La mirada horizontal, por Rafael Uzcátegui
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En un chat de WhatsApp, integrado por gente de organizaciones sociales, aparece un video de la concentración realizada por María Corina Machado en el estado Portuguesa. El primer comentario que aparece es «Me preocupa el caudillismo». Mientras las imágenes en lo personal me hablaban del deseo de cambio, la esperanza y el valor de personas en los antiguos bastiones electorales del oficialismo, este colega veía las cualidades del liderazgo. Eran dos maneras de interpretar aquello, que resumiré como la «mirada vertical» versus la «mirada horizontal». A esta última quiero referirme.
Mientras la mirada vertical puede interpretar la historia como la suma de hombres y mujeres providenciales que asumieron las riendas de sus países y torcieron sus rumbos, una mirada horizontal pone el énfasis en la capacidad movimientista de las multitudes que hicieron posible épicas de cualquier tamaño. Aunque todavía falta por comprender, se ha comenzado a escribir sobre la naturaleza del liderazgo de la líder de Vente Venezuela, con mayor o menor acierto. Y aunque buena parte se debe a su presencia y trayectoria, la otra mitad del fenómeno político que ha emergido en regiones, en las últimas semanas, se debe al protagonismo de la gente.
La respuesta popular a las visitas de campaña por Edmundo González en Trujillo, Mérida, Táchira, Falcón, Delta Amacuro y Cojedes, por nombrar algunas, ha derrumbado mitos sobre las características de la Venezuela profunda.
Cuando, a comienzos del año 2023, apareció en la conversación pública la posibilidad de realizar un proceso de elecciones primarias para escoger una potencial candidatura unitaria de oposición, algunas voces pronosticaron el fracaso de la iniciativa debido a que, supuestamente, el ciudadano de a pie estaría desinteresado de la política. Una segunda ficción es que, aguas abajo, las personas estarían desinformadas.
Las imágenes de multitudes sugieren que cuando la «política» los interpela sobre sus condiciones concretas y materiales de existencia estarían dispuestos a involucrarse. Y que cuando el asunto es de su interés, buscan la manera de obtener la información. De otra manera no se entiende cómo, a pesar de la censura en medios masivos de comunicación, la convocatoria fuera exitosa. Si cómo registró Datincorp en su informe de Coyuntura Electoral de abril 2024, el 39.3% de las personas se informan por la red social WhatsApp, se podría insinuar que las redes horizontales y capilares de comunicación, basadas en la confianza y los parentescos, a pesar de la censura están divulgando contenidos eficientemente.
Pueblo pequeño, infierno grande. En Turén, Zea o Colón la proximidad comunitaria hace que los mecanismos de control estatal sean más exitosos que en las grandes ciudades. Quien asumió que Edmundo González mejoraría su calidad de vida y se informó acerca de la concentración, finalmente asistió al acto sin importarle las posibles retaliaciones. La voluntad de cambio superando al miedo. Los actos en desafío al poder se han viralizado, evidenciando la potencia de la multitud en movimiento, cuyo espontaneísmo ha ocupado el espacio vacío dejado por el viejo aparato partidista.
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Si hay un resultado positivo para la democracia en las elecciones del 28-J, una de sus claves fue haber confiado en las capacidades de trabajo descentralizado, valor principal de los llamados «comanditos», a contrapelo de quienes, aferrados a la vieja manera, pensaban que el aparato de los viejos partidos sería crucial.
Para Cornelius Castoriadis este hacer, como praxis, es constitutiva del proyecto autonómico de la sociedad. «Para la praxis, la autonomía del otro, o de los otros, es a la vez el fin y el medio; la praxis es lo que apunta al desarrollo de la autonomía como fin y utiliza con este fin la autonomía como medio (…) La praxis es, ciertamente, una actividad consciente y no puede existir más que en la lucidez». Si están despertando las potencialidades autonómicas de la sociedad, a partir de la pérdida del miedo y el deseo de vivir la alteridad –un futuro diferente al presente del chavismo realmente existente–, hay materia prima para la recomposición democrática de Venezuela y la reinvención de la manera de hacer política en el país. Lo que hay es que seguirlo cultivando y estimulando.
Bajemos la mirada y hagamos un paneo horizontal de lo que está ocurriendo entre nosotros, que no sólo es esperanzador sino también intelectualmente interesante. No sólo para entenderlo, empatizar con sus motivaciones y maneras de funcionar, sino también para acompañarlo y fortalecerlo en aras de todos los desafíos por venir. Si la autonomía es posible –luego de tantos años de heternonomía bolivariana–, cuando el individuo accede a un estado de reflexión, como promulga Castoriadis, los venezolanos y venezolanas ya tenemos con qué.
Rafael Uzcátegui es Sociólogo y Codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (GAPAC) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
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