacen y piensan en política con instrumentos ya superados por la realidad. Estamos ante una compleja dinámica que no permite licencias para reiterarse en escenas invocadoras del pasado. Repetimos: el 20 de mayo ya pasó. Tenemos un escenario difícil, pero mejor situado para el país opositor. Hay pensadores, en el sentido estricto de la palabra, en este grupo; muchos de los cuales son fraternales amigos, con quienes he compartido un espacio de tiempo, pero, los veo anclados al pasado. Otros, en menor medida, aunque gozan de mi aprecio, en lo personal, y a quienes jamás, insultaría o les desconocería, sus argumentaciones, son válidos, pero, también los veo como Yrit, la mujer de Lot, quien, por mirar para atrás, se convirtió en una estatua de sal. Sufren: “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser” como cantaba Gardel, el Morocho del abasto.
Ciertamente, no se puede obviar el papel de los factores congregados alrededor de los principales partidos políticos. No podemos perder de vista que la discusión, en su seno, es intensa y dura. No hay una unicidad de criterios. El liderazgo es colectivo. El país está mal acostumbrado a ver en una sola figura al liderazgo. No, no es así. Estamos en el siglo XXI; esperemos que hayamos superado ese maloliente populismo, encarnado en un individuo. Se trata de un colectivo y las decisiones son colectivas. Aunque la jauría de las redes sociales, pretende ubicar en una sola persona al liderazgo actual. Son los partidos, los que tienen sembradas en la sociedad, a través de organizaciones sociales, sindicales, gremiales, empresariales y estudiantiles, sendas raíces que proyectan un basamento político colectivo y no de una individualidad, bien sea masculina o femenina. A todos les acogota el presente, mas el futuro es angustiante: ¿Qué va a pasar?
Hay una práctica política que ciertamente se ha desechado. La electoral. No ha sido calibrada en su justa dimensión. Esa propuesta responde a un momento exacto y no a cualquiera. Aclaro, mi opinión: el 20 de mayo de 2018, no fue el momento para arrinconar electoralmente al gobierno. ¿Cuál era la prisa para acelerar un proceso que iba al fracaso? Es común escuchar voces de los cultores del 20 de mayo del 2018: ¡Se desperdició una oportunidad para ganarle al gobierno! Creemos que las elecciones son un instrumento más, no el único. Hoy, vemos que hemos podido aprovechar correctamente ese momento para deslegitimar al gobierno, todos al unísono. Pero, la prisa es plebeya, se dice coloquialmente. La política debe utilizar el dato electoral, entre sus actos como un medio, no como un fin en sí mismo. Hay que saber utilizar los instrumentos que ella ofrece.
Antonio Gramsci – el pensador comunista italiano a quien mayoritariamente han elevado al rango de gran estratega marxista para la sociedad capitalista occidental y quien, frente al creciente proceso de dogmatización del pensamiento de Marx, desde una perspectiva oriental y no occidental, como se había edificado inicialmente – desarrolló, en un lenguaje críptico, para evadir la censura carcelaria, una teoría acerca de las actuaciones que deben desarrollar los actores que enfrentaban al fascismo de Mussolini; a saber: guerras de movimientos y de posiciones. La primera, para lograr su objetivo, debe pugnar por la agilidad de las tropas, con el heroísmo de sus soldados: En tanto que la segunda, la guerra de posiciones pugna por mantenerse firmes en los espacios, ganados todos, por ellos, con sacrificio. Gramsci, habla de la importancia, para occidente, apoyarse en la guerra de posiciones. Es decir, el occidente, forjador de tanta institucionalidad ha construido un enjambre de posiciones que todo actor que pretenda el poder debe ponderar la posibilidad, para alcanzarlo, justamente, ganar, posición tras posición.
