La gira del despropósito: Dudamel, El Sistema y el peso de la historia, por J.A. Rodríguez
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La música, como lo recordó Schopenhauer, trasciende las ideas y los valores. Puede existir incluso en ausencia del mundo. Sin embargo, esta cualidad amoral del arte no excusa a quienes lo practican de su responsabilidad ética. En este sentido, la inminente gira 2025 de El Sistema, bajo la batuta de Gustavo Dudamel, no es solo un concierto itinerante: es una declaración implícita de complicidad que contrasta dolorosamente con los ejemplos de integridad moral de figuras como Casals, Bernstein y Barenboim, cada uno de ellos hombres de su tiempo y de su ethos.
El silencio de Dudamel: entre la música y la moralidad
Mientras nuestra nacion continúa sumida en una crisis humanitaria y política sin precedentes, esta gira se presenta como un espectáculo de negación. Mientras casi diez millones de venezolanos enfrentan el éxodo constituidos en diaspora universal, con jovenes promesas y talentos de la musica y todas las artes intentan reiniciar sus vidas haciendo frente a la dureza del extranamiento, cuando dos de cada tres venezolanos sufre en su hogar, en el momento historico que la represión politica hace ver a los dictadores de La Gomera y de Michelena como unos nobles republicanos romanos, El Sistema, que otrora fuera símbolo de esperanza y transformación social, se convierte en la herramienta perfecta de blanqueo para un régimen impresentable que perpetúa el sufrimiento.
Dudamel, con su virtuosismo indiscutible, ha preferido la comodidad del silencio ante la urgencia del pronunciamiento. Su negativa a condenar las atrocidades cometidas por el régimen venezolano no es neutral; es, de hecho, un posicionamiento que beneficia a los opresores. Este vacío ético se magnifica cuando lo comparamos con figuras que, en situaciones similares, utilizaron su plataforma para defender principios universales.
Lecciones de dignidad: Casals, Barenboim y Bernstein
Pablo Casals, el maestro del violonchelo, vivió su exilio como una denuncia constante contra el régimen de Francisco Franco, el “Caudillo de España por la gracia de Dios”. Por décadas, Casals se negó a tocar en las salas de paises que reconocieran al dictador, convirtiendo asi su firme silencio musical en un sonoro grito de protesta. Casals dictaba con su ejemplo que su maestria no podía divorciarse de su responsabilidad como ciudadano. Fue Casals arte y hombre en una sola pieza.
Daniel Barenboim en su carrera ha desafiado -y no pocas veces vencido- divisiones políticas y culturales. A través de la West-Eastern Divan Orchestra, Barenboim y su contraparte arabe han promovido el nada sencillo entendimiento entre israelíes y palestinos, haciendo frente a críticas y amenazas por su compromiso con la paz. No es para nada simbolico este trabajo de Barenboim, es una muy tangible muestra de la música como acto de resistencia y de virtud ética. Es en esto Barenboim hombre de cruz y espada.
Leonard Bernstein, otro gigante de la música, utilizó su enorme influencia para apoyar el movimiento por los derechos civiles dentro de los Estados Unidos así como para oponerse a la guerra de Vietnam. Bernstein reflejaba su activismo tanto en el repertorio de sus conciertos como en las frecuentes declaraciones públicas. Era para este maestro absolutamente indivisible su condicion de músico de la de activista; activismo y música, música y activismo, cara y sello del talento de una vida.
El peso de la comparación
Dudamel, en cambio, parece cómodo en su pedestal internacional, evitando pronunciamientos que puedan incomodar a quienes desde hace dos decadas largas detentan el poder en Venezuela. Mientras Casals, Barenboim y Bernstein arriesgaron sus carreras y seguridad por principios éticos, Dudamel elige una posición de ambigüedad que, en última instancia, perpetúa el status quo. lo cual es simplemente tomar el lado del opresor como bien lo señala Desmond Tutu. Ninguna música, por brillante que sea, puede encubrir la falta de compromiso ciudadano.
La gira de 2025: un acto de negación
La próxima gira de El Sistema no es un triunfo cultural. Es lamentablemente un acto de infamia que ignora la realidad de millones de venezolanos. Mientras las orquestas de Dudamel llenarán los auditorios más prestigiosos del mundo, el país donde nacio se hunde bajo el peso de la miseria y la opresión. Esto no es solamente un contraste desgarrador sino también una acusación.
La historia no perdona a quienes prefieren la comodidad al compromiso. Casals, Barenboim y Bernstein asumieron que la música no es un refugio sino un catalizador para el cambio. En este caso el legado de Dudamel no tendrá como medida los aplausos que reciba sino el acomodaticio silencio que prefirió mantener. Y en ese juicio, la octava de su inacción será la nota discordante que resonará por generaciones.
*Jorge Alejandro Rodríguez es ingeniero electricista con estudios de postgrado en administración, negocios y difusión de políticas tecnológicas (Iupfan, IESA, Tulane, ETH Zürich), diputado electo a la Asamblea Nacional
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