La iconoclastia, por Carlos M. Montenegro
La muerte de George Floyd, inmortalizada en el video que tomó con su celular una persona que pasaba por el lugar durante el atardecer del día 25 de mayo pasado, ha desatado semanas de manifestaciones que se han extendido por todo Estados Unidos en contra de la brutalidad policiaca, y una curiosa epidemia de violencia en muchos países del mundo.
Todo empezó cuando de una tienda de comestibles llamaron a la policía porque un cliente había pagado su compra con un billete falso de 20 dólares.
Los agentes Derek Chauvin, Tou Thao, Thomas Lane y J. Alexander Kueng localizaron al cliente dentro de su automóvil aparcado en la zona, aparentemente drogado y lo detuvieron. Testigos declararon que se resistió al arresto, aunque sin agredir ni usar armas; tras ser esposado fue inmovilizado en el piso boca abajo presionando una rodilla sobre su cuello durante 9 minutos, lo que le produjo la muerte a pesar de gritar que no podía respirar. Lo demás es historia.
Nada justifica que el agente Chauvin, que trabajaba en el Departamento de Policía de Minneapolis desde 2001 cometiera tamaño crimen. Chauvin, por cierto, ya contaba en su registro oficial con 18 quejas, dos de las cuales terminaron en medidas disciplinarias del departamento y entre las que se incluían notas oficiales por represión. También estuvo involucrado en tres tiroteos, uno de los cuales con víctimas mortales.
A su vez George Floyd tampoco era un caramelito. Estuvo involucrado en diversos robos desde 1998 y fue a la cárcel al menos 5 veces. Después de una condena por robo a mano armada en 2007, Floyd aceptó un acuerdo de culpabilidad en 2009 por cinco años de prisión. Vivía en St. Louis Park, Minnesota, donde se mudó luego de cumplir una sentencia por robo agravado.
La autopsia clasificó la muerte de Floyd como un homicidio, causado por “un arresto cardiopulmonar mientras era retenido por agentes policíacos que habían llevado a Floyd a sometimiento y compresión del cuello” (sic). También hicieron notar intoxicación de fentanilo y uso reciente de metanfetamina*. Además de otras afecciones significativas como dolencia cardíaca arteriosclerótica y enfermedad cardíaca hipertensiva.
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Por eso sorprende que desde Fayetteville, su ciudad natal, hasta países en las antípodas se haya desatado una especie de culto al virtuoso Floyd en forma de violentas manifestaciones, con saqueos, incendios, robos, destrozos a bienes públicos y de particulares en protesta por la violencia policial contra la gente de color.
Ahora hay que añadir una sobrevenida modalidad de protesta en forma de violenta fiebre iconoclasta liderada por el movimiento “Black Lives Matter”, (Las vidas negras importan), de los que se apuntan gratis a un viaje al fondo del mar; enarbolando raudamente la bandera “Floyd” se han extendido por medio mundo tumbando y pintarrajeando estatuas a diestra y siniestra, sin tener ni puñetera idea, la mayoría de las veces, por qué lo hacen, ni de parte de quien.
Y es que todo depende del color con que se mire: hay de todo y es importante estar al tanto para poder discernir. Vean diferentes hechos contrastados y ampliamente difundidos: Guido Gryseels, director del Museo Real de África Central, en Tervuren, Bélgica, lleva varias semanas recibiendo sin parar llamadas preguntándole si cuenta con espacio para depositar algunas estatuas del rey de Bélgica Leopoldo II (1835-1909).
La institución, fue fundada precisamente por ese monarca, y podría parecer un lugar lógico para albergar monumentos del último rey belga del siglo XIX. Pero echemos una breve mirada al personaje.
En la Conferencia de Berlín de 1885, las naciones europeas con intereses coloniales, pactaron el reparto de África, con el compromiso de mejorar la vida de los nativos, al tiempo que confirmaron para Bélgica la posesión del Congo. Sin embargo su monarca Leopoldo II, ignoró estas condiciones y amasó una gran fortuna personal gracias a la explotación de los enormes recursos naturales del Congo como caucho, marfil, diamantes y otras piedras y minerales preciosos utilizando a la población nativa como mano de obra esclava.
Bajo un delicado velo mezcla de filantropía, cristianismo y abolicionismo, en 1885, El monarca logró hábilmente convertir la colonia belga de El Congo, en Estado Libre del Congo, quedando oficialmente reconocida, no como colonia belga, sino como territorio a la protección personal del rey Leopoldo II de Bélgica.
El rey hizo del Congo su colonia privada. Durante su mandato personal fue responsable de la muerte de casi 15 millones de congoleños como resultado de una probada sistemática brutalidad.
Bertrand Russell en un informe estimó el número de víctimas en más de 8 millones, mientras que un censo realizado por el parlamento belga en 1924 estima 13 millones de víctimas, cifras similares a las del el historiador congoleño Ndaywel e Nziem. El historiador Adam Hochschild reveló que la población nativa durante los años del Estado Libre del Congo descendió en algo más del 50 %.
Hasta hoy Gryseels, el director del Museo de África ha permanecido vacilante ante las solicitudes, pues apenas hace tres semanas manifestantes arrojaron pintura a una estatua de Leopoldo II en la ciudad de Amberes para luego quemarla; otras estatuas suyas han sido vandalizadas y se han sumado más de 78.000 firmas a una petición para retirar todos los monumentos dedicados a ese rey en Bélgica.
El director del museo calcula que entre 300 y 400 estatuas, plazas y calles llevan la imagen o nombre del rey y de otros personajes coloniales sospechosos, y le preocupa que su museo, que ha tratado de revisar sus vínculos coloniales en años recientes, se convierta en un cementerio de “Leopoldos”.
