La nueva esperanza, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @AngelMonagas
El tiempo inexorablemente avanza. A pesar de las sensaciones, las agujas del reloj, los días de calendarios, las horas siguen siendo las mismas. Ni más ni menos.
Estos 22 años de «revolución chavista» han transformado al venezolano. La Venezuela que conocimos y disfrutamos muchos no desapareció aún. Ella permanece allí, oculta detrás de los problemas, espera algún día volver…
Teníamos problemas, es verdad. No había agonía ni desesperación para encontrar la paz, el regocijo, en convivencia.
La ilusión por la elección del charlatán del siglo Hugo Chávez murió aun antes de terminar de nacer. En el 2002 se hizo realidad. El pueblo salió a la calle. No se pudo.
Por vía de los votos tampoco se logró. Aunque avanzamos mucho, el tirano nunca fue demócrata y a cada resultado contrario, le encontraba su «talón» de Aquiles.
Perdió un referendo e inmediatamente convocó a otro para superar el efecto del primero que nunca se pudo aplicar.
Donde perdía uno de los suyos, el premio de consolación era colocarlo de paralelo, con mayores concesiones y poderes, de manera de inutilizar al recién «electo». Ejemplo de ello el 2015. Se ganó por amplio margen el Parlamento e, inmediatamente, el chavismo «inventó» a través de su bufete llamado TSJ, una nueva sentencia para impedir el control, la fiscalización, de un órgano no dominado por ellos.
Donald Trump aumentó las ilusiones a través de una operación militar. Tampoco se cumplió.
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La mesa está servida
Los noruegos y otros países (no es excluyente), persisten en la vía del acuerdo y de la negociación. A la luz del día seguimos igual y no porque no se hagan elecciones, sencillamente es que conocimos una Venezuela sustancialmente distinta a la actual. Esto nos permite establecer un juicio de valores importante.
El problema es que una de las partes carece de legitimidad para hablar de una mayoría que ya no representa. Que por su omisión y error fueron sacados del corazón popular. Es decir, esa mesa ha sido instalada con una sola parte: los que auténticamente representan a la dictadura, al comunismo tipo cubano. El resto habla por quien no les cree ni se ve reflejado en sus planteamientos. Múltiples encuestas y estudios de opinión lo señalan.
Aun así, pudiera permanecer la sindéresis, la coherencia, la seriedad y lograr algún resultado «creíble» o que pudiera enamorar a la gente.
Ir a elecciones no es malo si hay condiciones válidas de igual y sana participación. Con los usurpadores del poder es cuesta arriba.
Lo que se espera de la Corte Penal Internacional: mito y realidad
Un pronunciamiento de este cuerpo, sin ánimo de entrar en un análisis jurídico, es útil y valioso, mas no será determinante en lograr una salida rápida, justa y que se acerque a ser una solución.
Es lo primero que hay que decirle a la gente: la verdad.
Sobran ejemplos de lo tortuoso de esta vía. De lo lenta y lo efímera que pueden resultar sus decisiones. Allí tendríamos el inicio.
Necesitaremos una oposición seria y que no negocie, como lo denunció Antonio Ledezma, de un grupo dizque opositores pidiendo dádivas de la CPI para la dictadura.
La nueva esperanza es valedera, pues las otras vías resultan inexistentes. El problema es que su vigencia, aun con decisión en contra, tardaría mucho y hay que anunciarlo para que no muera como «esperanza» antes de nacer.
En política no siempre suceden las cosas como uno quiere y el otro lado de este asunto, la izquierda, «no es mocha» «ni juega carritos». 22 años de ejercicio del poder lo demuestran.
Su avance puede ayudar a presionar a la dictadura en el logro de mejores condiciones.
Esperemos —sin ánimo de felicitarla y mucho menos cuando perdieron 18 años para hacerlo— que la fiscal saliente se reivindique y que el nuev, responda a la infraestructura que encontrará.
No hay excusas para un reinicio justo, en paz.
Parafraseo el juramento formal para ejercer cargos públicos: «Si así lo hiciereis, que Dios y la patria os premien, si no, que os lo demanden».