La humanidad se está volviendo guey, por Marcial Fonseca
Twitter: @marcialfonseca
Una explicación de la palabra en cursiva en el título, guey. En verdad, la Real Academia Española adoptó la palabra de moda gay del inglés, respetando su escritura: gay; plural gais; pero la adopción no es fiel a la pronunciación original: guey. La Institución se desvió de su camino habitual. Recordemos palabras como béisbol o líder, que suenan como los inglesajos baseball y leader. Mejor escogencia hizo un grupo caraqueño de apoyo a los homosexuales, se llamaban Grupo Unificado de Efebos Yacentes (G.U.E.Y.)
Retomemos el tema. El hombre, sea esta palabra la que incluye a la especie humana como un todo, ha tenido un largo camino para llegar hasta nuestros días. Sus primeras peregrinaciones empezaron en el centro sur de África para conquistar tierras, no importa las razones que tuvieran para partir. Los eruditos nos iluminan, cuando ellas empezaron, las peregrinaciones, ya el lenguaje estaba desarrollado; posiblemente las condiciones locales se hicieron insoportables, lo que requería nuevas tierras, o con palabras modernas, nuevos continentes.
Los que se establecieron en Anatolia, dejaron la impronta que fue la matriz de la mayoría de muchos idiomas, y en sus conquistas fueron mezclándose con otros homínidos, eliminándolos, o si era necesario.
Para los retos del camino, la ayuda de la evolución fue invaluable; un cerebro más grande permitía hablar, pensar y planificar, aunque vino con una tara: aprendimos a razonar que es perderse en pendejadas.
Claramente, hubo hitos en la evolución que le permitieron enfrentarse al medio ambiente como la habilidad pareidólica, muy necesaria para enfrentarnos a los depredadores una que vez que nos atrevimos a andar erguidos por la sabana. También hubo molestias por los cambios necesarios para el bipedismo. Siempre el hombre, empero, individual o colectivamente supo enfrentarse a los muchos peligros que les permitió hacerse dueño de la creación.
Para las constantes batallas contra el mundo externo y contra la misma especie; la individualidad se hacía sangrienta cuando éramos gregarios. La historia está llena de ejemplos de las atrocidades. En nuestros tiempos, empero, estamos viendo que en conjunto nos estamos ablandando, quizás por sumergirnos en volutas del pensamiento que no llevan a ninguna parte.
Quizás los estudios lleguen a explicar el por qué la capacidad humana de razonar, una redundancia porque somo los únicos que lo hacen, aunada a esa entelequia que es la democracia, nos ha llevado a una sociedad cada vez más mojigata.
Véase el esfuerzo en morigerar nuestra forma de hablar para no herir u ofender sensibilidades de muchos grupos, de suyos contra natura. En días recientes, en el Congreso norteamericano interpelaban a una profesora que enseñaba a sus alumnos que decir «mujer preñada» era ofensivo para aquellos que, siendo hombres, o en sus palabras, que habiendo nacidos hombres, se sentían mujeres o se imaginaban mujeres, se ofenderían porque ellos no podían salir preñados. Era tan bizantina la discusión que el autor cambió de canal.
Rusia invade un país porque del otro lado han sido más capaces de equiparse de tanques y otras menudencias bélicas, en vez de preguntarse qué hacer para estar a la par de sus competidores. La nomenklatura cubana se siente ofendida porque la opulencia que exhiben a 90 millas de sus playas hace que sus compatriotas cometan la insensatez de pensar que allá se vive mejor.
Y para finalizar, como muestra de la blandura de la sociedad, y que es la guinda del pastel, son las inversiones multimillonarias para crear una cebolla que no irrite los ojos. Ya hay grupos venezolanos que piden caraotas que vengan ya dulces.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor.
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