La hora menguada de la democracia, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
El último informe elaborado por Latinobarómetro (Informe 2021), podría tomarse como las trompetas que anuncian la caída, ya comentada en mis tantos artículos, de la democracia en Latinoamérica. Alarmante es la situación y más aún cuando los ciudadanos comienzan a ceder el terreno en su defensa, dejando libre a quienes pueden convertirse en los verdugos finales.
El documento revela cuantos latinoamericanos están dispuestos a apoyar a los gobiernos democráticos y cuantos creen que es mejor darles paso a los gobiernos autócratas, entre otros puntos.
Cuando se observan los detalles del documento, se puede ver que la situación para la democracia se complica en países como: Honduras, Guatemala y El Salvador, sin dejar de mirar al resto del continente.
Por mucho tiempo se ha dicho que el autoritarismo y la falta de libertades se ha impuesto en Cuba, país gobernado por una pléyade de autócratas liderada por los Castro. Sin embargo, ya no se encuentra solo en el poco envidiable cuadro del autoritarismo, también le acompaña Venezuela, Nicaragua y El Salvador.
No sabemos cuál será el camino que tomará Honduras, luego de las elecciones del domingo pasado con una, por demás peligrosa oferta de una Asamblea Constituyente y una vuelta, bajo las sombras, de Manuel Zelaya. Lo que sí tengo claro es que El Salvador es el segundo país de Centroamérica que experimenta una nueva versión de la autocracia. Es decir, un jefe de gobierno que es capaz de ir más allá de lo que establecen las leyes, tal y como lo hace Najib Bukele.
Es bien sabido que la democracia, en muchos casos, en su esencia, no complace a muchos, pero como decía Winston Churchill, la democracia es un mal menor, es la forma de gobierno menos mala de todas si se le compara con los sistemas que en el mundo se han experimentado.
Dentro del informe, datos como, por ejemplo: hasta dónde están dispuestos los latinoamericanos a seguir apoyando a la democracia y cuánto estarían dispuestos a sacrificarla, revelan que en el 2010 existía hasta un sesenta por ciento de ciudadanos prestos a seguir apoyando a la democracia, que tuvo su resurgimiento, como continuidad de gobierno en Latinoamérica a partir de 1995. Pero a partir del 2010, comenzó un declive entre ese año y el 2020, llegando a un cuarenta y nueve por ciento, siendo este el porcentaje más bajo que se haya visto en cuanto al apoyo de la democracia.
La crisis democrática se ha acentuado mucho más durante la pandemia. Durante esta crisis, los ciudadanos de estos países quedaron desprotegidos desde el punto de vista de la salud, su economía y lo más importante: comenzaron a notar la globalidad, con lo que pudieron hacer comparaciones sobre su situación con respecto al resto del mundo.
Con la aparición del covid-19, muchos gobernantes quedaron al descubierto puesto que carecían de una estrategia gerencial sobre semejantes problemas. No tenían, y no tienen, un norte claro para concebir políticas de gestión pública adecuadas y así atender semejante irrupción de la naturaleza con ese virus que afecta a todos los países latinoamericanos y sus economías. Claro, justo es reconocer que mucho antes que esto ocurriera, ya la democracia venía con tendencia hacía el desgaste como aquel sistema garante de igualdades.
Pese a ello, y tal como se indica en el informe, todavía hay unos países que mantienen una estabilidad relativa en el desarrollo y la credibilidad hacía el sistema. Uruguay sigue siendo el país donde mejor se encuentra la democracia, aunque tuvo su momento de bajada; le siguen Costa Rica, Chile (Aunque, como Honduras, también pasa por un proceso de una nueva Constitución) y Argentina. Estos cuatro países son los que poseen mayor proporción en el apoyo al sistema de gobierno democrático.
