La guerra sucia por Fernando Rodríguez
Como ya son inocultables las multitudes que vitorean a Capriles, al norte y al sur, al este y al oeste, los rojos comenzaron a sacar sus armas más siniestras, así les cueste perder nuevos adherentes que no cesan de decir que quieren votar en santa paz. Y en esos menesteres los muchachos saben: porque por mandato de la Madre Patria su deber más sagrado en este mundo es mantener la «revolución» por cualquier medio, es decir, a Chacu; por sus entrañables contactos con gentes de armas tomar, allende las fronteras y gobiernos forajidos; por exhibiciones y manifestaciones de todos conocidas, hasta televisadas; por fraternos nexos con servicios secretos exteriores de larga prosapia y duchos en triquiñuelas, tipo misión imposible.
Hubo lo de Puerto Cabello, más bien burdo, como fueron burdas las explicaciones oficiales de que los caprilistas decidieron propinarle una tunda a los beatíficos pesuvecos que esperaban al candidato tricolor para darle la bienvenida al terruño. Pero si para allá vamos, vamos muy mal, es la ruta de la sangre y el fratricidio. No suelten la jauría, por el bien de todos, de ustedes también. Aunque que quizás exageremos, pero el fuego siempre nace de una chispa enloquecida.
Lo que sí vale comentar es el espectáculo Caldera. La verdad es que fue un truco muy mal hecho. Porque la enérgica reacción de Capriles mostró una férrea e inusual voluntad de combatir la corrupción, a pesar de una premura indebida y la falta de formalidades. En cierto sentido fue el exacto contrario de Chávez, que no le ha quemado ni las pestañas a nadie de su inmensa legión de corruptos, ni cuando actúan a pleno sol. Y eso tuvo su efecto en el país de la rebatiña de los petrodólares.
Pero, a nuestro entender, hubo un traspié poco feliz, lo que atañe al propio Caldera, quien cumpliendo tareas rutinarias de cualquier candidato regional, cayó en la inocentada de toparse con tipos de mala vida y capaces de cualquier fechoría. Aunque creemos que los tiempos de Dios fueron torcidos, esperemos que le toquen bastante mejores. Y si a ver vamos quienes se demostraron malvivientes, literalmente delincuentes, son los que montaron el triste show que no saben muy bien cómo explicar. Que sirva de muestra de sus maneras de proceder.
No quisiéramos dejar pasar, un botón oro, la infeliz explicación del zonzo de Chaderton que no sólo descifró la voz deformada del generoso mecenas (veinte mil jugosos bolívares) sino que se dio cuenta de que era de acento colombiano, antioqueño para más señas, lo cual indica inequívocamente que somos perseguidos por el Imperialismo. Siempre se puede llegar más abajo, señores.
Lo del programa oculto, los fornidos partidos convencidos y el denunciador de nuestros jueces que recibieron lo suyo del gallardo de Lima ya lo hemos comentado, ya a estas alturas es caliche.
Si nada de estas porquerías indica desesperación no nos imaginamos qué la evidenciaría. Y lo peor, para ellos, es que Capriles sigue como si no fuera con él, llenando ciudades, pueblos, plazas y avenidas como no se veía hace mucho en este país. Pero guillo, mucho guillo, la desesperación, el miedo, la carencia de ética y las armas rusas son de temer.
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