La ONU: una víctima más de la guerra, por Luis Ernesto Aparicio
Twitter: @aparicioluis
Recientemente el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, António Guterres, en otro esfuerzo por hacer cumplir el papel obligado de esa organización, visitó al dictador ruso Vladimir Putin en el Kremlin, principio de una gira de dos días muy agitados puesto que al día siguiente iría a encontrarse con el presidente de Ucrania: Volodymyr Zelensky. No imaginamos el escenario de ambas reuniones, pero si que la primera debió ser bastante incómoda para el máximo representante de las Naciones Unidas, además de muy fría.
El escenario de la reunión demostraba de que manera concibe Putin a las Naciones Unidas, ya que nuevamente preparó la enorme mesa -dicen que tiene unos 15 metros- para sentar en el extremo al visitante, tal y como lo hizo con el presidente francés Macron. Esa mesa podría tomarse como hasta donde quiere Putin vincularse con una solución pacífica en la guerra que le ha planteado a Ucrania. Distante y sin ningún atisbo de verse cercano. El distinguirse como próximo al otro, a quien busca una real solución, no está en el marco de sus reales intenciones. No querer escuchar y si lo hace es mejor que surja algún ruido al que atribuir cualquier movimiento o acción que no haya sido contemplada en la “reunión”. Es la lectura que puede darse a la fotografía o vídeo que mostraba a los dos involucrados en el encuentro.
Pero lo que más ha llamado la atención, es la andanada de misiles rusos contra la capital de Ucrania, justo en el momento que el mismo con quien se encontró Putin el día anterior, estaba preparado para hacer lo propio con el presidente de ese país. Es probable que Putin pudiera estar pensando que es mejor decir que eran parte de los fuegos artificiales con los que se estaba recibiendo la visita del alto representante de la ONU. Sin importar que alguno acertara en el lugar donde, para ese momento, se encontraba António Guterres, los cañonazos advertían que poco le había afectado el encuentro sostenido el día anterior. Y con ello, también se dejaba claro que los objetivos por los cuales fue creada el círculo de países del mundo, ya no le importaban.
Había que intimidar, que es el estilo de Vladimir Putin, y la mejor manera de hacerlo era meter bombazos directos a Kiev y de esa manera decirles a todas las naciones del mundo que no está dispuesto a ceder en sus intenciones de quedarse, por ahora, con buena parte de Ucrania y, porque no, quizás avanzar más allá de las fronteras de ese país. También emitió un claro mensaje de que no se siente intimidado por las Naciones Unidas, de la cual, por cierto, su país forma parte. Con esta acción agrega, además, que no le importa para nada lo que el mundo está haciendo o piensa sobre lo que él está removiendo para llevar a cabo sus planes.
En el encuentro con António Guterres, puede que en ese momento no le haya dejado claro todos estos mensajes que podemos deducir con el bombardeo a Kiev. Pero vistos los misiles el mensaje que le ha dejado es: no le tengo el más mínimo respeto, ni mucho menos importancia a esa organización, a la que ha visto siempre como enemiga. Cosa bastante contradictoria, porque en una de las tantas etapas por las que ha transitado la ONU, Rusia ejerció suficiente influencia. Primero como la Unión Soviética, pero ya desaparecida, el influjo continuó. Tanto que aquellos países no alineados (un sueño febril de izquierdosos) eran todos de tendencia pro rusa y funcionaban como un organismo paralelo a las Naciones Unidas.
La Organización de Naciones Unidas, fue creada el 24 de octubre de 1945 bajo el criterio de tener un lugar común donde todos los países del mundo pudieran reunirse para encontrar soluciones compartidas, incluyendo las diferencias entre ellas. Son 193 países quienes la conforman. Todos ellos representados en un órgano deliberante llamado Asamblea General. Hasta aquí, todo se puede ver como la herramienta fundamental para el entendimiento y el trabajo en común. Sin embargo, viendo lo que ha estado ocurriendo en muchas partes del mundo, nos alienta pensar entonces que algo le está sucediendo a la ONU. Puede que la guerra de Putin contra Ucrania, incluso las bombas lanzadas ante la presencia del propio secretario general, sea también el anuncio del fin de esa organización, tal y como fue concebida.
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Pero más allá de la guerra en Ucrania, hay otras señales de que la organización, que hablan sobre un inmediato giro en su accionar original. Luce irracional que, por ejemplo, el Consejo de Derechos Humanos del organismo, se encuentren representantes de países a los que poco les ha importado el derecho a la libertad y a la vida. Allí se encuentran, por ejemplo, Siria, Venezuela, China y por supuesto Rusia, lo que elimina la poca o mucha confianza que se le pueda tener a una estructura que alberga en su seno a semejantes violadores de Derechos Humanos. Y casi podríamos seguir con Cuba, pero ella fue expulsada en una acción que se ha quedado corta, desde nuestro punto de vista.
Pero hay más. Hasta el mes pasado, el país que preside el Consejo de Seguridad es la Federación Rusa, además de ser parte de los 5 integrantes permanentes, lo que le deja con el timón tomado con mucha fuerza para enfrentar posibles sanciones de parte de ese cuerpo. Menos mal que esa presidencia es temporal, ya que es rotativa mensualmente. António Guterres se ha quejado sobre la manera como ese Consejo, ha llevado la guerra en Ucrania y el hecho de que no se haya producido una resolución sancionatoria, agregando: “es una gran frustración el Consejo de Seguridad. No sirve”. Puede que por la mente de Guterres, se encuentre transitando la misma idea que en este momento nos ocupa: reformular al Consejo, ¿o la ONU?
Si, por ejemplo, Guterres estuviera pensando en plantear que la legislación del Consejo de Seguridad sea trasladada a la Asamblea General, trazaría una solución peor a lo que hoy es ese cuerpo, porque esta última le entregaría el voto a países que se encuentran en crisis en cuanto al tema de los Derechos Humanos. Pensamos en Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros, por lo que queda descartada esta posible modificación en la ONU.
A ciencia cierta, no tenemos claro que podría hacerse para que la ONU recupere su importancia, más allá de lo que realiza a través de sus programas y el innegable trabajo por intermedio de sus agencias especializadas. Pero es importante pensar en que estos organismos internacionales que reúnen a países, incluso los regionales como la OEA, deben ajustar su dimensión política y comenzar a cavilar en cambios de sus procedimientos para generar el beneficio que se quiere, sobre todo al ciudadano, al habitante común en esos espacios. Porque a la vista está que las Naciones Unidas, no ha sido un organismo efectivo, mucho menos sano.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD.
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