La ira de los mansos, por Gioconda Cunto de San Blas
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Hace pocas semanas, la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) presentó la edición 2023 de su Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida (Encovi), la cual – a falta de estadísticas oficiales y creíbles – se ha convertido en una de las pocas herramientas a disposición pública para llevarle el pulso al país e informar sobre las disparidades socioeconómicas que vulneran los derechos esenciales de los venezolanos.
De la multiplicidad de datos presentado por Encovi, entresaco apenas unos pocos, suficientes para constatar una vez más el lamentable estado actual de pobreza del venezolano, como consecuencia de la permanencia por 25 años de un régimen que en su andar ha destruido un país que épocas atrás se comparaba en positivo con los demás países de la región en términos de progreso personal y colectivo.
La encuesta apunta a que la pobreza multidimensional alcanza 51,9 % de la población venezolana. A la vez, 82,8% de los hogares del país se ubicó en la categoría de pobres por ingreso, es decir, no contaron con dinero suficiente para adquirir la canasta básica. Traducido a términos macro, si el Estado quisiera reducir la pobreza extrema redistribuyendo sus ingresos fiscales en vez de estimular políticas de generación de riqueza, tendría que destinar 50,8% del ingreso petrolero al sistema de bonos y transferencias para que los hogares consiguieran pasar la línea de pobreza, un prospecto nada viable.
Otro aspecto es el de la vulnerabilidad social debida a la pobreza. Según Encovi 2023, la vulnerabilidad social afecta a 6 de cada 10 hogares (61,9%); de ellos, 78 % de la vulnerabilidad moderada o severa se concentró en el 30% más pobre, este último con un ingreso 30 a 35 veces menor que quienes tienen los mayores ingresos.
Los servicios sociales (agua, electricidad y saneamiento) y los problemas de salud y nutrición son las dimensiones donde los grados de vulnerabilidad social son mayores. Un estudio del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP; 2023) revela que la falta de acceso constante al suministro de agua ha llevado a que el 92,3 % de los consultados en 12 ciudades del país opten por almacenar agua para atender sus necesidades. El 54,7 % de los encuestados indicó que sufrieron una o más interrupciones eléctricas al día en sus hogares.
Un tema recurrente asociado a la pobreza es el tema educativo, tratado múltiples veces en este espacio. De nuevo, los datos de Encovi refuerzan lo anotado por otras fuentes a lo largo de los años: 66% de la población entre 3 y 17 años está escolarizada y 40% no asiste a clases con regularidad. «Se trata de 2,6 millones de niños, niñas y adolescentes que faltan algunos días a clases, y casi el 50% de las razones aludidas con mayor frecuencia tienen que ver con la falta del personal docente». A esto hay que sumar el creciente desinterés por continuar los estudios y el rezago escolar, un indicador que expresa los años de diferencia entre el grado/año que se debería estudiar, de acuerdo con la edad, y el que efectivamente se cursa o cursó. «Entre los niños y niñas de 7 a 11 años aumentó el porcentaje de los que tienen rezago (de 32% a 40% en varones y de 34% a 37% en las niñas), respecto a 2019-2020».
Los investigadores de la UCAB apuntaron seis puntos de trabajo en los cuales enfocarse, como un primer paso: políticas para facilitar el emprendimiento de la mujer; política de juventud para prolongar la permanencia de los jóvenes en la escuela y desarrollar políticas de primer empleo; política de apertura al mercado de energía y servicio públicos; redefinición completa de la política social; política de reforma en educación (eliminar el horario mosaico, de dos o tres días a la semana) y salud (reducir el gasto de bolsillo); por último, actuación coordinada sobre las áreas geográficas más vulnerables: fronteras y comunidades indígenas.
Si bien hay observaciones certeras a la metodología usada y a la interpretación de los datos, que requieren atención por parte del equipo de Encovi, la imagen general que trasmiten los valores publicados es la de una Venezuela depauperada en la que la mitad de la población vive en condiciones de pobreza. Trece millones de seres que calladamente luchan día a día para salir adelante en esa tierra hostil del desamparo, que podrían expresar su rabia contenida en las próximas elecciones, como una manera silenciosa de rebelarse ante tanta injusticia.
Ya decía Don Miguel de Unamuno, rector magnífico de la Universidad de Salamanca, al referirse al pueblo portugués, sacudido en circunstancias políticas de la época, que éste tenía «fama de ser un pueblo sufrido y resignado, que lo aguanta todo sin protestar más que pasivamente y, sin embargo, con pueblos tales hay que andarse con cuidado. La ira más temible es la de los mansos».
Gioconda Cunto de San Blas es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Investigadora Titular Emérita del IVIC.
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