La nueva mirada de Estados Unidos sobre Cuba y Venezuela, por Ángel Monagas
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Hasta el presente, la importancia geopolítica venezolana estaba fundamentada en su posición geográfica al norte de América del Sur y su petróleo. Vale agregar que por mucho tiempo se pensó en su desaparición temprana, afectando lógicamente su economía y su posicionamiento.
Quizá, hoy día, con la otrora quinta empresa petrolera del mundo (Pdvsa) destruida, en el piso prácticamente, entendemos muy bien cuál era su importancia. Mucho más gráfico podemos ser.
Sobre el petróleo muchos creyeron que se agotaría tempranamente y hoy tenemos certeza de que, teóricamente, las reservas de Venezuela son altísimas. Las mayores del planeta y, según muchos expertos, más o menos 298 mil millones de barriles, aunque casi todo correspondiente a crudo extrapesado, muy difícil de extraer mas no imposible con las nuevas tecnologías. De hecho, esa reserva, según Toro Hardy, subirían a 504 mil millones de barriles merced a la novedosa ciencia.
Queda claro que el problema no es cuánto dure como fuente de energía sino sus efectos, muy perjudiciales, sobre el medio ambiente, sobre la vida en el planeta.
A través de miles de organizaciones y plataformas la presión sobre la industria es muy fuerte y a fin de mejorar las expectativas, las investigaciones para el petróleo sustituir como fuente, avanza y no solo en maquetas y planes.
Debemos también ver, según la revisión de los parámetros e indicadores sobre el precio del oro negro, que todo gira hacia reducir su precio. El mercado está colapsado, mucho más por la pandemia del coronavirus.
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Para aumentar la crisis en el precio, la extracción de crudo pesado es cada vez menos difícil por las sofisticaciones tecnológicas actuales y países que también han aumentado los niveles de la oferta.
Los países desarrollados, o en vía de ello, están decididos a sustituirlo como fuente de energía principal. Los intereses alrededor han socavado algunos de estos esfuerzos.
Una nueva energía urge. Más costos por los daños continúan conspirando en su contra. El petróleo es en parte responsable por los perniciosos efectos invernadero.
El uso y comercialización de la radiación solar directa e indirecta, entre otras, es una realidad extremadamente competitiva. Sus precios son irrisorios comparados con los de los combustibles fósiles. La energía solar demuestra su gran capacidad para suplir las necesidades del ser humano.
Algunos expertos hablan del 2030, otros del 2060, cuando el combustible pasará a tercera o cuarta categoría de utilidad y conveniencia. Estamos a la vuelta de la esquina de una realidad energética absolutamente distinta a lo que conocemos.
En los Estados Unidos la popularidad en el uso de los vehículos eléctricos, tanto pequeños como grandes, aumenta considerablemente.
Lamentablemente ni Venezuela ni Cuba
En Venezuela nunca, como dijo Uslar Pietri, se sembró el petróleo. El comunismo de Chávez y Maduro terminó por destruir una industria que muchos, equivocadamente, señalaron a Chávez como responsable de su florecimiento a principios del año 2000. Se soslayó la naturaleza del mercado y malas decisiones y acciones llevaron prácticamente a desaparecer y desaprovechar su utilidad.
La presencia de minerales ha fortalecido a la guerrilla, grupos armados y delincuencia de cuello blanco, no al progreso de los venezolanos.
La economía cubana jamás ha crecido y siempre ha sido dependiente de otras. En la isla del encanto chavista ha aumentado la prostitución, el comercio sexual; menos la manufactura de productos propios. El turismo no mantiene los gastos de la población, porque ella depende de las dádivas de otros gobiernos.
El petróleo, una industria preparada para usar muletas, un mercado contraído, una energía que viene siendo desplazada, ¿Qué importancia puede tener para países como Estados Unidos lo que produzcan Cuba o Venezuela?
Las naciones utilizan el tema de la defensa de los derechos humanos meramente como armas retóricas. Ellas defienden, como debe ser, sus intereses y todo lo que afecte su calidad de vida. Definen sus prioridades y disfrazan las excusas.
La ONU, la OEA, entre otras, son templos llenos de jarrones chinos, simples elefantes blancos. Ni siquiera la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La Corte Penal Internacional un poco, y para los venezolanos penden de un hilo las esperanzas con una decisión y acción próxima de este órgano jurisdiccional.
La visión sobre lo nocivo del papel del castrismo en América siempre ha sido subvalorado. Obvio que de manera directa el castro-comunismo no daña la existencia de Estados Unidos.
Indirectamente es otra cosa. La penetración geopolítica del castrismo en Estados Unidos se ha producido a través del narcotráfico y aumento en la inestabilidad sistemática del modo de vida. Quizá por ello la gente que protagonizó las protestas raciales en el 2020 ha guardado silencio, y cuando habló recién fue para defender al régimen cubano.
Muchos se molestan, pero al ver los titulares diarios de la prensa nos percatamos de la poca importancia que hay sobre los hechos de Cuba y subsecuentemente de Venezuela.
Los estadounidenses creen que el mundo empieza y termina en su vecindario. El promedio se ocupa del deporte, de la farándula y de los temas políticos una milésima parte. Las nuevas generaciones sienten una gran desconexión.
Si los cubanos, como lo estuvimos esperando los venezolanos con Trump, esperan una intervención militar, tendrán que tomar asiento. Ese día es remotamente improbable que llegue, salvo que el propio pueblo cubano haga lo que está haciendo.
Los pueblos de cada país deben tomar conciencia que esa responsabilidad recae en ellos y no en naciones «amigas» o «hermanas».
Los Estados Unidos —como Colombia, como toda Europa— tienen demasiados problemas. Los controles y revisión de la opinión pública son mucho más intensos. Las nuevas tecnologías de la información, redes, etc., han alterado muchísimos estos factores.
De hecho, en Cuba la presencia de la Internet ha hecho lo que el liderazgo político no ha podido. Mucho más grave en mi patria Venezuela, donde el liderazgo político prefiere «negociar» a hacer el papel de motivador, de incitador, de creador de una presión auténtica.
El «gobierno de Internet», lejos de ayudar ha enterrado las esperanzas de encontrar una salida, más allá de las «trochas», alcabalas, puertos, costas y aeropuertos.