La fragilidad, por Mercedes Malavé González
Twitter: @mercedesmalave
Me contaron de un profesor de Literatura que, ante la pregunta de una alumna acerca de a qué se dedicaba el maestro, arrancó una diminuta margarita del jardín, se la entregó y le dijo: “A esto me dedico, a las cosas bellas. Especialmente me dedico a cuidar las cosas frágiles porque son las más bellas”.
No solo los artistas, poetas y cultores poseen la dicha de dedicarse a las cosas bellas. Todas las personas estamos llamadas a gozar de lo bueno, lo bello, lo verdadero; a poseerlo de manera individual o social según sea la naturaleza del objeto en cuestión. Hay cosas de las que solo podemos gozar en común; son bienes para todos. De ellos, pienso que el más preciado es la paz.
La paz es una de esas realidades frágiles que debemos dedicarnos a cuidar. Quizás todos coincidimos en la necesidad de restañar la paz pues está rota. El papa Francisco hablaba recientemente de una tercera guerra mundial por etapas. En países de tradicional cultura democrática y civilizada impera la arrogancia, la arbitrariedad, la fuerza y el aplastamiento.
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Aparentemente, la política puede hacer poco por la paz pues la violencia y el odio germinan y brotan del corazón humano. Corazones rencorosos, insatisfechos y resentidos expulsan hacia el exterior esa especie de polución moral que causa incomprensiones, conflictos y divisiones. La paz sería la conquista interior de cada corazón decidido a sanear su ambiente relacional.
En este sentido, la política orientada hacia la conquista de la paz sería el testimonio de una auténtica pedagogía de la relación. Los políticos colocados en lugares destacados de influencia y liderazgo deben transmitir con su conducta y su obrar el arte de la relación armónica, principalmente en ambientes donde puede imperar el conflicto por el choque de intereses.
Nuestro país, el mundo, necesitan del testimonio personal de hombres y mujeres decididos a ejercer públicamente esta pedagogía de la relación en el ámbito político. Es la esencia de la cultura democrática. Qué claro explica el papa Francisco el mal de nuestro tiempo: “La falta de diálogo implica que ninguno, en los distintos sectores, está preocupado por el bien común, sino por la adquisición de los beneficios que otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar.
Así, las conversaciones se convertirán en meras negociaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una búsqueda conjunta que genere bien común. Los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales. Dios quiera que esos héroes se estén gestando silenciosamente en el corazón de nuestra sociedad” (pasaje de la encíclica “Fratelli Tutti”, papa Francisco).
La falta de diálogo político en Venezuela, la cultura del odio y la confrontación, amenazan con aplastar la vida de millones de venezolanos. Es tan alarmante nuestra situación, que hace días Henrique Capriles publicaba la situación de vida de una familia, tan llamativamente precaria, que era fácil concluir que en nuestro país cientos de miles de animales domésticos viven con más medios y comodidades que muchos compatriotas. Realidades que claman al Cielo, no a la sensibilidad de quienes ejercen control político nacional.
Cuidar lo frágil, proteger a los débiles, preservar lo más vulnerable, ser escudo en defensa de quienes no tienen voz, ni medios, ni salud, ni techo, ni comida, ni protección, ni futuro: He ahí la misión política de quienes aspiramos a lo más bello.
Mercedes Malavé es Político. Doctora en Comunicación Institucional (UCAB/PUSC) y profesora en la UMA.
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