Guaidó, el huevo y la gallina, por Fernando Mires
@FernandoMiresOl
El día 23 de enero Juan Guaidó, líder de la oposición venezolana, dio a conocer la tríada o plan de ruta para la oposición: fin de la usurpación – gobierno de transición – elecciones libres. En la forma expuesta se trataba, abiertamente, de un proyecto insurreccional. Pues fin de la usurpación significa en términos exactos, derrocamiento del gobierno de Maduro.
La tríada fue adoptada por gran parte de la oposición como un nuevo credo surgido de una revelación mesiánica. Solo algunas voces mediales aisladas intentaron sugerir que la relación entre esos tres elementos había sido listada en sentido inverso. Al ser puesta las elecciones al final y no al comienzo, la oposición se privaba a sí misma del principal medio político para justamente poner fin a la llamada usurpación.
Evidentemente, la tríada de Guaidó más que un proyecto estratégico salido de una mente superior parecía ser el resultado de un compromiso mediante el cual la dirigencia de la oposición buscaba otorgar una línea continua a la abstención del 20-M deletreando para el efecto una lectura del proceso en su consonancia, a saber: El gobierno había usurpado el poder como consecuencias de unas elecciones en las cuales la oposición -salvo el gesto simbólico y testimonial de Avanzada Progresista y su candidato Henri Falcón- se había negado a participar por diversas razones. Algunas todavía nada de claras.
La premisa de la insurrección fue erigida sobre la base de tres pilares: movilización popular de alta intensidad, apoyo de la comunidad internacional (Grupo de Lima, EEUU y Union Europea), quiebre del estamento militar y/o intervención militar norteamericana.
De la conjunción entre lo primero y lo tercero dependería el éxito de la tríada. El hecho es que esa conjunción no tuvo lugar ni en el día D previsto (23 de febrero) ni en los que le siguieron. Todo lo contrario: acontecimientos posteriores demostraron que la juramentación de Juan Guaidó del 23-E -aparte de su efusividad masiva- no reposaba sobre bases sólidas, sobre todo si se tiene en cuenta que tanto la intervención externa como el quiebre del estamento militar, si llegan a suceder, serían actos que escapan al control opositor. En el mejor de los casos serían simples hipótesis. Muy poco verificables por lo demás, si se considera que la comunidad internacional pro-oposición no conforma una unidad monolítica a diferencia de los gobiernos autoritarios que apoyan a Maduro (Rusia, Turquía, Irán, Nicaragua, Bolivia y Cuba)
Cono es sabido, contrastando con la postura de los EE UU que acentúan la línea de la presión internacional con el objetivo de dividir a las FAN, el Grupo de Lima se pronuncia por una salida pacífica (negociada) y la Comunidad Europea, más países como Australia y Canadá, por una salida negociada y electoral a la vez. Naturalmente los sectores extremistas de la oposición se encuentran más cerca del gobierno de Trump desestimando la proposición electoral proveniente de Europa, precisamente de gobiernos cuyos principales adversarios son los aliados directos de Maduro. Así se ha llegado al punto en que dentro de la oposición ha ido lentamente ganando terreno la opción de reactivar los canales políticos y levantar la opción de las elecciones libres tras previas negociaciones.
Para sintetizar, ya han sido formados dos frentes opositores: por un lado quienes insisten en la tesis insurreccional manteniendo la premisa del fin de la usurpación, aunque sin pronunciar los medios para llevarla a cabo (lo que no deja de ser una tremenda irresponsabilidad política). Dicha tesis es todavía dominante en la conducción ejercida por Guaidó, al parecer abierta a las invocaciones del extremismo, algunas, dicho con toda seguridad, provenientes del propio partido de Guaidó.
