La libertad de la periodista Mónica Baró traspasa los cercos de Cuba, por Ariadna García
Comencé a leer relatos de Mónica Baró en Facebook. Allí supe que era periodista, que vivía en La Habana y que era libre. La soltura con la que se mueve por las calles de la isla y la belleza que rescata de lugares que se caen a pedazos, te regalan un trozo distinto de ese país que ha estado prohibido para quienes no son cubanos y también para los que lo son. Mónica Baró habla y actúa desde la libertad que ella misma se ha peleado en Cuba, esa que eligió al hacer periodismo independiente, en medio de un sistema donde el aparato estatal lo aplasta todo.
Esta entrevista se realizó el 28 de marzo de 2019, a través de mensajes de voz para la sección Opinión del diario TalCual.
— ¿Cómo es hacer periodismo y vivir en un lugar donde hay tantas restricciones?
—Primero hay varias cosas que vas necesitando conforme las vas detectando. En el caso del periodismo he tenido la experiencia más directa de enfrentarme a las restricciones que hay dentro de Cuba, porque cuando me gradué me di cuenta de que el periodismo que yo quería hacer no era posible en mi país, de acuerdo con las leyes y con los medios existentes. Al graduarme en 2012 la mayoría de los medios eran estatales, no existían los medios independientes que hay ahora. Había un tipo de oposición que hacían mas bien activismo, blogs personales, pero no había medios independientes como los que surgieron a partir de la apertura de internet en 2013.
—¿Qué representaba hacer periodismo independiente?
—En 2015 apliqué a Periodismo de Barrio (medio independiente) y decidí ser parte de un proyecto que no tenía ninguna garantía legal, que implicaba una serie de riesgos, sobre todo, el mayor riesgo era ir a la cárcel por ejercer periodismo sin autorización, sin credenciales. Lo hice porque sentía que no podía esperar a que el Gobierno me diera permiso para hacer periodismo y siento que es la idea de toda esta generación de periodistas independientes que están trabajando ahora en Cuba. No podemos esperar a que el Partido Comunista de Cuba, a que el Estado cree las condiciones propicias para el ejercicio de la libertad de prensa y la libertad de expresión, para el ejercicio de un periodismo comprometido con la sociedad, comprometido con la búsqueda de la verdad antes que con un poder político. Entonces no están las condiciones, pero tienes que hacerlo y tienes que ir tú misma creando las condiciones. No puedes esperar a que el Estado te de los derechos que necesitas como ciudadano, que necesitas como profesional. Te los tienes que conquistar tú.
—¿Cómo es ese proceso en el que entiendes que vives sin libertades?
—Es un aprendizaje que tiene que ver con mi formación en la universidad. Las escuelas cubanas, sobre todo las universidades, te ponen en contacto con pensamiento crítico, te enseñan mucho marxismo y muchos marxismos. Afortunadamente yo tuve profesores buenos en la universidad. Te das cuenta al estar en contacto con las teorías del Socialismo, las teorías emancipatorias, de lo que ha pasado en América Latina con los movimientos sociales en distintos países. Estudias las relaciones de poder, los distintos marxismos que hay en el mundo y descubres que lo que tenemos en Cuba no es Socialismo y que no es un proyecto emancipatorio. Lo mismo pasa con el periodismo, cuando te enseñan a pensar críticamente la comunicación y aprendes los distintos modelos de comunicación y toda una serie de teorías que te ayudan a pensar tu realidad y esos propios modelos de prensa. Luego llegas a esos sitios de trabajo y la decepción es muy grande porque nada de lo que aprendiste lo puedes implementar.
—¿Qué opciones tenías al salir de la universidad para ejercer periodismo?
—Primero te das cuenta de que lo que estamos haciendo está mal, que es insuficiente y que no hay ninguna voluntad dentro de las estructuras del Gobierno, que son los únicos que pueden hacerlo, de cambiarlo. Solo te quedan estas opciones: ser parte del sistema con ese modelo de prensa, en mi caso como periodista, ponerte a hacer otra cosa dentro de Cuba o emigrar. Lo otro que puede pasar es que emigras a otra profesión, yo empecé a emigrar a las Ciencias Sociales, iba a ser investigadora hasta que aparece Periodismo de Barrio y ahí es donde empiezo a experimentar el periodismo de investigación, el periodismo libre, como yo lo imaginé en algún momento.
Las discusiones en torno a la falta de libertad de expresión en Cuba se registran desde los años 60, 70 y 80, asegura la comunicadora social. La voz de Mónica toma otro ritmo mientras lo cuenta. Uno que tiene la premura de ver que las cosas siguen inmóviles. «Cuando revisas los acuerdos, las discusiones de los congresos de la Unión de Periodistas de Cuba (UPC) desde los años 80, te encuentras con que están discutiendo los mismos temas.
