La maldición de los contenedores, por Beltrán Vallejo
Una imagen transmite más que mil palabras, definitivamente. Sobre todo en estos tiempos donde impera lo iconográfico. De todos los sentidos, la vista es la que más nos llena de significados en estos momentos de lo efímero. En ese contexto, en plena y aguda crisis por el poder en Venezuela, ahora en los medios de comunicación se ha impuesto la imagen de unos contenedores clavados sobre el limpio asfalto de un puente binacional. ¿Qué transmiten estas figuras metálicas?
En principio, está el choque entre dos enfoques agudos, referidos a lo siguiente: está el enfoque satanizador del gobierno, el cual plantea que la “ayuda Humanitaria” es una mampara invasionista de fuerzas extranjeras; por lo que para Maduro y sus acólitos, los contenedores son como una especie de muralla a la troyana. En cambio, para la sociedad democrática, los contenedores simbolizan la crueldad de una tiranía negándose a reconocer que el país sucumbe en calamidades nutricionales y de salud, y que amerita de ayuda internacional, cuanto antes.
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Pero quisiera aportar un poco más en eso de los símbolos, considerando igualmente que la confrontación que vive Venezuela entre democracia y dictadura, además de política, social e internacional, también es simbólica.
Para mí, estos contenedores simbolizan las causas de que estos 20 años de chavomadurismo sólo hayan dejado estragos para millones de venezolanos: una de ellas es el despilfarro, y la otra el fracaso del modelo económico denominado “agricultura de puertos”; me explico:
Sobre la primera, por supuesto que los contenedores me hacen recordar el célebre caso “Pudreval”, como bien se le denominó. Esos contenedores nos remiten a aquel año 2010 cuando se hallaron 170 mil toneladas de alimentos importados, pero descompuestos, que llegaron a Puerto Cabello a través de la empresa estadal Pdval, perteneciente a Pdvsa.
A nueve años de aquel escándalo de deslave irracional de importaciones desordenadas y signadas por la corrupción, ese sonado caso quedó sin ningún preso; y a la luz actual de hambrazón generalizada, crece la sombra de culpabilidad de un Chávez y de un Rafael Ramírez, ya que fueron los jefes de una política gubernamental que propició el despilfarro.
Se recuerda que el propio Rafael Ramírez, en el año 2009, reconoció que se habían destinado 2,2 millardos de dólares para la importación de más de 143 mil toneladas de alimentos, de los cuales se distribuyeron apenas el 14%;¡ qué cachaza!
De manera que esos contenedores en el puente de las “Tienditas” me hacen llorar, y hacen llorar a toda Venezuela, considerando que cuando se hallaron los de “Pudreval”, el precio de los alimentos que se perdieron osciló en unos 2.000 millones de dólares en el mercado internacional de entonces
Por supuesto que también nos remite a otra verdad sobre la escasez de alimentos; me refiero a esa “agricultura de puertos” que se impuso en todos esos años de boom petrolero, donde no se fortaleció la producción agroalimentaria nacional, sino que se hicieron pingues negocios de importación con los demás compinches internacionales. Por ejemplo, Venezuela fue productora y exportadora de café desde la época de la Colonia, y gracias a Chávez y a Maduro, gracias a su agricultura de puertos, terminó el país comprándole el café a los nicaragüenses, igualmente con la leche, con la carne, con el pollo, con la azúcar, y un largo etcétera; y en ese escenario de calamidad para la seguridad alimentaria, floreció en el generalato y en los boliburgueses la corrupción con los dólares regalados. Así nos condenaron al hambre que hoy agudamente vivimos.
Todo eso simbolizan esos contenedores en el puente. ¡Malditos sean ellos!