La hora del buen deslinde, por Simón García
Twitter: @garciasim
El debilitamiento de la oposición no parece encontrar fin. La ahondan quienes gritan por el choque inmediato y total con el régimen. Sin deslindes oportunos arrastrarán a toda la oposición y al país a la violencia. Es hora de soltar amarras porque seguir pegando políticas contradictorias inducirá a la oposición pacífica, democrática y electoral a concesiones y omisiones que la neutralizan.
Aumenta la disposición a redefinir políticas de oposición útiles socialmente, eficaces para superar la crisis de destrucción productiva y propiciadoras de nuevas formas de coexistencia institucional y política. Una ventana de futuro, independientemente de que su primera vista sea o no la sustitución constitucional de Maduro.
El ancla a esa ventana son las evidencias de que ofrecer, sin tener con que, el derrocamiento del régimen conlleva a costos muy altos a los que combaten en primera fila, a la unificación del país y a requisitos de gobernabilidad para cualquier plan de reconstrucción y relanzamiento de la economía, la democracia y la convivencia. El pensar extremista le entrega al régimen el tablero electoral y apuesta sólo a la invasión o el golpe. Lances a ciegas que arriesgan la sustitución de un autoritarismo por otro de “nueva” clase. Irresponsable vuelta a la misma tortilla.
No se quiebra la unidad de la oposición, si se considera que asegurar su viabilidad implica admitir la existencia de gruesas diferencias. Pero si las diferencias toman el lugar del objetivo común y si los desacuerdos ya no pueden ser manejados entre las élites partidistas, entonces hay que acudir al debate ciudadano y a una competencia sujeta a reglas decentes.
Frente al guante de la ruptura, los términos medios están a ras del suelo. O se está de acuerdo con el discurso y el rumbo de una minoría con fuertes bases en el exterior o se levantan rumbos alternativos con preponderancia de los actores que siguen actuando internamente. Son expresiones de dos políticas y una de ellas debe lograr un contundente aval mayoritario y su equipo dirigente mostrar así su representatividad social. Dos vías de selección mejores que unas primarias.
Es imposible defender la unidad, más como medio que como fin, sin marcar un perfil propio frente a los que acuden a la división, desde el gobierno o desde la oposición, para imponer sus hegemonías. Requiere debate, estimación de las motivaciones, evaluación de resultados en vez de acorralamientos al que piensa distinto y suponer que al otro no le queda más camino que la rendición o el exterminio.
Nuevas circunstancias llaman a someter a crítica la unidad que hemos tenido hasta ahora porque, confinada a los partidos, no trasciende el esquema gobierno/oposición y está fuera de la vida social. Es urgente que el conjunto de la oposición examine nuevamente temas concretos como la participación en consultas o elecciones que no son enteramente democráticas.
Es inaplazable trabajar por adquirir condiciones para alinear más presión interna con las salidas señaladas por la solidaridad internacional, en vez de aferrarse a desenlaces que dependen a fuerzas e intereses de otros. Los prejuicios, las viejas facturas y el odio hay que sacarlos del equipaje.