La globalización en tiempos de coronavirus, por Eloy Torres Román
La globalización expresa muchos aspectos, por ejemplo, hoy la humanidad confronta un serio problema, una pandemia: el coronavirus. Ésta, recorre el mundo; avanza y la sociedad organizada, globalmente hablando, aún no resuelve el asunto. La premura es grande. Venezuela, muy temerosa, enfrenta una situación en la que se ve envuelta, por primera vez, por lo menos desde 1945 en adelante.
Venezuela tiene un gobierno desde hace 21 años que ha instrumentado un discurso antiglobalización, antiliberal y antiimperialista. La ha rechazado y creyó escapar de ella con su prédica revolucionaria. Compró un discurso elaborado en Moscú, magnificado por la Habana y propagado por el Foro de Sao Paulo. Toda la izquierda irracional se movió al ritmo antiglobalización. También veían en China a su vengador contra el “Occidente” capitalista. Se apoyó en los petrodólares.
Hoy, el mundo enfrenta un virus, conocido como el covid-19, (coronavirus). Éste, tiene un efecto que todos lo sufrimos. Mas, él, resulta del proceso globalizador en sí. Es un virus contentivo de tantos elementos que emanan desde la industria petrolera, la agricultura afectada por los contaminantes químicos; la pesca infestada por el mercurio; en fin son tantas las condiciones que surgen de la así llamada ola que sacude las relaciones internacionales.
Toffler, el polémico filósofo del futuro, nos habló de la Primera, segunda, tercera y cuarta ola. Cada una de ellas albergó diversas condiciones que fueron superadas por las otras; para expresarlo en términos dialecticos a lo Hegel. Una ola superó la anterior, pues generaba, en su seno, a lo largo de su existencia, su propia negación.
Venezuela, paradójicamente, tenía todo para ser un país adelantado. Recursos energéticos, terreno fértil para producir alimentos, agua, recursos humanos aceptables.
Lo único que nos faltó fue una clase política, o mejor dicho, una intelectualidad que comprendiera la urgencia de los cambios de paradigma para insertarnos en el proceso que nos cubría: la globalización.
El populismo, es el gran virus que nos afectó a todos y nos dejó inermes. Su poder encantador es muy grande. Si bien es cierto, ninguna sociedad está exenta de éste, en el caso venezolano, por disponer de petróleo y otros elementos generadores de riqueza fácil, ha sido peor. Venezuela, nunca se había enamorado con tal fuerza de un farsante, como el que ocurrió en 1992. Teodoro Petkoff, lo llamó el Flautista de Hamelin; todo un Chafarote, como escribiese Ibsen Martínez, por usar una espada que por cierto, no era suya, sino de Bolívar.
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Este flautista, por no ser eterno, murió y dejó un heredero. El monopolizador de esa condición, fue otro farsante, pero, peor. Es un connotado huérfano de propuestas propias. Camina, pues su mentor, lo hacía. El Chafarote, aprovechó el impulso petrolero y se enfrentó a los factores globalizadores. Promovió el encierro feudal de Venezuela. Hoy, bajo el falso obrero, somos una especie de castillo medieval en ruinas, al cual no entra ni sale nadie, sin el permiso de los que manejan las puertas y éstos, a su vez, reciben las órdenes de los cuartos del castillo. Luego, los formuladores de ese dominación no son venezolanos, son cubanos.
El gobierno, durante 21 años se ha burlado de los organismos multilaterales, establecidos de conformidad con la práctica internacional. Este gobierno no tiene confianza en ellos. Por lo que se buscó la creación de determinados organismos internacionales que sirvieran de eco a sus propuestas ideológicas, antimperialistas, anti gringas y antiglobalización. El petróleo lo podía todo. La globalización era la comidilla de las mesas de éstos. Los discursos eran un rosario de consignas contra el liberalismo. El estatismo se movía con fuerza, la que le permitía dinamizar el petróleo. Fueron 21 años de gloria para la revolución antiglobalización, en nombre de “la soberanía y la dignidad de los pueblos”.
Venezuela tras 21 años de revolución, es un país pobre, por dentro y por fuera. Hoy, el coronavirus nos afecta considerablemente. Todos tenemos miedo; el sistema de salud, emblemáticamente deteriorado durante los últimos 21 años, es tímido y débil frente a esta pandemia.
El estado venezolano, en manos de esta revolución bolivariana se ha convertido en fallido. Su sistema de salud no sirve. Es un problema que apunta con su dedo a este gobierno y lo señala como el único culpable: Ellos, desde el poder, manejaron todos los recursos del mundo y la salud es un problema, no sirve.
Hemos reiterado que las relaciones internacionales del siglo XXI se mueven (funcionan) como si fueren un condominio. Cada miembro de la sociedad internacional, sea estatal o no, está obligado a determinadas reglas de convivencia. Es una metáfora como observamos al mundo. Creemos es una fatalidad. Posiblemente esté equivocado, pero, los compromisos de los miembros de la sociedad internacional son cada vez más visibles, luego obligantes.
Ampliando esta explicación, decimos que esta realidad, nos agarró con los pantalones roídos por los insultos proferidos al mundo; luego, sin recursos para enfrentar los problemas que ella genera. Con 5 millones de venezolanos dando vuelta por el mundo; con una hiperinflación, el aparato productivo destruido, la educación en el piso, no sólo por la infraestructura, sino que los profesores y maestros parecen unos mendigos en un país petrolero; luego, como dijo alguien por allí: la guinda de la torta es el corona virus que aparece y el gobierno huye hacia adelante, sin tener cómo enfrentar la crisis.
El sistema de salud no existe. Seguramente, en las filas gubernamentales, aguas abajo, todos se preguntan: ¿qué vamos a hacer, qué pasará con el legado del Comandante eterno, quien nos prometió felicidad y dicha en una sociedad distinta y poblada por hombres nuevos?
La respuesta la debemos encontrar entre todos. Buscar un punto de encuentro para enfrentar el drama que nos aterra. Estamos encerrados en nuestras casas. Hay que pensar muy bien. Primero, abrir los brazos hacia todos aquellos que quieren un cambio democrático y pacífico. Debemos apalancarnos en la posibilidad que nos ofrece la vida. El gobierno está débil, busca oxígeno. No repitamos lo que se decía anteriormente: “sacarnos un ojo para verlo”.
Buscar una negociación, a partir de la debilidad del gobierno e ir creando condiciones para una reinstitucionalización del país. Busquemos que el frente internacional perciba a la oposición como una fuerza que promueve la paz la cual debe depender de un acuerdo negociado con las fuerzas del gobierno, no veo, porqué no hacerlo. Buscar un espacio donde nosotros tengamos mayores fuerzas y no el escenario donde el gobierno es el más fuerte: la violencia.
Si bien el conflicto o la guerra, es un hecho social, la paz también lo es. Me viene a la memoria un film; que vi con mi esposa, hoy, lamentablemente fallecida. Estábamos recién empatados, como quien dice. Veíamos Butch Cassidy and Sundace Kid, interpretados por Paul Newman y Robert Redford.
Ambos, al final estaban acorralados por los soldados bolivianos que los buscaban por asaltar las arcas de una mina del altiplano, todavía discutían cómo terminar con la soldadesca boliviana y luego marcharían a Australia. El optimismo los cubría. No midieron la cantidad de armas que los esperaba a las afueras del aposento donde murieron al final.
Hoy, hay enormes posibilidades de encontrar una oportunidad para negociar. El drama que vive Venezuela lo exige. Digo, para salvar a la población venezolana y no al ego y orgullo de una minoría. Es la hora de la política y no del hígado.