La industrialización antiinflacionaria, por Víctor Álvarez R.
Twitter: @victoralvarezr
2023 comenzó con una fuerte presión inflacionaria: 39,4 % en enero y 15,4% en febrero. Desde marzo a julio los registros mensuales fueron de solo un dígito: 4,2% en marzo, 2,5% en abril, 7,5% en mayo, 8,5% en junio y 7,2% en julio. Pero en agosto subió de nuevo a dos dígitos con un registro de 13,6%.
El costo del ajuste fiscal lo están pagando sobre todo los empleados de la nómina de funcionarios públicos y jubilados cuyos salarios y pensiones permanecen congelados. Los bajos salarios limitan la demanda, contraen las ventas y agravan la caída de la producción agrícola e industrial.
La reducción del gasto público también se refleja en la falta de mantenimiento de los servicios públicos de agua, electricidad, gas y telecomunicaciones, así como en la desinversión en los sistemas públicos de educación y salud.
Desequilibrios macroeconómicos mantienen presiones inflacionarias
El gobierno no tiene suficientes ingresos fiscales y financia el déficit fiscal con emisiones de dinero sin respaldo que desquician la inflación, tal como ocurrió en el mes de agosto cuando pagó bonos vacacionales y deudas pendientes a proveedores.
Debido a la depreciación constante de la moneda nacional, todo ingreso en bolívares tiende a convertirse en dólares. Cada vez que el gobierno emite bolívares para pagar a proveedores, contratistas o bonos a la nómina pública, se produce una presión de demanda en el mercado cambiario. El precio del dólar se dispara y se recrudece la inflación.
La tasa de cambio oficial subió a 33,11 Bs/$. En 2023 el bolívar se ha depreciado casi 80 %, lo cual disuelve el equivalente en dólares del presupuesto nacional aprobado en bolívares. Al no mejorar la recaudación de impuestos, el gobierno se financia con emisiones de dinero inflacionario.
El precio del dólar aumenta, pero en un porcentaje menor que la inflación. En consecuencia, se aprecia el tipo de cambio real. Esto significa que el precio del dólar se abarata en comparación con el encarecimiento de los demás bienes y este dólar barato es lo que abarata las importaciones que compiten ventajosamente con la producción nacional.
Para frenar el precio del dólar, el gobierno aplica una política monetaria restrictiva con un elevado encaje legal que deja a los bancos sin liquidez para financiar la producción y el consumo. Pero esta restricción al crédito bancario frena el consumo privado, componente clave de la demanda agregada que mueve la economía.
El gobierno impide la creación de dinero bancario, pero no cesa de emitir dinero sin respaldo para financiar su propio gasto. Cada vez que el gobierno monetiza un déficit y lo financia con emisiones de dinero inorgánico, aplica un voraz impuesto inflacionario, toda vez que al inyectar esa masa de dinero a un mercado signado por altos índices de escasez, lo que hace es desquiciar los precios y recrudecer la inflación.
1. Claves para la reactivación económica sin inflación
No basta con atacar los efectos propagadores de la inflación, los cuales están asociados al financiamiento del déficit fiscal con emisiones de dinero sin respaldo en las reservas internacionales ni en la producción. Esto es necesario más no suficiente. Hace falta, además, atacar los problemas estructurales que origina la inflación, los cuales están asociados a la contracción de la producción agrícola e industrial que provee los productos imprescindibles para satisfacer las necesidades básicas de la sociedad.
Una buena política de incentivos fiscales, financieros y cambiarios para reactivar el aparato productivo interno se traducirá en la regeneración del tejido productivo y la multiplicación de empresas productivas que pagarán crecientes impuestos, ayudarán a equilibrar las cuentas fiscales y así evitar que el déficit público sea financiado con emisiones de dinero inflacionario.
Los productores agrícolas e industriales no pueden competir con importaciones hechas con un dólar barato, que además no pagan arancel ni tienen que cumplir con los requisitos sanitarios, laborales y ambientales que sí se le exigen al productor nacional.
Es necesario corregir la apreciación del tipo de cambio real que estimula las importaciones que arruinan la producción nacional y dejar que la tasa de cambio evolucione al ritmo de los demás precios hasta alcanzar una tasa de cambio que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional.
Un dólar más caro desestimula las importaciones y estimula la producción para exportar. También hay que erradicar la competencia desleal de las importaciones y favorecer la producción nacional. La competitividad auténtica, sin manipulaciones en la tasa de cambio, se logrará con el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas de la agricultura e industria para que así puedan competir en calidad y precios en el mercado internacional.
La industrialización antiinflacionaria
El primer paso de la industrialización antiinflacionaria es establecer un tipo de cambio que exprese la verdadera productividad de la economía no petrolera, una política arancelaria y tributaria que proteja el esfuerzo productivo nacional, la reducción del encaje legal para aumentar el financiamiento a la producción y el consumo, así como una gama de incentivos fiscales y financieros para la inversión productiva y el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas.
La reindustrialización antiinflacionaria está llamada a impulsar la transformación de una economía rentista, que poco produce y casi todo lo importa, en una nueva economía independiente y soberana. Es la clave para transformar el modelo extractivista en un nuevo modelo productivo capaz de sustituir eficientemente importaciones, diversificar la oferta exportable y, de esta manera, ahorrar y generar nuevas fuentes de divisas que nos hagan menos dependientes del ingreso petrolero.
La reactivación económica requiere servicios públicos de calidad. Pero los frecuentes cortes de energía, el racionamiento de agua, la escasez de gas, la mala calidad de las telecomunicaciones, y la escasez de combustibles representan grandes obstáculos para la recuperación de la actividad económica.
Obligan a paradas no programadas de la producción agrícola e industrial y a incurrir en sobre costos que castigan la competitividad nacional frente a los productos importados.
Los países que han alcanzado una creciente calidad de vida han reconocido la importancia de la industria como la fuerza motriz del desarrollo económico y social. En su proceso de transformación productiva, el crecimiento del sector manufacturero ha sido mayor que la velocidad de crecimiento del PIB, convirtiéndose así en el sector dinamizador del desarrollo económico y del aumento del grado de industrialización, es decir, de la contribución de la industria en la conformación del PIB, en comparación con el aporte de los demás sectores económicos.
La industrialización es un componente clave de la estrategia antiinflacionaria, toda vez que genera empleo productivo cuya remuneración no solo se traduce en demanda, sino que tiene como contrapartida una creciente producción de bienes y servicios. Al satisfacer la demanda interna con una producción industrial de creciente valor agregado, se evita que los ajustes en el tipo de cambio encarezcan el componente importado y aticen la inflación. De esta forma se contribuye a preservar el poder de compra de los salarios y a proteger el bienestar social.
Víctor Álvarez R. Es economista. Investigador/consultor. Premio Nacional de Ciencias.
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