La ley del silencio, por Teodoro Petkoff
El general Gómez decía que, para los amigos, todo; para los enemigos, la ley. El mismo criterio mueve a Chacumbele. Por eso el empeño del minpopopa’todo, Cabello, en sostener que no está haciendo otra cosa que aplicar la Ley de Telecomunicaciones. No obstante, por más esfuerzos que hace para convencer de que el arrebatón contra las 34 emisoras de radio tiene fundamentos legales, nadie se lo cree.
Para todo el mundo, desde los opositores al gobierno hasta sus partidarios talibánicos, aunque por razones opuestas, está claro que se trata de una medida política, de un zarpazo que busca reducir drásticamente el espacio para el ejercicio de la libertad de expresión. No es la ley, es la política chavista la que se aplica.
Los argumentos oficialistas sobre tales o cuales disposiciones de la Ley de Telecomunicaciones que no habrían sido atendidas por los radiodifusores afectados, son absolutamente especiosos. A nadie escapa que la clausura del circuito CNB, por ejemplo, no tiene nada que ver con alguna falla en el papeleo burocrático ante Conatel sino con la circunstancia de que a través de ese circuito se retransmitía, todas las tardes, el programa Aló Ciudadano. Reducir el alcance de este programa de Globovisión, cuya señal abierta no va más allá de Caracas y Valencia, pero que a través de CNB llegaba a bastantes más ciudades, constituye, por más que se afane el minpopopa’todo Cabello en disimularlo, la razón verdadera del cierre de ese circuito. Más aún, en el supuesto de que en el caso de algunas emisoras hubieran existido razones legales válidas, en las cuales apoyar la medida, aquellas no son sino la hoja de parra con la cual disfrazar el atropello para sacar del aire voces que hoy el gobierno no quiere oír.
En la radio, en su innegable diversidad informativa y opinática (porque son emisoras abiertas a todo el mundo), se oyen también voces que hoy el gobierno quiere callar. El gobierno lo que pretende es dejar sin voz a un país que cada día se le encabrita más.
La «filosofía» que subyace en esta ola represiva la expuso Hugo Chávez el 2 de marzo de este mismo año: «Si no fuera por estos medios, que están en manos de la oligarquía y atacan y mienten y manipulan tanto, el apoyo al Gobierno, a la revolución, estaría en mucho más del 80%». Aquí está la clave de la necesidad de callar las voces opositoras o meramente críticas, incluso si provienen de gente que es afín al «proceso». Chacumbele cree que silenciando al país podrá construir otra realidad, con base en las virtudes que atribuye a la manipulación mediática. Chacumbele quiere tener completamente libre el espacio mediático, para poder manipular a su antojo y sin «competencia». Pero, se equivoca. Contra la inflación, el desempleo, la inseguridad, el abuso de poder, el fracaso de las políticas oficiales, no hay manipulación que valga; es imposible maquillar ese desastre. El estruendo que produce la bancarrota política, moral y administrativa de este gobierno se oirá cada vez más duro, aún si cerrara todos los medios de comunicación.