En todo caso, el 20 de mayo, lamentablemente, no sirvió para desarrollar ni imponer una guerra de posiciones. Por el contrario. No hubo acuerdo, con los otros factores que habían planteado una variante distinta, pero, que lamentablemente no fue escuchada ni seguida por los entusiastas cultores del 20 de mayo de 2018. En tanto que, desde el 10 de enero de 2019, la oposición ha logrado una posición esplendida. Se ha galvanizado a la mayoría de la oposición. Hay un liderazgo, una narrativa (algunos se burlan de ella) la cual plantea una senda apropiada para estos tiempos. El apoyo internacional es evidente. El gobierno está contra las cuerdas, a pesar, que algunos, personajes o “personajas” se burlan y acusan a Juan Guaidó de ser un muchacho irresponsable, manipulado desde el exterior, o un farsante. Bueno, sabemos que estas personas, en un momento dado, ofrendaron su vida (dicen ellas) por esta desgracia encarnada por el chafarote fallecido. Hoy, han mutado hacia posiciones críticas, pero lo hacen con el dejo y tufo contrario a los que se busca en realidad. Bueno, esa es la vida, la cual siempre te da sorpresas, cantaba Rubén Blades.
Hay una percepción generalizada de que compramos el billete de la abstención. Esa percepción es compartida por factores minoritarios, pero que se mueven con su tufo académico desde el exterior, concretamente desde Alemania para pontificar lo que debemos o no debemos hacer. Nosotros queremos hacer nuestra “revolución que jamás nadie soñó». No que nos las indiquen.
Para nosotros, las elecciones son un instrumento más de la política. Ella es dinámica y no la podemos encerrar en una única fórmula. Creemos firmemente que los sucesos desde el 10 de enero de 2019, lo confirman, a pesar de ciertos errores, pero, hay que reconocer que el gobierno, gracias a ese “mantra”, está contra las cuerdas, así mantengan un “frágil” control sobre las FFAA. Internacionalmente nadie les cree ni el padre nuestro al revés. Están “deslegitimados”. La propuesta del supuesto “mantra” ha tenido su efecto, más allá de determinadas sensaciones de disminución del ímpetu inicial. Los cultores del proyecto electoral del 20 de mayo de 2018, no quieren reconocer que se ha hecho política. Ella, se hace, no con instrumentos del pasado; sino con la visión de los movimientos del siglo XXI. Las redes sociales funcionan, mucho más que lo que algunos creen. No es casual que el gobierno destine grandes recursos a la industria de los Hackers. Es una guerra de quinta generación que la política tradicional no observa adecuadamente.
La creencia enraizada en la “histéresis”, sazonada con elementos, no te conduce a nada. No hay que pensar en chiquito, por lo que (y me disculpan) debemos ponderar lo que Lenin, sí, el abominable Lenin, sentenció en su citado libro y a quien me permito parafrasear: “El más peligroso error para un actor político, es tomar las ideas y deseos por realidad objetiva” (V.I. Lenin, obras escogidas, Volumen III, pág. 383. Edit. Progreso)
El 20 de mayo fue una quimera. El gobierno ni se movió. En cambio, el 23 de enero comenzó un movimiento telúrico, al interior de Venezuela, y ello se observa muy bien, pues Miraflores no es el que marca la agenda.
Está arrinconado nacional e internacionalmente. La posición alcanzada por los factores organizados alrededor de Juan Guaidó es grande, valiosa y se debe estimular y no seguir con esos cantos de sirenas intelectualizadas, en procura de ver siempre hacia el pasado, con un lamento de “histéresis”. Ya pasó ese momento; ahora hay que sedimentar lo logrado y avanzar. Es una tremenda postura y oportunidad que tiene la oposición para llevar a cabo, lo argumentado crípticamente Antonio Gramsci, a propósito de una guerra de posiciones. La debemos fortalecer y desechar esa otra postura por la que, algunos, han volcado mucha inteligencia en una narrativa que busca hacer creer que, gracias a una política espontánea, se podía ganar la elección del 20 de mayo del 2018. Esta, no es sino una quimérica guerra de movimientos, aderezada con elementos del pasado. Es la enfermedad infantil de la histéresis de cierta oposición. Les recomiendo, deben ir un médico tratante de este tipo de enfermedades, mientras, observen al mundo hacia adelante y no hacia atrás.