Por otro lado hay quienes consideran que el llamado al fin de la usurpación solo puede tener lugar a través de una lucha orientada a la consecución de elecciones libres con el máximo (no con todas) las garantías que se puedan lograr a través de una intensa movilización popular liderada por Juan Guaidó en nombre de la AN, único organismo de representación auténticamente popular que existe en Venezuela. Decisión que supondría una ruptura (deslinde) de la oposición democrática con respecto a la oposición extremista.
¿Poner fin a la usurpación para lograr elecciones libres o luchar por elecciones libres para poner fin a la usurpación? En expresión escueta, tales interrogantes provienen de los discursos predominantes en los dos polos de la oposición. No obstante, ambas posiciones antagónicas parecen compartir un mismo error. Este error consiste en considerar el fin de la llamada usurpación y la lucha por elecciones libres como dos compartimentos estancos.
Son pocos los que han entendido que luchar por poner fin al gobierno de Maduro y luchar por elecciones libres no son dos etapas diferentes de la lucha sino una sola etapa de la misma lucha. Eso no quiere decir que el gobierno de Maduro accederá de buenas a primeras a realizar elecciones libres, o someterse de buen grado a plebiscito popular. Debe, por el contrario -en ese punto coincido con el columnista Trino Márquez- ser obligado a negociar. Pero a la vez sin lucha por elecciones libres no habría nada que negociar. De ahí que la contradicción que se presenta entre los lemas “dictadura no sale con votos”y “solo con votos sale una dictadura” es radicalmente errónea. En la historia de la modernidad hay dictaduras que no han salido con votos y otras que sí han salido con votos. Lo que no ha habido nunca son salidas de dictaduras con prescindencia de la lucha por elecciones libres, puestas no en un tercer sino en el primer lugar de las agendas políticas.
¿Fin de la usurpación para realizar elecciones libres o elecciones libres para poner fin a la usurpación? Pareciera a primera vista que estamos frente al juego del huevo o la gallina. Lo que muchos todavía no perciben es que se trata de un juego falso, o lo que es lo mismo, de un juego correspondiente a un paradigma teóricamente superado en las ciencias naturales, en las sociales y en las políticas.
El paradigma superado tenía como punto de partida un principio bíblico, el de que el mundo fue creado de una sola vez. Al principio bíblico parecía oponerse la variante darwiniana según la cual la creación es un proceso permanente sometido a los principios que signan su evolución. Pero Darwin, hombre cristiano al fin, no renunció jamás al principio de causalidad determinante. Ese principio ha sido contrarrestado recién por nuevos paradigmas surgidos de la física cuántica y de la biología autopoiética en donde el principio de la determinación causativa es sencillamente abolido. No son las causas -dice el nuevo paradigma- las que generan sus procesos sino los procesos a sus causas, observación que llevó a decir a Hannah Arendt que las causas no existen (Vita Activa).
Luego -volviendo a nuestro tema- ni la gallina es causa del huevo ni el huevo es causa de la gallina. Dialéctica que, por lo demás, ya había intuido Hegel “la afirmación está en la negación y la negación en la afirmación”. Lo que equivale a decir: “la gallina está en el huevo como el huevo en la gallina”. En el caso que nos ocupa, la gallina de las elecciones libres se encuentra dentro del huevo del fin de la usurpación del mismo modo como el huevo del fin de la usurpación se encuentra dentro de la gallina de las elecciones libres.
- Leemos que personeros de la oposición y el mismo Guaidó están abocados en la elaboración de un cronograma electoral. Aunque poniendo el tema elecciones en el tercer lugar de su mecanicista y anti-dialéctica “revolución por etapas” (no tiene mucho que ver con la teoría de Stalin del mismo nombre) sus promotores han decidido al menos destabuizar el tema, situándolo objetivamente en el presente, hecho que ha costado a Guaidó rudos ataques de parte del extremismo opositor. Solo cabe esperar que ese cronograma no solo sea simbólico sino una propuesta de lucha y, no por último, un tema de discusión con el gobierno. Lo contrario es seguir habitando en uno de esos sueños de fantasías cuyos despertares suelen ser atroces.