La mentira del cambio, por Pedro Luis Echeverria
Twitter: @PLEcheverria
El «sacudón» anunciado con bombos y platillos por el régimen ha venido siendo relegado al olvido. El contenido del discurso gubernamental muestra una gran deriva, desde los temas vinculados a las eventuales incipientes correcciones a las variables macroeconómicas, hacia el establecimiento de más regulaciones a la iniciativa privada y a la creación de nuevas instancias burocráticas para el control. Es decir, se dispone a ejercer un mayor control político, social y económico sobre la ciudadanía.
El país necesita modernizar las estructuras del Estado, hacer eficiente y mejorar la productividad de las instituciones públicas y garantizar a la ciudadanía seguridad, eficientes servicios públicos y un sistema de justicia y legalidad.
El Gobierno desestima irreflexiva e irresponsablemente tales necesidades y obcecadamente responde con más centralización administrativa y más presencia del Estado en las actividades económicas; menos autonomía de acción para los entes públicos y mayor control gubernamental para las actividades privadas.
Así, encontramos: nuevas prohibiciones a la circulación de productos de la cesta básica y farmacéuticos; puesta en práctica de un sistema de racionamiento de alimentos a la población con tecnología electrónica; amenazas de multas, confiscaciones y expropiaciones al sector comercio; erradicar del discurso oficial toda referencia al aumento de los precios de los productos; endurecimiento del discurso del gobierno para referirse a la oposición, mediante descalificaciones políticas y acusaciones sin fundamento; introducción en la Asamblea Nacional de un proyecto de ley sobre control ciudadano; exhortación a las huestes del PSUV a realizar mayor control mediático de las redes sociales, los medios de comunicación escritos y radiales; reafirmación política de la vigencia del ineficiente modelo socialista; creación de nuevas instancias burocráticas para definir y establecer los términos del «modelo económico de transición al socialismo».
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En la perorata que pronunció Maduro, quedó claramente establecido que el único objetivo que persigue es ejercer un mayor control sobre la iniciativa privada para endilgarle a esta todos los males y avatares por la que transita y transitará la economía nacional.
En tal sentido, aprobó la creación de nuevas instancias burocráticas para definir y establecer los términos del «modelo económico de transición al socialismo» Dicha comisión «orquestará las acciones a favor de frenar las distorsiones que en este momento tiene la economía nacional», pero sin admitir que las referidas distorsiones son de la exclusiva responsabilidad de las erradas políticas instrumentadas por el régimen.
Una vez más se atribuyen los males de nuestra economía a las sanciones internacionales, al supuesto acaparamiento, especulación y otras perversas prácticas supuestamente realizadas por lo que queda del sector privado nacional. Se pretende crear el «chivo expiatorio» para las dificultades presentes y para las que sobrevendrán por la tozudez suicida de mantener el modelo estatista, que no ha dado resultado positivo alguno en los cuatro lustros y fracción en que se ha venido aplicando.
De esta manera, el gobierno sepulta la esperanza que tenían muchos ciudadanos de ver la puesta en práctica de algunos cambios para mejorar el desenvolvimiento de la economía y consecuentemente su situación personal.
Maduro reafirmó la «guerra económica», no a los corruptos e ineficientes burócratas que medran a su alrededor para lucrarse ilegalmente, ni a las inconvenientes e irresponsables políticas que aplica su régimen, ni a las limitaciones ideológicas y políticas que le impiden realizar las correcciones y ajustes necesarios sino a unos supuestos saboteadores que, obviamente, no están en el gobierno.
Eso significa que, en lo sucesivo, los empresarios y la ciudadanía en general debemos esperar fuertes ataques de descrédito y represión a nuestras actividades, más controles burocráticos a la gestión económica, más entornos adversos para el desempeño empresarial, menos seguridad personal y jurídica, más deterioro del clima de inversión, más obstáculos para mejorar la productividad, más incoherencia gubernamental y mayor sobrevaluación monetaria. Es decir, el caos, la incertidumbre y la desesperanza
Pedro Luis Echeverria es economista y consultor.
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