La otra mirada, por Aglaya Kinzbruner

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Un día cualquiera de diciembre de 1945 un granjero egipcio llamado Mohammed Ali excavó sin saber su motivación a una jarra de cerámica sellada que estaba enterrada. Tenía ganas de abrirla pero no lo hizo. Podría salir de ahí un jinn y fastidiarle la vida. Sin embargo, con el tiempo alguien la abrió y los textos, unos papiros encuadernados en cuero, nada menos que los famosos textos gnósticos de Nag Hammadi del alto Egipto, pasaron por muchas manos, hasta de algunos anticuarios, se perdieron algunos y, por fin, llegaron a puerto seguro en el Museo Copto del Cairo.
La élite académica con interés en religiones antiguas no tardó en enterarse del caso y tradujeron los 52 textos que comprendían poemas, mitos, hechizos y los famosos evangelios apócrifos. Resulta que estos evangelios habían sido prohibidos por San Atanasio en el siglo IV y escondidos y enterrados entonces por unos monjes que no querían que semejante tesoro cultural se perdiese y tampoco estaban de acuerdo con la opinión castrante de este santo. ¡No fue el único! Parece que fue San Agustín quién decidió imponer una visión totalmente carente de sexualidad a la primitiva comunidad cristiana de la época.
Y, sin embargo, en el evangelio apócrifo del cual quedan sólo cinco páginas de María de Magdala dice que – Yeshua estaba tan enamorado de ella que dondequiera que estaba salía corriendo a besarla en la boca –. Alguien que escribió sobre Los Secretos de María Magdalena es una erudita en la materia, la Dra. Elaine Pagels, PhD, profesora de Religión de la Universidad de Princeton. Hay varios podcasts de ella en internet y son interesantísimos. Llegó a sentir tanto entusiasmo por estos temas que aprendió siete idiomas, siendo uno de ellos el copto para poder leer en su idioma original a estos evangelios .
La razón que ella da por la eliminación del evangelio de María Magdalena es la corriente totalmente misógina en boga entre los primeros cristianos y los celos de los cuatro evangelistas «aceptados» por la Iglesia Católica, San Lucas, San Juan, San Mateo y San Marcos hacia ella porque era la preferida y Yeshua le decía cosas que no decía a más nadie. Quienes, sin embargo la consideran una santa, son los cristianos ortodoxos. En Grecia, es la religión de la mayoría. En Jerusalén, en el Monte de los Olivos, se encuentra la iglesia de Santa María Magdalena, un templo de la iglesia ortodoxa rusa.
La Dra. Pagels es una gran escritora teniendo en su haber unos seis bestsellers. Su escritura es inteligente y amena, y sobre todo, original. Por ejemplo, en su libro «Adán, Eva y la serpiente», propugna la tesis que la serpiente es buena y sabia. Satán, sin embargo fue un invento con la finalidad de ejercer más poder a través de la demonización de adversarios imaginarios. Así se demonizaron a los judíos, a los supuestos herejes, a Giordano Bruno porque no le quiso explicar a la Inquisición cómo recordar una infinidad de datos a través del castillo de la memoria y Mario Servet y ¡tantos más que no se quisieron doblegar!
Lo más interesante del análisis, llevado a cabo con excelente retórica, de la Dra. Pagels, es la denotación de dos figuras contrapuestas, la de Jesús del Nuevo Testamento y la de Yeshua de los Evangelios Apócrifos.
Este último nos da otra mirada a un pasado tan antiguo que es casi imposible de descifrar. Mientras el Jesús del Evangelio se refiere a menudo al Padre, a una revelación inconmensurable externa a él, Yeshua nos insta a mirar hacia adentro: «Si puedes sumergirte en tu corazón y sacar tu misma esencia hacia el mundo, ¡te salvarás!».
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Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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