La Libertadora, por Carolina Espada

A Misón con amorsote, ¿bailamos?
“Puta nunca he sido, así que cuando estaba en la carrera de Letras, en aquella universidad católica tan llena de curas, me costó trabajo abordar la investigación que deseaba hacer”.
Así nos dijo Kaki Granada tan pronto tomó la palabra en nuestro “Club de los Corazones en Cuarentena” vía Zoom. Allí, en la pantallita del celular, estábamos todos cuadriculaditos, en pijama y con unos cuantos kilos de más. La única que estaba bien vestida (al menos de la cintura para arriba) era Kaki, pues le tocaba hablar. Era parte de una serie de charlas que nos inventamos en nuestro tiempo tan libre y que llamamos: “Un día; una avenida”. Lo que fuera con tal de matar el aburrimiento colectivo y dejar de comer compulsivamente.
“Les cuento que me había leído ‘La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria’, de José Donoso, y quería escribir al respecto. Hasta ese entonces eso era lo más spicy-hot con lo que me había topado y quería saber si era erotismo o pornografía. Excusa perfecta para leer literatura –¿o era subliteratura?– very trully deep inside porn”.
¡Qué mala costumbre tiene Kaki de estar siempre switching al inglés… aunque desde hace mucho que eso está de moda. El motorizado de la oficina me dijo que le iba a hacer un capture a una captura de pantalla; y en la invitación al bazar de Navidad de la compañía anunciaban que, con la entrada y la rifa, se recibiría un supersize free brownie. Y yo dije: “¡Upa! Oh, my God!”.
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“Me leí una docena de libros: que si “Fanny Hill”, “Delta de Venus”, “Historia de O”, “El amante”, “Los 120 días de Sodoma”, “La venus de las pieles”, “Lolita”, “Opus Pistorum”, “El amante de lady Chatterley”, “Memorias de una princesa rusa” –que fue algo tremendo–, “The Group” -que no me gustó-, otro que no me acuerdo, y terminé con “Kamasutra”, que resultó ser un fastidio portentoso e inusitado y entonces no contó”.
Y allí estaban algunos de los del grupo apuraditos tomando nota de los títulos. Y es lo que siempre he dicho: la letra, con sexo, entra.
“A lo mejor no me lo creen, pero como seguía siendo virgen y no tenía con quién hacer prácticas docentes, resolví realizar una investigación de campo, de avenida, y me fui a la Libertador by night vestida de mujerzuela de moral muy distraída. De esas que llegan a la vida a levantarle la moral al regimiento”.
La verdad es que esta Kaki es un personaje…
“Comprenderán que la competencia era feroz y las colegas me veían con cara de ¿y quién será esta mamarracha con ese disfraz? Ahora que lo pienso, yo en realidad estaba vestida de algo así como de SuperPut. Lo que me hacía falta era la capa. Pero yo juraba que era una más del batallón y estaba allí a mis anchas tipo camaleona. Y no me dijeron nada ni se pusieron territoriales, pero no se me acercaron. ¡Y no habían pasado 20 minutos y hubo una redada y yo que nunca había corrido con tacones! ¡Y qué vergüenza con la fraternidad, nos agarraron sólo a tres: a una bizca que se parecía a la Chilindrina y que se destaponó contra un poste; a una con un collarín que ni corrió; y a la hija de la señora Olga Patricia, o sea, yo. Déjenme tomar agüita.
Y Kaki tomando su agüita y yo pensando: después uno va y cuenta esto, y le dicen que no es verdad, que está inventando.
“¡Me ficharon! ¡Foto de frente! Mete la barriga. ¡Foto de perfil! Y me dijeron una que otra procacidad, que las lecturas realizadas en la magna casa de estudios superiores no habían recogido. Por supuesto que no me creyeron cuando les juré que era una alumna distinguida –con 19.3 puntos de promedio–, y que me dejaran llamar a mi mamá, que por suerte era viuda. ¡¿Se imaginan a mi pobre papá?! Pobrecito, tan bello él. Y Olga Patricia se apersonó cual mapanare de ojos verdes a la una y media de la madrugada. Los funcionarios se asustaron y todo. Yo nunca había visto a mi mamá tan brava: me sacó de la comisaría a punta de pescozones y no me dejó salir con mis amigas por lo que quedaba del año. Fin. Ya”.
¿Pero y el trabajo, Kaki?
“¡Ah, bueno, el profesor Ítalo Tedesco me puso 20 y casi me convenció para que ampliara, profundizara y convirtiera eso en mi tesis de grado, pero yo resolví escribir un tedio sobre el teatro en la Caracas colonial. Creerán que soy muy inteligente, pero la verdad es que soy bien tonta y había aprendido a que me debía comportar. ¡Ay! ¡Tengo ganas de coger otra vez para la Libertador con mis zapatos de goma y una capa dorada!”.
Escritora