La eterna espera por efectivo ante la expectativa de otro apagón
En un banco, Gladys Hernández, usuaria, dijo que esta semana tuvo que vender 2 dólares, a solo 2.800 bolívares, porque no tenía dinero para pagar el pasaje
Las más de 100 horas sin luz, contándose desde el apagón nacional que cayó de sorpresa a las 4:50 pm del jueves 7 de marzo, dejaron en la gente un trauma difícil de curar.
Venezuela, un país con una hiperinflación que alcanzó en febrero los 2.295.981% de tasa interanual, según la Asamblea Nacional, depende hoy de los puntos de venta y de las transferencias bancarias para la adquisición de cualquier producto y el pago de servicios.
Sin una cosa ni la otra ante una falla eléctrica general, la única opción que queda para pagar en supermercados, abastos o cualquier otro establecimiento es el efectivo; con el agravante de que hasta el billete de mayor denominación –500 bolívares– perdió su poder de compra. No alcanza para un cigarrillo detallado, tampoco para permanecer un minuto en un estacionamiento y mucho menos para un kilo de carne de res o medio cartón de huevos. También queda la alternativa de pagar en dólares, pero la proporción de venezolanos que tiene acceso a la divisa, sea por remuneración o remesas, sigue siendo baja.
Sin embargo, el bolívar en efectivo sigue siendo indispensable para pagar, por ejemplo, el pasaje del transporte público.
Por cinco días consecutivos, del viernes 8 de marzo al miércoles 13 de marzo, las instituciones financieras no prestaron servicio por la caída del servicio eléctrico. La carencia del papel moneda se recrudeció. “Solo aceptamos efectivo”, decían comerciantes, encargados, supervisores, trabajadores e incluso vigilantes de esos negocios que abrieron sus puertas.
Algunos consumidores se devolvían porque no contaban con suficientes billetes para adquirir por lo menos un solo producto. “No tengo casi efectivo para pagar. Tenía que comprarle unas cosas a mi hija y el comerciante me dijo que solo podía pagar con dólares o con efectivo”, dijo Julián Mendoza, consumidor que en la mañana del primer día sin luz se devolvió de una panadería, ubicada en Santa Mónica, al darse cuenta de que el establecimiento no contaba con planta eléctrica.
“Cuando no hay electricidad no tiene sentido abrir porque las ventas dependen del punto de venta. Aquí no entra ni medio en efectivo. Cuando no hay punto perdemos todo”, afirmó en pleno apagón el dueño de una farmacia, que prefirió no identificarse, situada en la esquina Padre Sierra, en el centro de Caracas. Minutos antes el servicio eléctrico había vuelto fallar. Eran las 12:30 pm del día lunes 11 de marzo.
Por eso, desde que el ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, declaró que a partir del jueves se reanudaban las actividades laborales, los usuarios fueron corriendo a las agencias bancarias para retirar cualquier monto que estuviesen entregando.
Así hizo Gladys Hernández, quien se encontraba a mediodía de ayer en una cola en una agencia bancaria ubicada al suroeste de Caracas. “Estoy retirando efectivo en prevención por si ocurre otro apagón. Cuando mi jefe me dijo que tenía que ir a trabajar no tenía nada de efectivo, así que tuve que vender, lamentablemente, 2 dólares que tenía guardados a solo 2.800 bolívares cada uno. Necesitaba el efectivo urgentemente. No tenía nada”, dijo.
Hernández debe montarse cada día en tres camionetas para llegar a su trabajo en Cumbres de Curumo, y tres más para regresar a su hogar en San Martín, por lo que necesitaría casi 1.000 bolívares diarios para seguir llevando el pan a la mesa. “No tenía dinero ni para comprarme un cigarrillo”, añadió la usuaria, quien también juzgó la gestión del gobierno de Nicolás Maduro.
No es el caso de María del Carmen, costurera, pues el servicio eléctrico sigue sin restituirse en su hogar en Petare. “No hemos tenido luz. La poquita comida que tenía en la nevera tuve que llevarla hasta la casa de un familiar en Catia, imagínate. La gente en la comunidad está trancando la calle porque está harta”, expresó.
Los bancos siguen entregando montos en billetes de baja denominación (de 2 y 5 bolívares), que prácticamente no son aceptados en ninguna parte. Es, en efecto, el desprecio a la moneda nacional, como lo señala el diputado Ángel Alvarado, miembro de la Comisión de Finanzas y Desarrollo Económico del Parlamento. “El rechazo al bolívar hace que la gente se deshaga de los billetes lo más rápido posible. Es algo que evidentemente está ocurriendo con todos los billetes”.
Efectivamente, en una sucursal de otro banco privado, una mujer de la tercera edad decidió salirse de la cola al enterarse de que entregaban billetes de 5. Se fue lanzando improperios contra el bolívar. Los que no se fueron afirmaron que los reúnen para luego depositarlos. Así murió el soberano, lanzado el 20 de agosto con la entrada en vigencia de la reconversión monetaria y con la promesa de Maduro de que el gobierno conduciría a Venezuela por “un gran proceso histórico de recuperación económica”.