La mala conseja del ego, por Pablo M. Peñaranda H.

Twitter: @ppenarandah
Uno que otro domingo de aquella época, éramos invitados a unos almuerzos como dos integrantes mas de una afectuosa y numerosa familia donde habían tres profesores universitarios. Aquellos almuerzos eran una verdadera delicia por los platos también sazonados y presentados que aparecían sacados de las revistas que promocionan restaurantes de abolengo.
Los hermanos se turnaban cada domingo para dirigir los eventos en la cocina y se tomaban muy en serio su papel de chef. Era la época de la ausencia de nuestra hija Claudia por su Doctorado en España y nuestra congoja se disipaba siempre en aquel ambiente lleno de fraternidad.
Uno de esos domingos, las bebidas y otros jugos me obligaron a pasar por el baño y al entrar, en una primera mirada, veo un libro mío recién bautizado sobre el tanque de la poceta sin explicación alguna sentí un malestar extraño que se acrecentó cuando leí la dedicatoria.
Al salir del baño aquel ambiente tan agradable comenzó a disipar mi malestar sobre todo al presenciar como aquella familia trataba tan amablemente a los jóvenes y con tanta dulzura a los niños, de manera que en la despedida, nuestras gracias por la invitación era la expresión alegre del corazón.
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Al día siguiente era costumbre realizar la reunión del consejo de redacción de una revista que yo muy orgullosamente coordinaba como director adjunto. El consejo lo integraban varios profesores amigos con quienes siempre era un verdadero agrado compartir un café o alguna conversación previa a la reunión.
Uno de sus integrantes tenía una amplia cultura, había sido mi profesor y era hombre bueno en el buen sentido de la palabra bueno. Ahora en el papel de amigo siempre nos deteníamos a una charla amena, por sus recomendaciones tuve la dicha de leer el libro Marca de Agua (Joseph Brodsky) quizás el libro mas hermoso que se ha escrito sobre Venecia, el caso fue que le comenté el fenómeno extraño vivido y el de inmediato paso a no darle importancia al lugar donde se encontraba el libro y con la frase «salvando las distancias» me contó que el sucedido Van Gogh en una oportunidad al pagar el alquiler con un cuadro, la dueña de la casa lo utilizó para tapar el hueco del gallinero y sus biógrafos comentan que mas de una obra terminó como diana en un ejercicio de puntería en aquellos lares. Pero no se detuvo allí, me narró que un prestigioso economista había tutorado una tesis doctoral que fue aprobada con honores y una vez publicada el nuevo Dr. le dedicó el libro con palabras de agradecimiento infinito.
Unos cinco meses después, el laureado profesor invito a su antiguo tutorado para que presenciaran en su casa un partido de béisbol de las grandes ligas. En esa época era muy frecuente que el televisor se encontrara en el cuarto principal de manera que con un par de sillas a cada lado de la cama se resolvió la situación.
A la altura del quinto ining una decisión del umpire detiene el juego y los cuatro fanáticos se disponen a una nueva ronda de whisky, en ese preciso momento el invitado observa que la cama tiene una pata construida con varios libros y nota que uno de ellos era su libro.
No pudo contener el malestar e inventó una enfermedad para salir de esa casa lo más rápido posible, al llegar al automóvil, le confiesa a la esposa lo sucedido y esta le responde que de haberle hecho caso, sobre un capitulo que no debió incluir, posiblemente un distinto grosor se hubiese salvado el libro de convertirse en una pata de cama.
Este comentario abrió más la herida por lo que huyó de escenario como alma que lleva el diablo.
Nuestro amigo sentenció «Este no es tu caso, mientras un libro pueda abrirse tendrá siempre la posibilidad de ser leído y además los libros son largas cartas escritas a los amigos y ellos pueden leerla donde mejor les plazca».
Todos esos comentarios educaron un poco más mis sentimientos y ciertamente un lector lo es, donde le plazca leer.
Nada mas eso quería contarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en Sicología y profesor titular de la UCV
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