La estrategia no debería ser la abstención, por Luis Ernesto Aparicio M.
Se ha definido la fecha para para la elección presidencial por parte del CNE y aunque no se puede considerar como un cronograma electoral, el simple hecho de establecer un día para su realización marca el comienzo para definir las estrategias que, en condiciones normales, las organizaciones políticas interesadas utilizaran para alcanzar el o los objetivos: ganar con la mayor cantidad de votos posible.
Recuerdo que hace algunos años atrás, cuando disfrutábamos de una democracia, al menos representativa, a los momentos electorales se les solía conocer como la “Fiesta de la Democracia”.
Los partidos políticos, su militancia y afectos acudían a cualquier tipo de acto organizado con la confianza del triunfo. Todos apostaban al suyo y las confrontaciones, con frecuencia, eran más verbales que físicas. En fin, era otro momento de la democracia en Venezuela donde sacar al otro de la contienda estaba lejos de hacerse a través del uso y abuso del poder.
Pero la idea fundamental de este articulo no es hacer una remembranza del pasado democrático vivido por nuestros padres y desconocido por nuestros hijos y su descendencia, por lo que va de tiempo. Antes bien, lo que pretendo es centrar el asunto en este momento, cuando ya hay una fecha cierta y hay que tomar indiscutibles decisiones al respecto.
Estas decisiones servirán para crear alternativas creíbles y posibles por parte de quienes adversan al régimen que detenta el poder. Y es que los fantasmas que han recorrido los procesos electorales desde 2005 en adelante, transitan los pasillos del pensamiento y de algunos lugares físicos. A ellos se unen una serie de preguntas conocidas y desconocidas, por parte de quienes lideran buena parte de la oposición.
En lo personal, la que más me preocupa es aquella que más de uno -y una- están acariciando como posible “estrategia”. Se trata del temido llamado a la abstención. Uno de los recursos a los que acudió la oposición en procesos electorales recientes y de vieja data, como aquel famoso llamado del 2005, que, aunque dividido, resultó una consolidación del poder por parte del régimen y sus integrantes. No para los de a pie, sino para quienes detentan posiciones de poder.
Vaya entonces este breve recordatorio, para traer a la memoria política de los más veteranos –y la de quienes la mantienen como opción, siendo nobeles en esa materia– apuntando que la abstención implica no participar en el proceso electoral venidero, lo que significa que aquellos que se abstienen pierden la oportunidad de expresar su opinión y elegir.
Es importante resaltar que la abstención puede ser interpretada por los regímenes autoritarios como una falta de interés o apoyo hacía la democracia, lo que puede fortalecer su legitimidad y permitirles mantenerse en el poder sin una oposición sólida. Tal y como puede seguir ocurriendo en Venezuela.
De allí que, desde el régimen, puedan estar incentivando o forzando el uso de esa última estrategia, más cuando existe una atomización de la oposición con una candidatura inhabilitada -sin asidero jurídico alguno- y repitiendo, hasta la saciedad, que no hay opción más allá. Incluso, seguro que este canto tendrá su coro y hasta acusarán a quienes si vayan al proceso electoral.
La historia política venezolana, de los últimos 25 años ha estado marcada por los éxitos y fracasos electorales, siendo la no participación electoral la que mayor daño ha ocasionado en el cumplimiento de los objetivos trazados por la oposición venezolana que son la mayoría de los ciudadanos.
Todos, insisto, saben que no participar en una elección, despreciar, en este caso, el voto útil, es entrar de nuevo en el error que vivimos y que aún se encuentra latente en 2005 y 2021, teniendo fresco el hecho de que solo 4 de cada 10 venezolanos votaron en este último.
En algunos casos, especialmente en contextos donde existe una oposición consolidada – parece que el de Venezuela no es el caso- y un régimen dictatorial en declive -igual que lo anterior- el voto puede ser utilizado de manera estratégica para favorecer a los candidatos opositores.
Aunque pareciera irreal en el caso venezolano, en lugar de la abstención, se pueden explorar otras estrategias, además de acudir al proceso electoral con una táctica bien definida, para promover la organización, la participación y la movilización para continuar exigiendo cambios democráticos.
En resumen, aunque la abstención puede ser utilizada como forma de protesta, recuperar la democracia en contextos como el de Venezuela, por ejemplo, requiere de estrategias más complejas, que se alejen de los personalismos y las maniobras aventureras a las que unos pocos han acudido y que solo sirvieron para consolidar en el poder a quienes lo arrogan.
*Lea también: Abstenernos jamás, por Gregorio Salazar
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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