La macabra conducta del régimen cuando hay «visita», por Beltrán Vallejo
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Hay acciones de la tiranía madurista que escapan a la sindéresis y al razonamiento político más básico. Por ellas se dice que el régimen de Maduro no es una dictadura convencional, porque no entran en el ámbito de la política sino de la truculencia más macabra cuyos efectos nocivos caen sobre los millones de venezolanos de adentro y de afuera del país.
Digo esto porque cómo se explica que a estos desalmados de Maduro se les haya ocurrido ejecutar una razia represiva en plenos instantes de encontrarse en el país una comisión de la Unión Europea, en tareas de evaluar técnicamente las condiciones para que dicho organismo internacional pueda estar presente en las próximas elecciones regionales; pero considerando que lo que se está convocando tenga antecedentes de garantías democráticas y de voluntad política de realizar unos comicios con el aval del cumplimiento pleno de los derechos políticos de los venezolanos.
Pues, vean que el régimen lo que le presentó a los europeos fue su brutalidad, al capturar a un Freddy Guevara que salió de la embajada de Chile para realizar tareas de negociación con la tiranía, para que la oposición más vertical participe en esas elecciones; y no contentos con eso —y reitero que lo hace en presencia de esa comisión— hasta se llegaron a la residencia de Guaidó donde hicieron un «amague» de detenerlo.
Recalco que fueron tan obscenos e impúdicos en su talante represivo que no le «pararon pelota» a la presencia de la Unión Europea en el país, ni consideraron el hecho de que también se estaba anunciando la suavización de algunas sanciones, que tienen que ver con la norma emitida por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos donde se autoriza a las compañías no estadounidenses a exportar gas licuado de petróleo a Venezuela sin arriesgarse a ser sancionadas, viéndose esto, entonces, como un gesto humanitario.
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Y esta insensatez no es la primera que cometen cuando tenemos «visitas» de actores internacionales cuya presencia obliga, así sea por prudencia, a que Maduro no presente su cara más feroz como tiranía para así no caer del todo en el aislamiento y la condena internacional.
Así pasó cuando, dos días después de la visita de Michelle Bachelet a Venezuela en el año 2019, muere el capitán Rafael Acosta Arévalo en custodia de las fuerzas de seguridad y con evidentes signos de tortura.
Y lo mismo ocurrió cuando en el 2018 el concejal Fernando Albán fue lanzado desde el décimo piso del edificio del Sebin en Plaza Venezuela, y lo hicieron estando en el país el senador de Estados Unidos Bob Corker, quien presidía la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara Alta del Congreso norteamericano y que en aquel momento venía de reunirse con varios sectores, incluyendo la gente de Maduro y con la red de parlamentarios estadunidenses y venezolanos del denominado Grupo de Boston, considerada una oportunidad perdida para mejorar las relaciones entre Washington y Caracas. Imaginamos cómo quedó ese gringo de contrariado en sus esfuerzos de negociación con esa brutalidad cometida ante sus propias narices.
¿Qué pasa con estas barbaridades? ¿Es que a Maduro le importa un pito la comunidad internacional? ¿Le importa un pito que le impongan más aislamiento y más sanciones? y que, como se sabe, es la manera como Occidente castiga a los gamberros del mundo como él, como Putin y Díaz-Canel, como los mandarines de la China totalitaria y como los iraníes.
Lo malo es que estas tropelías del irresponsable de Miraflores las pago yo y las paga usted que me lee.
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