La Marcha de la Dignidad y la Libertad, por Vladimiro Mujica
En 1930 se produjo un evento extraordinario que cambiaría la historia de la India y que constituiría uno de los acontecimientos centrales en el nacimiento de los movimientos de desobediencia civil no violenta. La Gran Marcha de la Sal, convocada y liderada por Mahatma Gandhi, constituyó un acto singular en la campaña de liberación del dominio británico. Durante la marcha, que cubrió un recorrido de unos 400 kilómetros, miles de indios siguieron a Gandhi en su protesta por los impuestos a la sal y enfrentaron la represión de las fuerzas británicas.
Eventualmente la Marcha de la Sal, y el movimiento de protesta que la misma desencadenó, atrajo atención mundial al movimiento de independencia de la India a través de una extensa cobertura de medios de comunicación. El concepto de la desobediencia civil no violenta ha tenido una influencia fundamental en la evolución de los conflictos contra gobiernos autoritarios y situaciones endémicas de injusticia social, desde el movimiento de Martin Luther King, hasta la caída de Milosevic en Serbia.
El proceso de crecimiento y consolidación del liderazgo de María Corina Machado (MCM) en la población venezolana de todos los estratos sociales y simpatías políticas es verdaderamente notable en nuestra historia reciente. En las zonas populares del país, MCM es recibida como un figura que representa el bien y la reconciliación a los que aspira la nación.
Su base de apoyo incluye a los chavistas descontentos, al chavismo disidente y, por supuesto a venezolanos cercanos a cualquiera de los partidos y organizaciones de la sociedad civil democrática. El régimen conoce esta verdad, sabe que ha perdido el apoyo popular y por eso se aferra hoy más que nunca al poder a través de sus tres herramientas: miedo, hambre y represión.
El ejercicio brutal y sórdido del poder ha corrompido a todas las instituciones del Estado y ha transformado el proceso electoral para elegir a un nuevo presidente en un ejercicio de discriminación, un verdadero apartheid, contra la mayoría del pueblo venezolano. En un ejercicio tramposo, en abierta violación de la Constitución, no solamente se inhabilita a MCM, sino que se impide por la vía de los hechos la inscripción de Corina Yoris, designada por MCM, quien había obtenido un claro mandato en la Primaria, para reemplazarla. El descaro y abuso del régimen, y la violación de los Acuerdos de Barbados, ha sido duramente rechazados, inclusive por algunos de sus más cercanos aliados en Latinoamérica, como Lula y Petro, y por supuesto denunciado por todos los gobiernos democráticos del mundo.
El proceso de construcción de poder popular y de una transición democrática hacia la Venezuela posible, donde los venezolanos podamos disfrutar nuevamente de nuestro país, en un espacio de reconciliación, pasa porque todos entendamos que MCM no es solamente la candidata presidencial seleccionada en la Primaria, y boicoteada por el régimen, sino la líder de la nación. El camino hacia esa Venezuela se está convirtiendo en un proceso irreversible, en una analogía singular de la Marcha de la Sal de Ghandi, pero esta vez una Marcha de la Dignidad y la Libertad, algo que adquiere la dimensión poética de ser tan fundamental para la vida como la sal, donde los venezolanos recuperemos nuestros derechos y se termine la humillación a la que pretende someternos el régimen.
Pero para que la Marcha de la Dignidad y la Libertad no se detenga, es indispensable también que todos los sectores democráticos se enfrenten en términos realistas y duros a la emboscada del régimen para apartarnos de la ruta electoral. Eso supondría, y esto es puramente mi opinión personal, como primer paso, que los dos candidatos a quienes se les permitió inscribirse, Manuel Rosales (UNT) y Edmundo González (MUD), depusieran sus candidaturas a favor de Corina Yoris (CY), la candidata que tiene el apoyo esencial de la líder del proceso. Esto refrescaría todo el ambiente tóxico que priva en el entorno opositor. Pero allí no terminan las cosas, porque es literalmente impensable que el régimen que no habilitó a MCM vaya a permitir la candidatura unitaria de CY.
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Si ese el caso, entonces hay que pensar en conformar un verdadero Pacto de Estado, liderado por MCM y con el concurso de todos los sectores que han seguido transitando la ruta democrática para abrir el camino de la transición, con todos los elementos que la misma implica. Tal Pacto de Estado sería un émulo adaptado a los tiempos, del Pacto de Punto Fijo, que despejó el camino de tránsito hacia la democracia, luego de la caída de Pérez Jiménez.
Pero hay también que entender que el régimen sigue teniendo un plan claro para apoderarse de cualquier elección medianamente transparente y desconocer la voluntad popular. Ante ello el escenario inevitable es el de la resistencia civil constitucional a la que nos obliga nuestra Carta Magna. Que el régimen se robe la elección presidencial si decide hacerlo, pero que lo haga entonces desnudo ante su pueblo y la comunidad internacional.
La Marcha de la Dignidad y la Libertad está en camino y plagada de obstáculos. El régimen actúa como si fuera todopoderoso porque se sabe en control de las instituciones y los medios de represión. La vergüenza más reciente en esa dirección es el abominable proyecto de ley contra el fascismo. En el terreno internacional, la alianza con Rusia, China, Irán, Cuba y Nicaragua representa una conspiración letal contra la democracia y la estabilidad del continente. Pero el régimen también sabe que perdió el respaldo del pueblo y allí está su talón de Aquiles. Preservar el liderazgo de MCM y tener planes contingentes, incluidos el Pacto de Estado y la resistencia civil constitucional, son deberes ineludibles de todas las fuerzas democráticas que aspiran a recuperar a Venezuela para los venezolanos. Nos lo debemos a nosotros mismos y a los cientos de presos, desaparecidos y torturados en estos 25 años de ignominia.
Vladimiro Mujica es Doctor en Química. Profesor emérito de la UCV y actualmente en Arizona State University. Activista en ONG.
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