En el otro extremo de la lista se encuentran: Honduras, Panamá y Guatemala, incluyendo Brasil y México que se hallan en el umbral hacia el poco apoyo, por lo que se deduce que estos últimos son los países que tienen mayor posibilidad de sufrir considerables protestas sociales o irrupciones de otra naturaleza, lo que permitiría un campo abierto para el populismo enmascarado.
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Para los latinoamericanos, los gobiernos y sus representantes no han estado a la altura de sus expectativas, además agregan la queja de que se ha gobernado para pocos. Este grupo representa el 73% de todos los encuestados en los diferentes países, y esto no ha variado durante los últimos años. Dentro de los datos se puede interpretar que existe la creencia, cierta en la mayoría de los casos, de que los políticos han llegado al poder para beneficiarse ellos y sus allegados, dejando de lado a la mayoría. Esto deriva a entender que la queja hacía la democracia surge más por una buena parte de su concepto: gobierno de las mayorías.
Más allá de la queja hacia el ejercicio del poder, el segundo punto es el de la distribución de la riqueza. En este, al igual que el anterior, la riqueza queda en manos de unos pocos. Los datos indican que solo 2 de cada 10 latinoamericanos, cree que la distribución de la riqueza es justa. Ya podemos imaginar a quienes representan, al menos por asociación, ese número tan bajo.
Para cerrar los reclamos que pesan sobre la democracia, la encuesta habla del reclamo hacía el respeto y la igualdad social. No hay un trato igualitario, no hay igualdad ante la ley, ni mucho menos respeto hacía las mayorías, según la sensación de un gran número de latinoamericanos.
Pese a lo descubierto por el estudio sobre la inconformidad con la democracia, el gobierno para unos pocos y la distribución de las riquezas, también podemos encontrar una especie de doble moral al momento de llegar al punto llamado fraude social. En una especie de hacer lo que vieres, uno de cada cinco latinoamericano percibe al Estado, a sus gobiernos, como aquella caja fuerte a la que hay que hurtar, extraerle todo lo necesario para la comodidad personal por intermedio del ilícito fiscal o los llamados subsidios bajo el engaño, y si lo logra de manera constante llegan a percibirlo como un logro, como un valor que les destaca por sobre todos los demás.
De esta radiografía se desprenden muchos de los asuntos que ya hemos tocado, pero por sobre todas las cosas la existencia de unas amenazas latentes que pesan sobre la democracia. La más evidente es la búsqueda de un líder que transgreda las leyes, sin importar que se violen todas las normas establecidas en las constituciones y otras normativas, lo que representa mucho camino fértil para el populismo y la autocracia, como lo vemos en El Salvador. De tal manera que, en los próximos procesos electorales, podríamos ver a algunos países tentados a elegir un candidato con ofertas engañosas o simplemente mostrándose abiertamente como un autócrata de nuevo cuño, lo que daría el golpe final a lo que queda de democracia.
No sé si el llamado llega un poco tarde, pero es tiempo de que los políticos, otrora defensores de la democracia, comienzan a despertar del letargo del festín y de inmediato se pongan a trabajar por refinar la oferta a los ciudadanos.
Y cuando digo refinar no se tratar de engañar mejor, sino de convertir su trabajo político y comenzar a desmontar todos los temas delicados, sobre todo desmantelar todo aquello que no asegure la igualdad de condiciones, la libertad, el trabajo y el rescate de la pobreza, no con subsidios, ni mucho menos con dadivas, sino con trabajo responsable.
Mientras que, a nosotros, los ciudadanos latinoamericanos, nos toca asumir los cambios de conducta que como pueblos tenemos hacía el cumplimiento de nuestros deberes sociales y para con el Estado. Mantener el comportamiento del facilismo, de la falsa justificación para no estar presente en nuestros trabajos y todo aquello que deriva en el fraude moral, lejos de beneficiarnos nos conduce a la desaparición del único sistema que garantiza nuestra libertad y justicia: la democracia. Hay que frenar la llegada de la hora menguada para nuestra democracia.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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