«La mía es más larga», por Teodoro Petkoff
El síndrome del avestruz parece haberse instalado con fuerza en el seno de los personeros fundamentales del gobierno, comenzando por el presidente. Negar la realidad es el rasgo fundamental de esta patología, así como el acomodarla a los intereses propios. Del domingo para acá el gobierno adelanta una campaña, realmente hitleriana en su concepción, dirigida a demostrar contra toda evidencia que «su» marcha fue mayor que la de la oposición. Esa discusión la zanjó Granma, el diario cubano, que para ilustrar la noticia de la marcha del gobierno publicó la foto de la portada de TalCual del viernes pasado con la imagen de la formidable marcha de la oposición. Granma nos envió una carta, pidiéndonos excusas, pero dando una explicación absurda de su acto de piratería: en la prisa y como no había buenas imágenes de la marcha del gobierno, «se equivocaron» y apelaron a nuestra foto. Confesión de parte llaman eso. Todavía esta mañana un patético y desencajado García Ponce intentaba en un programa de TV desconocer la evidencia que se le mostraba de que la concentración oficialista no llegaba al Parque Central.
Este debate no nos interesa. Ya dijimos ayer que la marcha del gobierno, aunque menor que la del jueves, fue también muy grande. De hecho, publicamos una foto elocuente, tomada desde el piso 36 de una de las torres de Parque Central, que mostraba una concentración de gran envergadura. Y lo dijimos para evidenciar un hecho político: «el otro» existe. Porque el drama venezolano de hoy pasa por el mutuo desconocimiento de la existencia del «otro». Para nosotros, la búsqueda de una solución a esta crisis agotadora pasa por que las partes dejen de ignorarse mutuamente, reconozcan que ninguna de las dos es huérfana de apoyo popular y a partir de la aceptación de esta realidad hagan un esfuerzo por buscar un acuerdo.
El empeño del gobierno por rechazar la realidad sería cómico, y hasta infantil, de no ser peligroso. Testarudamente quiere ocultar la existencia de una oposición enorme. La lógica de su actitud es que la oposición sólo es «virtual», sólo es de «montajes» televisivos y por tanto no existe como interlocutor. Este es el camino de la confrontación permanente, con el peligro cada vez más obvio de que derive hacia las peores formas de violencia.
Toca al gobierno la principal responsabilidad en garantizar la paz de la República -lo que no excusa, desde luego, la de la oposición-, y en lugar de comportarse como un muchachito compitiendo con otros por ver quién orina más lejos, tendría que comenzar por comprender que la oposición es hoy un fenómeno de masas, al cual no puede continuar minimizando ni despreciando. Hablar de «diálogo» pero ignorando la existencia del interlocutor es una manera de negar aquél. Eso sí es política virtual.