La mano que mece la cuna, por Beltrán Vallejo
Mail: [email protected]
Disculpen lo rimbombante del título de este artículo, pero con esto doy mis apreciaciones en torno a una influencia tras bastidores que gravita en buena parte de lo que intenta imponer Nicolás Maduro: esa influencia es Rusia; esa es “la mano que mece la cuna”.
Desde aquellos tiempos cuando Chávez compró y que 100 mil kaláshnikov y cuando compró helicópteros y tanques rusos, y después cuando ese fulano pasó a la compra de misiles antiaéreos que llaman “SAM”, la sombra rusa ha crecido a los niveles del tamaño del Santo Ángel. Rusia está involucrada en un grandísimo endeudamiento con Venezuela que es problemático y lleno de engorrosa opacidad, hasta que estallan las cosas de esa pérfida deuda en el mercado bonista internacional.
Rusia está involucrada en una gran presencia de negocios, convenios y empresas de ese país en tierra venezolana. Rusia también está involucrada en el sostén y defensa del régimen, ya sea con inteligencia y contrainteligencia, asesores, mercenarios y tecnología; y ahí está Rusia defendiendo a Maduro, ya sea en la ONU como en las conversaciones de boquita a oreja entre Trump y Putin. Y Rusia también monitorea hasta las machangadas políticas, como cuando Luis Parra y otros malandros asaltaron la Asamblea Nacional el 5 de enero de este año; por ahí existen declaraciones de prensa del mes de diciembre del 2019 que evidencian la atención de los rusos sobre ese asuntico y como ellos perfilaron lo que iba a pasar en aquel funesto día para las instituciones democráticas.
*Lea también: El régimen desbloqueó sus ambiciones capitalistas, por Wilfredo Velásquez
No me caben dudas que el aliento ruso, o mal aliento, está aupando esas elecciones parlamentarias que ya de por sí están descalificadas y mal señaladas acusatoriamente por el denominado “mundo de las sociedades libres y democráticas de occidente”. ¿A quién fuera de Venezuela le gusta esa elección? Pues respondemos que a Putin; y que no sólo le gusta, sino que también anda detrás de su realización para ratificar “legalizadamente” la expropiación de todo en lo que ha metido su mano en nuestra patria, esencialmente gas, mucho gas, y petróleo, a los que le serían arrancados su venezolanidad; además de lo que tiene que ver con el aumento de la deuda que Rusia impone sobre Venezuela y que amerita más legalidad en una asamblea electa, pero sobradamente madurista. Ahora bien, en todos esos aspectos de intereses rusos en nuestro país, Putin amerita de una Asamblea Nacional que más o menos se aproxime a eso de ser parlamento, cuestión que ni la ANC de Diosdado ni la asamblea de juguete de Parra lo lograron por la chambonería en ellas.
Igualmente, es de inspiración rusa ese parapeto denominado por Maduro como “ley antibloqueo”. Humildemente digo, porque no soy un historiador calificado, que párrafo por párrafo y artículo por artículo, esa ley pinta la experiencia de transición que hizo la extinta Unión Soviética estatista y delincuencial hacia el capitalismo salvaje y macrodelincuencial también que hoy impera en Rusia, siendo eso un proceso que se gestó durante el gobierno de Boris Yeltsin y que hoy tiene su momento cumbre con Vladimir Putin.
La ley antibloqueo está añejada con la experiencia privatizadora que se vivió con la caída de la Unión Soviética, proceso donde salieron beneficiadas las potencias extranjeras y los intereses trasnacionales que auparon el fin de la URSS, y donde también salieron beneficiados el burocratismo del Partido Comunista más el crimen organizado.
En Venezuela sí se está viviendo una transición, pero a lo ruso, donde se está sepultando el estatismo chavista e implantándose el madurismo putiniano.
¡Qué bien hijo de “Putin” es Nicolás Maduro!
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo