La herida y el silencio de Junot Diaz, por Celina Carquez
Después de La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa, quién más iba a describir una época como la feroz dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana. ¿Quién?
Solo Junot Díaz y empieza en un pie de página jocoso sobre los poderes de Trujillo. Para ser justos, The Woudrous life of Oscar Wao o La maravillosa vida de Óscar Wao no solo retrata un pasaje de República Dominicana sino también su diáspora.
Ganadora de un Pulitzer en 2008 y escrita entre inglés y español, que no en spanglish; es todo un juego del lenguaje. Palabras como, the bodega, the barrio, las nannies, tener attitude, salsa, el freezer, el super, empanadas, ¡azúcar!, muchacha, the hood, que se integran al español que manejamos. Pero en la versión en inglés hace otra cosa con el idioma. En la edición en español se pierden muchos giros idiomáticos que tanta potencia le dan en su versión en inglés. Pero la historia, en ambos idiomas, es igual de portentosa.
Óscar es un adolescente inmigrante de República Dominicana que vive en New Jersey y es diferente. Y eso para un adolescente es terrible.
Y cómo no serlo si es obeso, travieso y sufre la maldición del “fukú” como todos los miembros de su familia que son perseguidos, encarcelados y el amor se les niega.
Los otros personajes también representan parte de la diáspora dominicana y las atrocidades de la dictadura de Trujillo, al tiempo que delinean a Óscar Wao –Wao porque alguien le pareció que tenía algo parecido al escritor inglés Óscar Wilde–, con un adolescente que ama los videojuegos, la ciencia ficción, lee y escribe libros de alta cultura. A lo largo del libro se cuentan historias tragicómicas que desternillan de la risa a cualquiera.
De hecho, Óscar bien podría ser Junot Díaz, quien emigró de República Dominicana, junto a sus padres cuando él tenía 6 años. Egresado de las Universidades de Rutgers y Cornell, imparte clases de escritura creativa en el elitista Massachusetts Institute of Technology (MIT, por sus siglas en inglés)
Asiduo escritor en The New Yorker, tras publicar su libro de cuentos Drown (The Boys), su carrera fue seguida por la crítica con extrema atención en espera de una novela. Y la novela llegó…10 años después. Entre 2009 y 2013 publicará cuentos como Nilda (2009), Así es como la pierdes (2013), Lola (2018) y luego vino el silencio; literalmente El silencio.
Sacudió todo y escribió en The New Yorker este 2009, The Silence: The Legacy of Childhood Trauma. El texto tiene un sumario que dice: “nunca tuve ayuda, no fui a terapia y jamás se lo dije a nadie”. Vendrá su firma: Junot Díaz y cientos de caracteres hasta llegar a la médula. “Esa violación. No hay suficientes páginas en el mundo para describir lo que me hizo. El planeta entero podría ser mi tintero y todavía no sería suficiente. Esa mierda rompió el planeta que soy por la mitad, me arrojó completamente fuera de órbita, a las regiones sin luz del espacio donde la vida no es posible. Puedo decir, en verdad, que casi me destruyó. No solo las violaciones sino todas las secuelas: la agonía, la amargura, la auto-recriminación, el asco, la necesidad desesperada de mantenerlo oculto y en silencio. Me jodió la infancia. Me jodió la adolescencia. Me jodió toda la vida”.
La admisión de la violación cuando era un niño, dice, dejo más marcas en él que ser dominicano, inmigrante, afrodescendiente, pues esa violación lo definió. Luego se recriminará por qué no peleó, por qué tuvo una erección, por qué, por qué, por qué. Ni siquiera ganar el Pulitzer fue un alivio para él. Al contrario, narrará cómo boicoteó todas sus relaciones y su vida privada. No hay forma de leer este texto sin sentir como un puñal te atraviesa en seco y te paraliza de dolor.
El texto comienza cuando Díaz evoca a “Dear X—”, una joven que está en fila de firma de autógrafos y al llegar su turno le pregunta: “¿esto te pasó a ti?”, aludiendo a las violaciones en sus textos y él esquiva a su interlocutora. Todo el artificio del texto estará cimentado en X—, su recuerdo y la respuesta a destiempo sobre lo que le pasó y como “casi” lo destruye. Casi.
“Toni Morrison escribió: ´Todo lo muerto que vuelve a la vida duele`. En español, decimos que cuando nace un niño se le da la luz. Y eso es lo que se siente al decir las palabras, X—. Como si me dieran una segunda oportunidad en la luz”, dirá en parte de su confesión.