La geopolítica del autoritarismo, por Félix Arellano
Twitter: @[email protected]
El autoritarismo, en muy diversas expresiones y niveles de intensidad, está creciendo en el mundo; son varios los gobiernos democráticos en su origen que en el ejercicio práctico van desarrollando tendencias autoritarias con el objetivo de perpetuarse en el poder.
Frente a esa apremiante situación, en el contexto internacional encontramos posturas contradictorias. Por una parte, el club de gobiernos autoritarios de inmediato desarrolla vínculos y acciones de apoyo. En el caso de la comunidad de gobiernos democráticos no resulta fácil lograr la coordinación efectiva, lo que debilita su capacidad de acción y, las organizaciones multilaterales se enfrentan a restricciones formales, lentos procesos de toma de decisiones y crecientes presiones.
Una de las estrategias que utilizan los gobiernos autoritarios, a los fines de lograr estabilidad, tiene que ver con el establecimiento de estrechos vínculos con países potencias de la geopolítica mundial buscando, tanto respaldo como complicar la situación y la construcción de las soluciones.
Para Corea del Sur resulta fundamental el apoyo económico y político del Partido Comunista chino. Para Bielorrusia o Siria el respaldo de Rusia ha sido decisivo.
En estos momentos, el mundo democrático enfrenta con indignación e impotencia el nuevo golpe de Estado en Myanmar (Birmania), consumado el 1 de febrero del presente año por las Fuerzas Armadas, que han controlado el país y en particular los negocios. Ante la posibilidad de perder privilegios e impunidad, dado el abrumador triunfo del partido democrático Liga Nacional para la Democracia, los militares han denunciado un supuesto fraude y han aplicado “el uso legítimo de la fuerza” que monopolizan. El partido democrático Liga Nacional para la Democracia, dirigido por la premio nobel Aung San Suu Kyi, logró la mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias efectuadas en noviembre de 2020, alcanzando 396 de los 476 escaños en el Congreso.
*Lea también: La hidra de dos cabezas, por Fernando Mires
Producto del golpe ha asumido como jefe de la Junta Militar, con el control de todos los poderes públicos, el general Min Aung Hlaing, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Birmania. El rechazo popular a nivel nacional ha sido inmediato y contundente y la reacción militar brutal y desproporcionada. En los primeros días de protestas se calculan más de 140 muertos.
La comunidad internacional ha expresado su indignación, empero, el respaldo chino impone límites a la efectividad de la acción internacional.
Es cierto que el caso le ha resultado relativamente complejo al Partido Comunista chino, pues durante el intento de transición a la democracia —presidido por Win Mynit y Aung San Suu Kyi como consejera nacional (2015-2020)—, duramente tutelado por las Fuerzas Armadas, logró una excelente relación con el gobierno, pero los vínculos con el sector militar son estrechos e históricos.
Es evidente que la nueva dictadura en Myanmar se está apoyando en la geopolítica del autoritarismo, China se presenta como su respaldo fundamental y, de ser necesario, utilizará el derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La Unión Europea también está enfrentando la embestida del autoritarismo con los gobiernos de Viktor Orbán en Hungría y Andrzej Duda en Polonia, que están desmantelando la institucionalidad democrática en sus países, en flagrante violación de los compromisos comunitarios. Frente a tal situación, la capacidad de acción del bloque está resultando limitada, pues lograr sanciones más efectivas que están en consideración, como eliminar cualquier apoyo financiero, se enfrenta con el criterio de la unanimidad en la toma de decisiones en un tema de tal naturaleza.
En nuestra región la geopolítica del autoritarismo se presenta progresivamente con intensidad y complejidad. China se ha convertido en el principal socio comercial y financiero de la mayoría de los países latinoamericanos y su modelo no se corresponde con los valores de la libertad y la democracia.
Adicionalmente debemos destacar que la política del bajo perfil en la actuación internacional ha quedado en el pasado, ahora está adoptando posiciones más agresivas, como se puede apreciar en la amenaza de aplicar sanciones contra Australia y el agresivo manejo de la deuda con Kenia.
Por otra parte, Rusia, con su política expansionista y del caos buscando protagonismo y liderazgo mundial, se está vinculando activamente con los gobiernos autoritarios de la región. No tiene mucho que ofrecer económicamente, pero tiene una vasta experiencia en prácticas autoritarias. Adicionalmente, como otra expresión de la complejidad de la geopolítica autoritaria en la región, debemos destacar la creciente presencia de Irán y Turquía, potencias medias con agresivas políticas de expansión internacional.
El caso de Irán resulta sensible, toda vez que en su estrategia internacional se apoya en una red de grupos paramilitares que se han extendió por varios países. Uno emblemático es el Hezbolá, establecido en el Líbano, que se estima cuenta con una fuerza de más de 25 mil miembros y uno de sus objetivos fundamentales es el enfrentamiento con Israel.
Pero existen otros grupos paramilitares promovidos por la revolución fundamentalista chiita, tal es el caso de la milicia Huthi en Yemen; el apoyo al grupo Hamás en Palestina; los Talibanes en Pakistán y Afganistán; la yihad islámica en Egipto.
En el caso de Irak, se estima que Irán apoya varios grupos, tales como: Asaib Ahí al-Haq, Kateb Hezbolá, Organización Badr y las Fuerzas de Movilización Popular. Por otra parte, conviene destacar el apoyo que ha brindado Irán a la dictadura de Bashar al-Ássad en la guerra civil en Siria
Si bien es cierto que la región cuenta con algunos instrumentos jurídicos que se pueden activar para lograr una reacción coordinada, como es el caso de las cartas democráticas; las limitaciones de tales instrumentos y los matices ideológicos de los gobiernos, están limitando la capacidad de reacción.
En diversidad de posturas que se presentan en la región podemos destacar cómo el presidente de México, Luis Manuel López Obrador, se escuda en el respeto de la soberanía de cada país, utilizando la anacrónica «doctrina Estrada», olvidando que la defensa de los derechos humanos es una obligación de todos. Otros gobiernos siguen los lineamientos del Grupo de Puebla o del Foro de San Pablo, asumiendo un silencio sospechoso frente a las violaciones de los derechos humanos de sus gobiernos aliados.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.