La máquina de la perversión, por Luis Ernesto Aparicio M.
Hasta ahora no existe una «máquina de la perfección». Ella es una idea muy abstracta que puede interpretarse de muchas maneras, y en términos literales no existe una máquina física que se ocupe de lograr la perfección en todos los aspectos de la vida. También es bueno refrescar la idea de que la perfección es subjetiva y depende de la perspectiva individual o cultural.
Pero también su némesis, la «máquina de la perversión», parte del principio o enfoque con la que se puede medir la existencia de una «máquina de la perfección». Ella también posee su ángulo desde lo abstracto y puede ser interpretada, como su contrario, dependiendo del contexto en el cual se le ubique.
En ese sentido, intentaré aproximarme a una mínima interpretación de esa «máquina de perversión»; esa que rige los destinos políticos y económicos de Venezuela y que no es otro que el régimen que encabeza Nicolas Maduro y su combo.
Por cierto, este artilugio es más sagaz que cualquier otro estilo impuesto durante las viejas y nuevas dictaduras del hemisferio occidental, para no incluir a la que mantiene Putin y otros que andan regaditos por aquellos lados.
Más allá de acabar con un sistema democrático, sus virtudes y defectos, el estilo de «mandar» de Maduro, Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello y para no dejar, la hermana del segundo, se han ocupado de trabajar en mantener su permanencia en el poder, lejos de intentar hacer uso de esa «astucia» para aliviar los males del pueblo venezolano, sus mentes solo se concentran en ellos mismos.
Aprendiendo de Hugo Chávez y uno que otro consejo proveniente de la vieja dictadura cubana, el equipo que han estructurado, forma parte de un engranaje de perversión que les ha garantizado el poder por períodos consecutivos. Y es que, para ellos y sus objetivos, ya no hace falta acudir al escrutinio del ciudadano común para determinar si permanecen en control o no.
El pueblo era antes, ya que ahora no les interesa y hasta sienten que pueden prescindir de este. Si no es así, basta con verificarlo con los resultados anunciados por el CNE al final del referéndum sobre el Esequibo. Aunque el anuncio de la «enorme» participación y su resultado, se sabe como una gran mentira, la misma maquinaria perversa, mantiene su discurso como si se tratara de una realidad.
Esto obedece a la forma como han controlado todos los contrapesos que existen en una democracia libre: legislativo, poder judicial (fiscalía y tribunal supremo), fuerzas armadas, poder electoral y otros por allí, son la realidad que ese régimen le preocupa y ocupa ante la amenaza de perder la opción de continuar conduciendo el tren sin frenos de la crisis que han creado, el cual, por cierto, en algún momento se estrellará o conseguirá que algo lo detenga.
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La última muestra de perversión ha sido la forma como han escurrido la presión sobre la creación de un, citando una declaración del jefe de la delegación negociadora de la oposición venezolana, «un procedimiento, ya sea administrativo o judicial, mediante el cual todo candidato a la presidencia que esté sometido a una inhabilitación administrativa deba respetársele se derecho constitucional y rehabilitar». Desde cualquier punto de vista, está claro que el comprometido, el del poder, debe cumplir con lo acordado. Pero no ha sido así.
Lo que ha interpretado esa «máquina perversa» ha sido muy usual en ellos, puesto que, si esa declaración cita textualmente lo acordado, le abre la puerta para que ella actúe conforme a sus objetivos –permanecer en el poder– y extienda la señal esperada a uno de sus engranajes –el judicial– para que inicie todo lo correspondiente al ajuste de una mentira para convertirla en verdad.
No es cuestión de ganar tiempo y extender el momento de su inevitable derrota, como expertos han comentado; es una situación de compromiso entre ellos para sostenerse en el lugar en el que se encuentran sin que nadie –por ahora, como dijo aquel– les pueda retar en un proceso electoral libre y limpio de sus artimañas.
Por lo pronto, pasar por una sala constitucional formada por militantes y simpatizantes de esa «maquinaria perversa» es recibir la respuesta esperada por todos. Eso sí, nada ceñido a la Constitución, más bien ajustada a la manipulación de «jueces», cuyo currículo no les alcanza para servir de jurado en algún concurso de disfraces, pero que son alimentados desde ese siniestro artificio.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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