Cuando me gradué y empecé en Periodismo de Barrio, me di cuenta de que no quería pasar 30 años más discutiendo lo mismo, para mí era muy frustrante que el país, que otros periodistas llevaran todo ese tiempo planteando lo mismo y de pronto verme diciendo las cosas que ellos habían dicho 30 años atrás. Sencillamente no veía ningún cambio en ese modelo de prensa, para mí había que salirse de allí, hacer otro modelo y ser parte de otra cosa, por eso es que decidí hacer periodismo independiente, porque yo no veía hacer periodismo dentro de un modelo que básicamente respondía a los intereses del partido», dice.
Baró también relata los cambios que se han dado en la isla en los últimos años. «El mandato de Raúl (Castro) en sí fue un giro grandísimo en comparación con el de Fidel. Con Raúl hubo una reforma migratoria. Antes de Raúl si tu salías del país tenías que entrar antes de los 11 meses, de lo contrario perdías tu residencia en Cuba y eras declarado emigrante, eso implicaba la pérdida de derechos como ciudadano cubano. Esta reforma con Raúl ocurre entre 2013 y 2014 que te permite estar fuera del país por dos años antes de volver a regresar. Además, autorizó las ventas de las viviendas. Antes las personas que emigraban tenían que dejar las casas y las perdían, de hecho, tampoco podían venderlas, legalmente lo que pasaba es que había un traspaso una permuta. Ahora tú puedes comprar tu vivienda y venderla, parece una tontería, pero en el caso de Cuba es importantísimo».
La dictadura de la carne
La escasez de comida en diciembre no arruinó la cena de Navidad de Mónica. En un relato breve y gracioso, la periodista contó que no sucumbiría ante lo que llamó «la dictadura de la carne». El plato que usualmente se sirve durante esos días pasó a ser no convencional: se llenó de vegetales y de colores. Lo poco que tenía lo compartió con amigos y mantuvo el espíritu de fiesta íntegro, según se dejó ver en la narración. Mónica Baró le toma el pulso a las desventuras, las convierte en historias fascinantes, que lejos de espantar te llenan de intriga y te hacen conocer a la Cuba de hoy, esa que no descansa por conseguir libertades, la que se sobrepone a los huracanes y ciclones.
—¿Cómo se encuentra la escasez de alimentos?
—Ahora mismo hay una crisis tremenda en el país con la alimentación, pero no tanto como la del Periodo Especial (1990). Uno va a las tiendas y las neveras están desconectadas, no hay nada. A fin de año el pan estaba racionado, ahorita los huevos están carísimos, el aceite está perdido. Ahora está empezando a verse una crisis en comparación con los años anteriores, que tiene que ver con las deudas que mantiene Cuba con otros países y las limitaciones para que crezca la economía. Todavía no se han hecho las aperturas suficientes para que la economía cubana se desarrolle.
—¿Es Cuba insegura, se puede salir de noche y caminar sin problema?
—La seguridad es real. Sí hay violencia y hay homicidios, pero relacionados con conflictos interpersonales, casi siempre pasa entre personas que se conocen, no hay estadísticas sobre eso en Cuba, toda la información se controla en los centros estatales. Todas las investigaciones en universidades son estatales. Las únicas personas autorizadas a hacer encuestas son las que pertenecen al Estado, entonces toda información relacionada con el tema, pasa siempre por el filtro estatal y, sobre todo, en cuanto a la violencia no hay estadísticas actualizadas, ni sistemáticas. Yo salgo, no me limito a la hora de regresar, ni a los lugares a los que voy, evito exponerme a una situación de peligro, pero, por ejemplo, nunca he sido asaltada en Cuba, ni me han intentado violar, no quiere decir que no pase, pero no es frecuente. Uno oye historias porque además no salen en ningún medio de prensa, pero no es usual. Puedes caminar cinco cuadras a las 3 de la mañana y no pasa nada. Las posibilidades de que pase algo son muy pequeñitas.
—¿Está mal reír en dictadura o es algo que se puede permitir?
—Imagínate si desde los años 60 Cuba entera se hubiera puesto de luto por todas las cosas que hemos vivido, por todas las restricciones que hemos tenido o desde el 75, cuando empezó la época más fuerte de la represión. Pasó que gran parte de las personas de oposición se fueron, dejaron sus casas, unos pensando que iba a haber elecciones, que iba a acabar rápido, otros se dieron cuenta por el desarrollo de los acontecimientos que nada se iba a acabar. La mayoría se fue con la expectativa de que esto iba a ser algo pasajero, sin embargo, en los 70 comienza la represión más evidente hacia los homosexuales, hacia los artistas, las personas que eran críticas con el gobierno, que no necesariamente eran críticos, pero que si algún funcionario se imaginaba que eran críticos ya aquello era suficiente para reprimirlo y mandarlo a las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), que eran campos de concentración de trabajo (no similares a los nazis, ni mucho menos, pero eran campos de concentración). Ahí es cuando empieza a evidenciarse que hay más represión dentro del proceso revolucionario.
Imagínate si desde esa época nos hubiera dado por estar tristes. Hay motivos para estar triste, hay motivos para adolecerse, para no celebrar, pero ha sido demasiado tiempo, entonces no puedes dejar de vivir, ya llevamos 60 años en esta historia y ha habido cosas muy buenas, porque al final la revolución es una cosa que hicimos nosotros y eso es algo que se pierde de vista, que no fue un proceso del Gobierno. En Cuba la revolución fue un proceso que involucró a todo el mundo, de una manera u otra, cuando se hizo la campaña de alfabetización y se fueron muchachas de 13 y 14 años a alfabetizar lejos de sus casas y de sus familias a unas montañas a enseñar a leer y escribir a familias que desconocían, eso fue real, eso no fue propagandístico, ese sentimiento de -yo quiero transformar mi país fue real-.
La complejidad de entender a Cuba
Para Baró el apoyo a la revolución del 59 y los 60, “todavía es real en muchos aspectos”, no obstante, aclara que es complejo de entender. La periodista considera que en la actualidad los cubanos tienen muchísimos motivos para estar tristes y enojados, pero también para enorgullecerse. “Son nuestros logros. Lo que pasa es que el Gobierno los hace ver como sus propias victorias, como sus conquistas, como algo que le debemos y eso no es verdad. Eso sería como renunciar a la revolución como tu obra, porque al final eres tú quien lo hizo, al final es el Gobierno quien te debe a ti”, subraya.
“Sobre las restricciones que hay, también existe un punto en el que las tienes que superar. Las injusticias, las desigualdades que hay, están ahí, pero no puedes dejar de vivir, la vida continúa y es así. Las causas necesitan a personas felices”, expresa. Las publicaciones de Baró muestran los rostros y las manos de un país que no ha dejado de trabajar en los últimos 60 años y que todavía conserva el espíritu de la libertad y la alegría. Uno que el 13 de mayo de 2019 salió a las calles de La Habana a una manifestación, no autorizada por el Gobierno, de personas LGBTI. Las autoridades pidieron a los manifestantes suspender la caminata, situación que terminó con unas tres personas detenidas, según reseñó el diario español El País.
—¿Qué se busca para sobrevivir en un país cercado?
—Creo que las personas en todas las circunstancias tienen que buscar momentos para reír, de felicidad, de celebrar la vida, incluso en las circunstancias más aciagas tienes que buscar los motivos, porque estás vivo y eso te da la posibilidad de hacer muchas cosas. Si los mismos esclavos encontraban motivos para bailar, para encontrar su música, practicar sus religiones, para amar y no tenían libertad porque estaban esclavizados y sometidos a circunstancias opresivas y denigrantes. Ellos encontraban momentos para estar felices y para continuar creyendo en las cosas que les eran importantes, cómo yo que soy una mujer libre -entre comillas- con mis restricciones, voy a estar seria y amargada hasta que no tengamos el país que soñamos. Si te pones a pensar así nadie viviría. Hay momentos para defender una injusticia y también para celebrar, eso te da fortaleza para seguir luchando por las cosas en las que crees, porque parte de la rebelión contra los sistemas opresivos es eso: preservar tu alegría, no dejar que te la quiten, eso es lo último que no te pueden quitar, esa dignidad de decidir de qué te ríes, de festejar que estás viva, que tienes salud e imaginación para luchar contra las restricciones que hay y esa lucha no la imagino con caras serias y grises, yo me la imagino con mucha alegría.
Mónica Baró es periodista independiente, nacida en La Habana en 1988. Se graduó de Periodismo en la Universidad de La Habana en 2012. Trabajó para la revista estatal Bohemia entre 2013 y 2014, luego en el Instituto de Filosofía de Cuba. En 2015 formó parte del equipo fundador de Periodismo de Barrio, donde fungió como reportera y miembro de su Consejo Editorial, hasta 2018. Actualmente, colabora con El Estornudo y reside en La Habana.
Fotos: Mónica Baró