La esperanza: un imperativo moral, por Marta de la Vega
Mientras Edmundo González Urrutia, actualmente en Madrid, España, se dirige públicamente a dirigentes políticos y ciudadanos en el Foro La Toja, en su país natal “duele respirar”, según las palabras de una periodista argentina que cubrió la jornada electoral presidencial. De su discurso vale destacar cuatro aspectos de una coherente línea de acción que cito: con la plena responsabilidad que me confiere mi carácter de presidente electo, mi tarea es a la vez compleja y exigente.
El mundo reconoce las actas originales, a casi tres meses de las elecciones del 28 de julio, porque las hemos mostrado de manera transparente como se ha caracterizado nuestra labor. Ningún gobierno democrático puede ser indiferente a la despiadada persecución desatada desde entonces y por eso solicito, con más empeño que nunca, a España y a la comunidad europea e internacional lo que puedan hacer para contribuir al propósito de que en Venezuela se haga valer y respetar plenamente la soberanía popular expresada el día de las elecciones presidenciales.
Les pido no pasar por alto el vínculo esencial que existe entre la democracia y la prosperidad económica. Hoy más que nunca queremos recuperar esas oportunidades perdidas. Queremos que el capital extranjero vuelva a ser en Venezuela un destino seguro y rentable y que nuestros empresarios y emprendedores sientan el respaldo de un sistema donde el éxito de sus iniciativas no dependa de favores políticos sino de su capacidad y esfuerzo.
Queremos que el talento venezolano, durante años forzado a dejar el país en busca de mejores oportunidades encuentre las condiciones para volver a Venezuela y construir un futuro. Esto solo es posible en democracia. Las inversiones florecen donde las instituciones son sólidas. Donde la ley prevalece. Donde los derechos son respetados y los gobernantes son transparentes y responsables ante sus ciudadanos. Nuestra tarea no es solo reconstruir la democracia por el valor intrínseco que tiene para nuestra libertad sino porque en ella radica la base para el bienestar y la prosperidad de todos los venezolanos.
La respuesta del régimen que preside Maduro ha sido una brutal y desquiciada ola de represión, que se ha ensañado en niños y adolescentes a los que, para horror colectivo, se ha torturado de la manera más monstruosa y vil.
En el estado Carabobo, la juez Keidimar Ramos, titular del tribunal 2 con competencia en terrorismo, pasó a juicio a siete menores entre 15 y 17 años. Es el segundo grupo de jóvenes enjuiciados. Acusados de terrorismo, incitación al odio, obstrucción de la vía pública y resistencia a la autoridad, fueron detenidos al día siguiente de las elecciones presidenciales. Ya dos adolescentes fueron condenados la semana pasada. Dos de ellos han intentado suicidarse.
La jueza les propuso, pese a todas las pruebas a favor de los menores, consignadas en la defensoría pública que preside Kelly Pérez, que se declararan culpables y solo pagarían una pena de seis años y ocho meses. De lo contrario, irían a juicio a riesgo de ser condenados a diez años de prisión sin beneficios, a solicitud de la fiscalía para menores de edad. Ninguno aceptó. Algunos de los niños suplicaron por su libertad, pero la jueza no los escuchó. Bajo coacción han sido forzados a confesar que les pagaron 30 dólares para salir a protestar.
Las niñas y los niños tienen varias características en común, como señala el periodista Orlando Avendaño, quien ha recogido estos testimonios: fueron detenidos entre el 29 y el 30 de julio, están recluidos en comandos policiales de Valencia, capital del Estado, y municipio Libertador. Todos son estudiantes, deportistas y menores en hogares establecidos; sus familiares exigieron exámenes forenses que no fueron realizados. La defensora pública intervino por menos de dos minutos y no consignó en el juzgado la totalidad de los documentos que cada padre entregó para demostrar la inocencia de sus hijos.
Han sufrido tocamientos y abuso sexual; han sido casi ahogados sumergiendo sus cabezas en baldes de agua, han recibido descargas eléctricas en varias partes de sus cuerpos y algunos de ellos tienen quemadas sus tetillas. Han recibido golpes y cachetadas tan fuertes que los tumban al suelo y les han hecho perder algunos de sus dientes, porque literalmente “han sido molidos a palos”. Así fueron llevados a juicio siete niños el 3 de octubre de 2024 y tres más el 4 de octubre. Uno de ellos es una promesa del béisbol. Pasó al último año de bachillerato y los grandes equipos iban a verlo jugar este año, contó su mamá a un periódico local. El niño está deprimido y no come.
El caso de la única niña que permanece detenida es aterrador. De 16 años, fue detenida mientras cenaba en la calle con unos amigos. La inculparon por generar violencia en las protestas del 29 de julio. Un militar le dijo que, si se acostaba con él, la dejarían libre. Ella no accedió. La golpearon y obligaron a grabar un video donde acusa a María Corina Machado de financiar las protestas. La niña intentó suicidarse.
Václav Havel afirmó: “La esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte.” La esperanza como imperativo moral es también un llamado a la resistencia pacífica y a la perseverancia frente a la injusticia, a pesar del horror.
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Marta de la Vega es profesora Titular de la USB y la UCAB.
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