Cualquiera que conozca un poco la historia de este funesto monarca le parecerá poco que se derriben sus estatuas y se borre todo aquello que haga gala de grandeza, lucimiento y boato ostentando su nombre. Y no les falta razón, dejar permanecer los símbolos de tan nefasto espécimen, sería como permitir las estatuas y símbolos de sujetos tan macabros como Stalin, Hitler, Mussolini, Ceaucescu, Pol Pot, Mao Tse Tung, Idi Amín Dada etc. etc.
Por otro lado les decía que también estamos en plena “pandemia” de infectados por el virus derribador de estatuas. El de ahora podría llamarse “el virus de George Floyd”. Los rompedores de estatuas aparecen como cualquier gripe, cuando menos se los espera y se llaman Iconoclastas.
La Iconoclasia o Iconoclastia, es una expresión griega derivada de icono que significa “ruptura de imágenes”.
Originalmente la Iconoclastia fue un movimiento religioso, con diferentes manifestaciones a lo largo de los siglos, que se ha caracterizado por la deliberada destrucción de imágenes o excelentes obras de arte, muchas de ellas patrimonio de la humanidad porque, aseguraban, se corría el riesgo de conducir a la idolatría, es decir a la adoración o divinización de tales símbolos, por lo cual perseguían su culto y atacaban a las personas que las veneraban.
Esta tendencia ha existido en la mayoría de las religiones. Aún muchas iglesias cristianas, por ejemplo, acusan a los católicos de adorar esas imágenes, en especial a las de la Virgen María a su hijo y a infinidad de santos.
Fue León III, el emperador romano de oriente, quien impulsó la iconoclastia en el siglo VIII. A través de diversas leyes, fomentó la llamada revolución iconoclasta para acabar con el culto a las imágenes pinturas y reliquias que consideraba idolatría y así lograr lo que entendía como una mejora en la moral pública. Sin embargo, esta decisión provocó enfrentamientos con distintos papas y motivó revueltas populares e incluso cismas.
Según cartas de la época lo que inquietaba al patriarca de Roma era que al prohibir las imágenes, probaría que la iglesia había estado en error durante mucho tiempo y por lo tanto sería caer en el terreno de judíos y musulmanes que las prohibían.
León III murió en 741, Sin embargo la prohibición de los iconos fue establecida como dogma por su hijo, Constantino V, quien convocó el Concilio de Hieria en 754 en el que casi 350 obispos participaron para apoyar la posición iconoclasta que se instituyó durante más de un siglo, hasta que en 843 Teodora, la emperatriz regente, decretó la restauración de las imágenes de las cuales era devota.
Con los siglos el término “iconoclasta” ha terminado aplicándose de manera figurada a cualquier persona o colectivo que rompe y desprecia los dogmas o convenciones establecidos. Actualmente La iconoclasia es un componente frecuente de los principales cambios políticos o religiosos que ocurren en la sociedad. La Real Academia la define como la “doctrina de los iconoclastas”.
Pues parece que esta costumbre iconoclasta continúa, aunque practicada a menudo por hordas de individuos que parecen desconocer la historia, pues además de tumbar estatuas iconoclastamente, rompen vitrinas de relojerías de marcas famosas, joyerías o boutiques de alta costura, tiendas de “smartphones” y computadoras para desvalijarlas en nombre de no sé qué causa, llevándose de paso lo que hay dentro, sin preocuparse demasiado por la ortodoxia.
El espacio es corto para tanto ejemplo de iconoclastia, pero les dejo unos cuantos interesantes links pescados al azar en Internet, que seguro les ilustraran mejor que yo sobre ese “antiquísimo” nuevo fenómeno que es la Iconoclastia.
.-De Colón y otras estatuas que caen en el mundo
https://www.youtube.com/watch?v=EB3rWBgw_6E
— Derribos y retiradas de estatuas. YouTube
: https://www.youtube.com/watch?v=ZKlF3Oz6P5s
—El retorno de Lenin. YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=tjDkwbrzkR4
—Cementerio de Estatuas Soviéticas. YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=5TtP-w1We_s
Y 11 estupendas imágenes con su explicación (click en cada número de foto) https://www.dw.com/es/contin%C3%BAa-derribo-de-estatuas-en-protestas-antirracistas/a-53886217
Como se ve Cristóbal Colon es uno de los personajes favoritos de los iconoclastas modernos, que le acusan de su pasado colonialista, aunque en el siglo XV no había colonias, también de conquistador genocida entre otras muchas inexactitudes, pues nunca conquistó nada, solo las descubría, las exploraba y se marchaba en busca de una tierra que nunca encontró: La India.
En realidad Colón no fue un conquistador, sino un cartógrafo, navegante y explorador, como lo fueron Fernando de Magallanes, Juan Sebastián Elcano, Walter Raleigh o Américo Vespucio entre tantos. Lo suyo era descubrir y tomar posesión en nombre de Castilla. Los conquistadores llegaban después como Gaspar de Lemos en 1502, Juan Ponce de León en 1508, Diego Velázquez de Cuellar en 1511, Hernán Cortés en 1519, o Francisco Pizarro en 1531. Eran oficios muy distintos.
* “El fentanilo es un narcótico sintético opioide utilizado en medicina por sus acciones de analgesia y anestesia, tiene una potencia superior a la morfina por lo que se emplea a dosis más baja que ésta, siendo el efecto final a dosis equivalentes similar al de la morfina. La metanfetamina (desoxiefedrina) es un potente psicoestimulante. Aunque la estructura química de la metanfetamina es similar a la de la anfetamina, sus efectos sobre el sistema nervioso central son más pronunciados” (sic)