La FANB: Una institución para la represión, por Pedro Luis Echeverría
El “proceso” que asola a este país, a través del tiempo ha envilecido, corrompido, empobrecido, dividido, cubanizado y destruido a personas, empresas, a los del Estado.
La presencia activa peligrosamente parcializada y hegemónica del estamento militar en el proyecto totalitario del régimen que nos desgobierna, se ha acrecentado y ha valores fundamentales de la sociedad venezolana y a la institucionalidad involucrado de forma determinante a esa institución en la responsabilidad de conducir los destinos de la Nación y, en consecuencia, a compartir plenamente, con los malhechores gobernantes, el balance de todo lo ocurrido en Venezuela durante los años que llevan en el poder.
Por cierto, turbulento y caótico balance que ha comprometido catastróficamente la libertad y el porvenir del país y de sus ciudadanos.
Es evidente que detallar acuciosamente todos los elementos que conforman ese nefasto balance superaría con creces la extensión de este artículo y por ello nos referiremos solamente a lo acontecido al interior de la institución militar. Con el advenimiento de la “revolución” la Fuerza Armada paulatinamente se ha constituido en un partido político armado, una beligerante fuerza de ocupación que desnaturaliza la visión y el rol que, según lo establecido por la Constitución, está obligado a cumplir ese conglomerado de hombres y mujeres que portan el uniforme y las armas de la República para el sagrado deber de defender y salvaguardar la soberanía nacional.
*Lea también: Testaferro rojo, por Eduardo López Sandoval
Desafortunadamente, aquellos integrantes de las FANB que participan activamente en el desaguisado gubernamental han contribuido a sentar las bases para que el concepto de respeto y consideración que la ciudadanía otrora le prodigara a esa Institución se vaya evaporando irremisiblemente. Nuevas apreciaciones relacionadas con el oscurantismo, negligencia, incompetencia, mediocridad y corrupción constituyen, hoy por hoy, los parámetros con que mayoritariamente se juzga la actuación de la organización castrense.
Tales categorías de evaluación no se fundamentan en habladurías y perversas intenciones, son producto de elementos de facto reales. En efecto, el reciente altanero y amenazador discurso del Ministro de la Defensa, violatorio de la Constitución coloca a ésta en la condición de fuerza represiva.
Asimismo, historia de los cuatro lustros y fracción de desgobierno nos relata una serie de hechos y situaciones reñidos con la ética y el decoro en los cuales han estado involucrados efectivos pertenecientes a los distintos componentes de la fuerza armada. Escándalos de depredación y concupiscencia han estado a la orden del día y han llamado la atención de los medios de comunicación nacional e internacional.
Efectivos militares han comparecido y ofrecido sus testimonios, tal vez en busca de reducción de penas y sanciones, ante Organizaciones internacionales creadas para luchar contra la delincuencia organizada y el terrorismo; como resultado de sus indagaciones éstas han colocado en sus listas de malhechores a destacados jefes y personal subalterno de la FANB a quienes consideran íntimamente relacionados con estructuras criminales que operan a nivel internacional.
Pero lo más grave e insólito del asunto y que causa profundo estupor es que muchos de ellos actualmente ejercen relevantes funciones de gobierno en el régimen de Maduro, sin que se les haya abierto, hasta ahora, ningún tipo de investigación por parte de las instituciones del país responsables de velar por la transparencia de los funcionarios al servicio del gobierno.
Igualmente, organizaciones defensoras de los derechos humanos han denunciado excesos y abusos de poder por parte de algunos integrantes de la fuerza armada; se les acusa de actuar con total impunidad y ventajismo en ilegales acciones de ajusticiamientos, torturas, desapariciones y de la aplicación de violencia desmesurada.
Pareciera que en los tiempos de la “revolución bonita» la institución que ha sufrido las peores consecuencias del deterioro moral, el descrédito y el escarnio ha sido precisamente la fuerza armada nacional.
Se ha puesto en duda la calidad y la seriedad institucional de sus actividades a pesar que no todos sus integrantes están involucrados en ese tipo de aberraciones. Se la juzga como un todo por la influencia que la institución tiene dentro del orden organizativo del Estado y por lo que, en su momento, significó en la memoria del ciudadano de a pie. Esta no es la fuerza armada que queremos. Así no se gobierna, se destruye.