La nueva emboscada al diálogo, por Gregorio Salazar
Cada vez que Diosdado Cabello da un golpetazo sobre la mesa como diciendo “¡aquí se va a hacer lo que yo diga!” hay un vasto sector de venezolanos que comprensiblemente reaccionan angustiados preguntándose igual que los personajes del ingenioso Chespirito: “¿ahora quién podrá defendernos?”. Tal pareciera que volvemos a otra de esas encrucijadas en las que el segundo (?) de abordo del régimen anticipa que está listo para salirse nuevamente con la suya.
Este miércoles el jefazo lo volvió a hacer: esgrimiendo su macana comunicacional y achinando los ojos aseguró a la audiencia que aquí no hay nada que discutir en materia de elecciones presidenciales, que a Maduro le quedan cinco años y medio en el poder y si hay alguna cosa que renovar esa es el Legislativo mediante unas elecciones que le reducirían el período a la actual representación de la AN.
Llamó a bajarse de la nube a los parciales de chavismo que piensan que se le puede dar un chancecito a la derecha para que un tiempo después el chavismo retorne al poder. Les pidió que miraran hacia el sur donde Lula está enrejado, Cristina en salmuera y Correa sacándole el cuerpo a la justicia. Por algo será. Y, ojo, Héctor Rodríguez, nada de estarte lustrando el coco para exhibirte como candidato a Miraflores. Eso no va.
Antes de ese leñazo, hace unos días y allá entre brumas creíamos haber visto que surgía una posible hoja de ruta. Circularon versiones creíbles de la convocatoria hecha por Maduro a la fracción del oficialismo en la AN para que estuvieran alertas al llamado a una eventual reincorporación a sus sesiones, previa decisión del TSJ de reconocer al actual Legislativo. Ya serían, entonces, dos poderes volviendo a la legalidad. El segundo paso estaba cantado: de la AN reunificada debería salir un nuevo CNE que organizara unas elecciones presidenciales justas, libres, transparentes.
Si sacamos cuentas, al final de ese proceso tendríamos reinstitucionalizados al Legislativo, el Ejecutivo, la cabeza del poder Judicial y el máximo organismo electoral.
Pero Cabello se encarga de recordarnos que la luna no es de pan de horno. Dice que sí, que cómo no, que elecciones para el próximo año pero para elegir una nueva AN
Eso equivale a decir, desde la perspectiva opositora, que como resultado de las negociaciones el castigado a final de cuentas resultaría el Poder Legislativo, justo el único al que le reconocemos legalidad y legitimidad. Impensable.
Hay analistas muy respetables para quienes Cabello no tiene tanto poder como el que se esmera en hacer ostentación en su programa. Su intervención obedecería a su rol del típico “policía malo” (que no le cuesta mucho, es verdad), tan necesario en toda mesa de negociaciones, sobre todo si estas son harto complejas por la incompatibilidad de las aspiraciones de cada bando. Pero se le pasa la mano, como se le pasa a los del Sebin, el Digicim, el Faes, etc, con los funestos resultados ya conocidos.
Pudiera ser también que se haya envalentonado con su reciente Premio Nacional de Periodismo, pero ni que eso en los actuales momentos significara algo así como el antiguo Guaicaipuro de Oro.
Lo último que llega de Barbados es que el diálogo será permanente, que es como decir el vaso está hasta la mitad de agua y escoja usted si eso es señal de que está medio lleno o medio vacío. Sin más alicientes. Mientras, el clima interno no varía: la misma represión, el mismo ensañamiento contra gente como Rodríguez Torres y Baduel, nuevos atropellos y persecuciones a la familia del capitán Acosta, nuevas amenazas a periodistas, medios y opositores. Y el informe de Bachelet, como suponíamos, al cesto.
En pocos días deberíamos tener alguna señal de la verdad de las negociaciones. Y si el balance es negativo, si en definitiva estamos en presencia en una nueva emboscada que lidera Cabello pero que comparten sus cómplices, debemos conocer prontamente cuál es la disposición de los actores internacionales para persistir y presionar en la búsqueda de soluciones a la crisis venezolana. La diáspora continúa creando problemas sociales casi insostenibles en la región, el aparato productivo sigue en picada, no se atenúa la crisis humanitaria. No se ve salida al final del túnel.
Ha habido una constante en todos los procesos de diálogo recientes.
El régimen se apropia comunicacionalmente de ello y crea a su antojo la matriz de opinión más conveniente a sus intereses
Y esa es siempre la que más divide a los venezolanos. Allí tiene un reto el liderazgo de Juan Guaidó. Hacernos saber pronto y diáfanamente cuál es el terreno que en materia de la necesaria solución pacífica para salir de este infierno estamos pisando.