La honorabilidad, por Carolina Gómez-Ávila
Twitter: @cgomezavila
De ninguna manera lo creo, pero en estas líneas me obligo a contemplar que es posible que haya algún venezolano que, sinceramente, pretenda ayudar al retorno de la democracia ingresando en la estructura de poder de la dictadura para modificarla desde adentro.
No lo creo, porque esa estructura se ha convertido en un gigantesco monstruo criminal con los años, pero no en uno susceptible de ser cambiado sino en uno con muchas herramientas para transformar a quien se incorpore en él.
Esto significa que es más probable que, quien entre en un sistema así, sea corrompido, amordazado o eliminado política o, incluso, físicamente antes de que sea él quien logre modificar procedimientos e influir en funcionarios para elevar sus acciones y encarrilarlas dentro del orden legal y constitucional.
No se escandalice que esto lo tenemos muy visto. En 2015 votamos por varios que parecían probos y fueron comprados, extorsionados por causa de su pasado o por aceptar, en presente, dinero o negocios opimos para sí mismos y sus entornos. Otros fueron chantajeados, los amenazaron con quitarles sus bienes y dañar a sus familias y, de esos, algunos optaron por desaparecer del horizonte político, huyendo a otras tierras o borrándose a sí mismos.
Finalmente, con otros tenemos la deuda de grabar sus nombres en algún panteón que en el futuro habrá de honrarlos como víctimas de crímenes de lesa humanidad.
Es que no era lo mismo plantear esta estrategia en 2005 que en 2015 o en 2021. Las condiciones sociopolíticas no se parecen en nada. Pero por el ejercicio necesario, pensemos que todavía hay algún ¿incauto?, ¿delirante?, de trayectoria honorable que nos quiera obligar a aplaudirle su intento de rectificar el accionar protervo de la dictadura por obra y gracia de su luz política.
*Lea también: La agenda uruguaya para flexibilizar el Mercosur, por Pedro Silva Barros
Como no creo que sean tan ingenuos ni estén tan disociados, propongo preguntarles en cuánto tiempo consideran que puede completarse una transición por esta vía. Seguramente dirán que depende de con cuánto entusiasmo se sume la población y que mientras más los aplaudamos y participemos en las farsas electorales que programe la dictadura, más pronto veremos la libertad democrática reinando de nuevo en la patria del Libertador.
Pero no le dirán que este plan requerirá —incluso si contaran con todo el favor del pueblo— de varias décadas. Porque su intención, ni la de un centenar más como él, bastará para purificar una estructura criminal que ya es transnacional.
Tampoco le dirán que, en esas décadas, es más fácil que él derive en delincuente y no que la estructura evolucione hasta ser demócrata.
Justo en este punto importa que la comunidad internacional actúe, que ponga coto a los socios que la dictadura tiene por el mundo y a un puñado de gobiernos que apoyan estas prácticas. Es para eso que pueden ser útiles las sanciones, pero no tan tímidas y ocasionales. No solo se trata de evitar que se sumen más venezolanos a la corporación en el poder sino de castigar a los que, por ella, se lucran aquí y en el extranjero.
Veamos si ahora la Unión Europea toma el pulso y si la administración Biden, que acaba de demostrar que no amenaza antes de actuar, son capaces de coordinar sanciones efectivas a ciertos individuos.
A los que quieren actuar por su cuenta, a los que no han entendido que la AN2015 es el interlocutor que más fuerza tiene en la comunidad internacional y que, quien tome iniciativas que no respondan a la consecución de elecciones presidenciales y parlamentarias libres y justas, es susceptible de ser sancionado.
Da lo mismo si le afecta en sentido práctico —si tiene o no tiene bienes, cuentas o intenciones de viajar fuera del país— lo que tendría que pesarle es el efecto de esa mancha en su hoja de vida y el deshonor y rechazo que caerá sobre sus descendientes cuando él ya no esté.
Carolina Gómez-Ávila tiene más de 30 años de experiencia en radio, televisión y medios escritos y escribe sus puntos de vista como una ciudadana común.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo