La Guayana industrial, la alternativa no petrolera hoy destrozada, por Damián Prat C.
Twitter: @damianprat
Hace pocos días se cumplieron 60 años de la creación de la Corporación Venezolana de Guayana, (CVG). Fue un decreto del entonces presidente Rómulo Betancourt en Consejo de Ministros del 29 de diciembre de 1960.
El propósito era trascendente. Crear un organismo con poder y autonomía, presupuesto propio, descentralizado, que organizara y condujera el desarrollo de un proyecto industrial muy novedoso para transformar a Venezuela y, en paralelo, que esa CVG fuese la autoridad sobre una nueva ciudad que debía superar las carencias de las poblaciones nacidas al calor de la industria petrolera.
Es decir, una ciudad planificada para ir creciendo con orden urbanístico, servicios públicos y visión de futuro. Esa nueva CVG le encomendó esa tarea a un calificado grupo de urbanistas (en aquella Venezuela heredada de la dictadura atrasada y retrógrada, había muy, pero muy pocos) y al muy calificado MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets) que hicieron un plan urbano para 50 años en este magnífico espacio que desde esos días es Ciudad Guayana.
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La clave de todo era el proyecto industrial. Algo sobre lo que había estudios desde los años 40, cuando grupos de venezolanos soñadores, muchos de ellos provenientes de la generación del 28, comenzaron a estudiar y pensar en el potencial de una región casi despoblada donde había, sin embargo, mineral de hierro recién descubierto, un río (el Caroni) con potencial para generar hidroelectricidad y otro río (el padre Orinoco) que podía ser una autopista fluvial para salir hacia el océano Atlántico, es decir, hacia los puertos del Mediterráneo y la industrializada costa este de EE. UU, por ejemplo.
Y también hacia el Caribe, es decir, hacia el golfo de México y el canal de Panamá
Eran enormes ventajas comparativas si se creaba un proyecto industrial basado en el hierro y la electricidad.
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Casi dos años antes, cuando el muy corrupto y sátrapa dictador Pérez Jiménez huyó del país en “la vaca sagrada”, cargando con varias maletas llenas de los dólares vaciados a las cajas fuertes de Miraflores, llegar a Ciudad Bolívar era atravesar una larga carretera de tierra desde El Tigre y atravesar el Orinoco en chalana. El puente Angostura se construiría entre 1963 y 1967. Se inauguró justo el 6 de enero de 1967.
Lo que ya era Puerto Ordaz en aquel 1958, era tan solo la instalación industrial construida por la Orinoco Minning Company, con un puerto para embarcar hacia sus acerías en Pittsburgh el mineral de hierro que extraían en el cerro Bolívar y trasladaban a Puerto Ordaz en tren. Junto a eso, unos campos residenciales para sus trabajadores y algunos servicios.
Ir a San Félix o trasladarse desde ese pequeño pueblo hacia Puerto Ordaz se hacía atravesando el Caroní en chalana. No había puentes.
En todo el oriente y sur de Venezuela no existía ninguna universidad.
Los proyectos de aquellos soñadores de los años ’40 apenas encontraron en la dictadura iniciar tímidamente una pequeña central hidroeléctrica al final del curso del Caroni, la que es Macagua I, para 360MW, que se concluiría hacia finales de 1960.
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Y un proyecto de la transnacional italiana Inoccenti para hacer una acería donde luego, ya en el período de la república civil se levantaría una enorme siderúrgica integrada que, a partir de abril de 1964, se concretaría como Sidor, a finales de los 70 transformada y ampliada con el llamado Plan IV.
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Para 1964 comienza a construirse Alcasa en sociedad con la Reynolds. Y a partir de finales de los 70, cuando se confirma la existencia de yacimientos de bauxita en Los Pijiguaos, se desarrollan Bauxiven (extracción 1979) e Interalúmina (procesamiento para producir alúmina 1977) y una más amplia y moderna planta de aluminio, Venalum. Más Carbonorca, para la producción de ánodos de carbón, indispensables en lo que ya era una industria integrada del aluminio, producto clave, junto el acero, para la industrialización en toda Venezuela,
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En octubre de 1963 se inicia la construcción de Guri que, en sucesivas etapas y en continuidad de varios gobiernos civiles, comienza a operar en 1968. Luego la primera etapa plena en 1976 y la II Etapa en 1986 para completar 10 mil MW
En los 80-90 se construyen Macagua II y III para otros 2.250 MW y se deja listo los proyectos Caruachi (2.250MW 2004 antes de que la “revolución” eliminara Edelca) y Tocoma (2500 MW) iniciada en esta “revolución” y jamás terminada,
Para ese plan eléctrico de largo aliento que es el Sistema Hidroeléctrico del Caroní, para suplir el 70% de la energía para el país, quizás la obra pública más trascendente de la historia de Venezuela, que incluye el Sistema Interconectado Nacional, se creó en 1963 la empresa Edelca para desarrollar ese plan y lo hizo bajo tutela de CVG con altísimo nivel de eficiencia, como empresa de primer mundo hasta que en 2009 fue eliminada y subsumida en el monstruo centralista Corpoelec.
