La oposición echa músculos, por Teodoro Petkoff
¡Hay que ver lo que ha avanzado la oposición democrática desde enero del 2006 hasta hoy! Primero que nada, recuérdese lo que era la oposición a finales de 2005. Un grupo desarticulado de pequeños partidos políticos, más bien grupusculares, sin brújula ni estrategia, traumatizados por el tremendo disparate que fue la abstención en las elecciones parlamentarias de diciembre de ese año; aquejada de una grave infección abstencionista. A lo largo de 2006, comenzó a encontrar la goma. A partir del esfuerzo inicial de dos de sus grupos, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia, fue asumiendo plenamente y sin complejos, una estrategia democrática, que se afincó, para su desarrollo, en los retos electorales.
Ese esfuerzo cuajó en la candidatura unitaria de Manuel Rosales y en la progresiva incorporación de todas las organizaciones políticas y civiles a la campaña electoral. El resultado hizo reaparecer una masa de 4 millones de electores, que se había evaporado al calor del abstencionismo que la esterilizó. El gesto de Rosales, al reconocer el triunfo de Chávez, marcó la determinación de continuar el desenvolvimiento de la estrategia democrática. Sobre ella se fundó la atención a la reforma constitucional, que concluyó en la gran victoria del 2D. Ya para esta fecha, habían llegado, para quedarse, los estudiantes.
El contexto político que hizo posible esa emergencia fue, precisamente, el que proporcionó la estrategia democrática. Sin ésta, el movimiento estudiantil no habría pasado de ser un fuego fatuo.
Inmediatamente, los partidos democráticos firmaron el acuerdo unitario del 23 de enero de 2008, con vistas a las elecciones regionales y locales. Contra todas las expectativas y los peores augurios, el acuerdo cuajó en candidaturas unitarias en 20 de las 22 gobernaciones en disputa y en un número apreciable de alcaldías.
Gracias a ello, la oposición democrática conquistó la alcaldía metropolitana de Caracas y las gobernaciones de Miranda, Carabobo, Zulia, Táchira y Nueva Esparta, amén de las alcaldías de siete capitales de estado: Maracaibo, San Cristóbal, Mérida, San Carlos, Ciudad Bolívar, La Asunción y San Juan de los Morros. En el tercer gran evento electoral, el 15F, la oposición dio otro paso de siete leguas, al superar su techo de 3738% de los primeros ocho años de chavismo, alcanzando 46% y más de 5 millones de votos.
Basta con esta reláfica, meramente cuantitativa, para percibir, sin mayor esfuerzo, cuánto se ha avanzado.
Mas, cualitativamente, la cosa es aún mejor.
Casada con una estrategia democrática, que se ha revelado fértil, se ha deslindado completamente del vocinglero pero patético e inocuo extremismo reducido hoy a una franja completamente marginal del espectro político-, y ha dado a su línea un amplio consenso entre la población opositora. Sus principales partidos, aunque todavía precarios y poco estructurados, ya no son sólo locales sino que cubren casi todo el territorio. Han logrado, contra todo pronóstico, mantener su acuerdo unitario, lo cual revela un gran sentido de responsabilidad.
Desde luego, queda mucho por hacer. Cuidar y desarrollar este acuerdo unitario, con pleno respeto por la diversidad de sus integrantes.
Manejar con sensatez las naturales divergencias que puedan darse. Volver a fundar sus cimientos sobre el antiguamente llamado «trabajo de masas», hoy franca y dramáticamente deficitario, sin el cual no pasarán de ser grupos de opinión y débiles maquinarias electorales y no verdaderos partidos políticos. Y, más que todo, enfrentar la curiosa paradoja que hace lucir como si tuviera un gran proyecto a un tipo que no tiene ninguno, detrás de cuyo eslogan sobre «socialismo del siglo XXI» no hay sino gas amén de una fuerte pulsión autoritaria y neototalitaria, en tanto que partidos (antiguos y nuevos), y organizaciones civiles, que poseen programas y diseños de políticas públicas, son vistos como si estuvieran huérfanos de todo proyecto para gobernar. Este desafío (dar a la población una razón para votar SI por la oposiciónalternativa, en lugar de hacerlo sólo NO, contra el gobierno), es una asignatura pendiente.
Ahora que la anti-política y el golpismo intentan resucitar, enmascarados tras la crítica a los partidos y tras el cultivo de una falsa contradicción entre partidos y movimiento estudiantil, pasearse por lo mucho que se ha avanzado en los dos últimos años, resulta útil para no perder el norte.