La esperanza que viene de los percances del barrio Juan Moreno, por Rafael A. Sanabria M.
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El barrio Juan Moreno de El Consejo fue noticia nacional hace unos días, se temió una repetición de la tragedia de octubre en Las Tejerías. Este sector era conocido anteriormente solo como «detrás de la Iglesia». Su primer habitante fue Juan Moreno, designado Inspector de Bosques de la parte noroeste del sector en 1933, quien desde años antes residía allí con su familia. Se mudó al lugar porque sostenía que las personas deberían habitar los cerros y montañas para dedicar los valles al cultivo. Ésta era la única familia que habitaba el sector. Y en el suroeste estuvo el guardabosque Eustaquio Albarrán.
La antigua toponimia de «detrás de la Iglesia» estaba dividida en parte norte, noroeste y suroeste de la Quebrada de la Virgen. Durante la década de los 40 se fue conformando el sector con familias procedentes de caseríos campesinos cercanos. En los años 50, la junta comunal propuso que el sector entre los dos callejones existentes se llamara barrio José Rafael Revenga. Al caer la dictadura, el lugar retomó el nombre «detrás de la Iglesia.»
En la década de los 90, por decreto del alcalde Germán Fleitas Núñez y la Cámara Municipal de Ribas le dieron el nombre de Juan Moreno, en homenaje a su primer habitante, quien fue juez del poblado por 22 años, hombre de adelantadas ideas (que ponía en práctica) del respeto psicológico que se le debe a la niñez, persistente inventor de una inviable máquina de movimiento continuo, decidido protector del ambiente y persona de costumbres sencillas.
Juan Crisóstomo Moreno Montero nació el 27 de enero de 1874 en El Consejo, hijo de Tiburcio Moreno y Braulia Montero. Su esposa era Josefa Alemán y sus hijos Columba, Tiburcio, Pastor, Grixolia y Berta Moreno Alemán. Fue juez desde 1921 hasta su muerte en 1943, pero su real fuente de ingresos era la de comerciante de café. Su casa situada en una cima constaba de tres módulos, uno de los cuales era el almacén y molino de café. Desde allí partía en carreta comerciando café hasta Las Tejerías.
Monte Carmelo, o sea la parte de atrás de casa Morgado, formaba parte del barrio, y fue donado por los Rodríguez Osío para la construcción del tanque del primer acueducto, inaugurado en 1938. En el lugar también estuvo la plaza de los Símbolos Patrios, adonde subían los escolares en el Día de la Bandera.
Con la creación de la Ley de consejos comunales se dividió en tres barrios: Juan Moreno I, II y III. Es una homogénea comunidad de unas 300 familias bien constituidas, de gente trabajadora, ciudadanos responsables que labran su futuro con esfuerzo. De allí han surgido deportistas, artistas, comerciantes y muchísimos profesionales que desde el siglo pasado se han extendido por otros continentes. Como una pequeña muestra tomada de la palestra nacional, tenemos el precandidato presidencial (César Almeida) y el director de una cadena periodística (Erys Wilfredo Alvarado) que jugaron trompo en estas calles, donde residen sus familiares cercanos.
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La noche del pasado 26 de julio, luego de más de 4 horas de fuertes lluvias, las aguas desbordaron las vías, dañó casas quedando algunas inhabitables y la vialidad quedó completamente obstruida. Este sector de los valles de Aragua parece que siempre ha sido problemático en época de lluvias, justamente el principal argumento para la fundación del poblado y su iglesia fue que las lluvias solían interrumpir el tránsito a La Victoria, que era la iglesia más cercana. Se especula que la razón por la que habiendo sido el río Tuy afluente del Lago de Valencia en época prehispánica y luego cambió de dirección hacia el mar, fue causado por una obstrucción debida a deslaves. Los cerros de la zona muestran signos antiguos de deslaves.
Afortunadamente esta vez no hubo pérdidas humanas. De la eclosión de barro se ocuparon las autoridades municipales: Alcalde y concejales desde la misma madrugada, y ya a las 2 am había plena movilización de maquinarias y personal, con la atención inclusive de la Gobernadora del estado. La iglesia se apersonó por parte de Monseñor Enrique Parravano subiendo al propio «ojo de agua» de la Quebrada de la Virgen y de inmediato procedió Cáritas a disponer de enseres y alimentos para las víctimas. La población civil ha creado rápidamente centros de recolección de ayuda a las víctimas y de atención a los tantos voluntarios y trabajadores que siguen trabajando, ininterrumpidamente, en el lugar.
Dentro del miedo, dolor e incertidumbre que nos causa la furia de la naturaleza, aquí vimos a todos, al Estado, organizaciones religiosas y ciudadanos de todos los espectros centrados en asistir al prójimo por encima de cualquier mezquina parcialidad que pudiera haber. Eso es lo que Venezuela necesita para volver a alcanzar su gran potencial. Lo ocurrido en la Quebrada de la Virgen nos da una lección, nos muestra una luz.
Sí, por supuesto que aún hay venezolanos para rato.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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