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Los párrafos precedentes son una muy apretada síntesis del importante tema. Hay más. Mucho más. Permanentemente escribiremos sobre ello en esta columna. De todos modos, se puede consultar mi libro “Guayana: El milagro al revés” (2012, Editorial Alfa) y el capítulo Guayana que escribí para el libro a varias manos, “Del Pacto de Puntofijo al Pacto de La Habana” coordinado por José Curiel, Editorial La Hoja del Norte
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Fue realmente trascendente para toda la nación el proyecto industrial de Guayana a partir de crear CVG. Aprovechar las ventajas comparativas y crear la base de una industria nacional en todo el país. Acero, aluminio, electricidad, madera, son la base de una cadena económica clave. Crear una industria siderúrgica integrada con producción no solo de acero primario sino de numerosos productos semiterminados y finales, como los tubos petroleros, cabillas, hojalata, alambrón, laminados.
Era transformar el mineral de hierro en acero de alto valor agregado y dar pie a cientos de empresas privadas transformadoras en áreas tan variadas como metalmecánica, construcción, petróleo, automotriz y docenas más. Empleo y desarrollo. Y el complemento desarrollado en los años 90 de las industrias de pellas y briquetas. Más valor agregado al mineral de hierro. Sustituir importaciones. Industrias siderúrgicas de capital privado de alta calidad e importancia como Sidetur-Sivensa.
Luego aparece la oportunidad en otra cadena industrial igual de importante: el aluminio, que también es la base de docenas de industrias transformadoras en toda Venezuela.
Y, más adelante, el magnífico proyecto de la siembra de pinos Caribe en las sabanas del sur de Anzoátegui y Monagas junto a la orilla norte del Orinoco que derivó en una gran industria maderera.
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Un aspecto que pocas veces se menciona es que en toda esa cadena industrial y económica en toda Venezuela, cuya base eran justamente las industrias básicas de Guayana, se generaron cientos de miles de buenos empleos, con derechos laborales conquistados luchando. Y esas cientos de miles de familias con creciente capacidad de consumo generaban a su vez una importante actividad económica en otras áreas, empresas y empleos.
¿Todo era perfecto? ¿Era una especie de mundo perfecto? Para nada. Había problemas y cosas insatisfactorias. Reclamos y luchas legítimas. Planteamientos críticos para superar carencias y proponerse nuevas metas.
El punto clave es que aquellos logros, con todo y sus fallas, fue destrozado por una “revolución” que destruyó casi todo lo logrado, hizo perder soberanía nacional, causó un desastre productivo en Guayana y en toda Venezuela. Fue “el milagro al revés”. Veamos.
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Un repaso muy, pero muy breve, casi telegráfico.
En próximas columnas ampliaremos.
Ferrominera producía anualmente 22 millones de toneladas de mineral. A veces 24 millones. Hacia finales de los 90 se logró transformar y dar valor agregado dentro de Venezuela al 64% de ese mineral. Era un gran logro que debía ser mejorado.
Ferrominera cerró el 2020 con poco más de 5 millones de toneladas (extraídas por dos contratistas, una de ellas de China) O sea, un 22% aproximadamente. Le han destrozado más del 75% de su capacidad y es la que está “mejor”. Recalco las comillas.
Sidor producía 4.3 millones de toneladas de acero líquido. Incluso en su antigua época estatal producía 3.2 millones. Producía más de 300 mil tons/año de cabillas y similar cantidad de hojalata. 70 mil tons/ de tubos para la industria petrolera. Su último año con Terníun dejó ganancias por 740 millones de dólares, 20% para el Estado y 20 % para sus trabajadores y extrabajadores accionistas B.
Ahora, no lloren.
Este año 2020, la ruina roja rojita arroja que solo produjo en total 16 mil toneladas de acero. Leyeron bien. Ni siquiera 1%. Algo así como 0.4%
Qué desastre.
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Alcasa producía 200 mil tons/año de aluminio. Desde que Chávez en 2009 ordenó clausurar las líneas 1 y 2, empezó el declive. Para 2018 y 2019 le quedaban no más de 40 celdas de las 386 de las líneas 3 y 4. Este 2020 cerró con ¡cero! Leyeron bien. ¡Cero! Y la están desmantelando para chatarrearla.
Venalum tenía 905 celdas y producía todos los años 430 mil toneladas de aluminio.
La orden de Chávez de 2009 de tumbar 400 celdas “para ahorrar electricidad” y el abandono subsiguiente de los jerarcas rojitos y verde oliva la llevaron a cero por largos meses. Hoy tiene 60 celdas activas, o sea, algo así como 6%
¿Ferroven? ¿Bauxilum planta y Mina? ¿Carbonorca? ¿Las briqueteras? ¿Sidetur tras el “¡exprópiese!?. ¿El canal de navegación? ¿Tocoma? ¿Serlaca? ¿Pulpaca? ¿Maderas del Orinoco, es decir, Proforca?
¿Y la brutal violación de los derechos laborales? ¿La ruina social que a su vez es más ruina económica para otros cientos de miles? ¿Y el impacto devastador sobre cientos de industrias de muy variado tipo en el resto de Guayana y Venezuela?
Ya me excedí del espacio. Va para la próxima entrega.
Junto con los tips sobre la crisis en EEUU, la cadena de ataques del régimen contra los medios digitales y contra las ONG, las preguntas sobre la gasolina, la destrucción sistemática contra las universidades y más.