La otra Nicky, por Omar Pineda
Twitter: @omapin
Anoche la vi por última vez y créanme que desde ese rincón donde perviven los recuerdos lejanos me devolvieron una chica hermosa, vital, entusiasta que no semeja en nada a la mujer malograda y sin identificar que yacía sin vida en el noticiario de la televisión. De este modo cruel, sin avisar, se esfuma Nicky de mis sueños. Un acontecimiento extraño y violento que hace que desaparezca también su dulzura, su caminar sinuoso y un tono de voz singular que adoptaba para dar los buenos días y para decir hasta luego.
Han pasado más de dos años que no sabemos de ella. Se despidió una tarde de febrero con sonrisa de regocijo y agradecimiento, mientras yo me precipitaba al abismo de lo perdido. No olvido que apareció un sábado al mediodía por recomendación de un amigo nuestro que nos rogó acogerla porque recién había aterrizado en Barcelona y no tenía dónde pernoctar.
Ella fue para nosotros como una bendición porque Nicky –en realidad se llamaba Marilyn y provenía de Maracaibo– tomaría la habitación que una semana antes dejó la otra inquilina y con ello nos ayudaba a completar el alquiler. De estatura media, delgada, rostro juvenil y ojos negros intensos, su boca terminaba en una línea delgada que apenas se abría para saludar. De ese modo, Nicky se convirtió en la inquilina ideal. Discreta, no hacía ruidos, no preguntaba más de lo debido y ponía demasiado celo para dar detalles de su vida. Una chica con suerte.
En la segunda semana de instalada entró contenta porque fue seleccionada como maniquí para una firma de cosméticos. Su labor consistía en exhibirse tal y como era, extraordinariamente atractiva, vestida y maquillada como una muñeca, en esas pasarelas de fastuosos centros comerciales, como parte de una estrategia de marketing que daba sus frutos.
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Mujeres con gran poder adquisitivo, por ejemplo, se fijaban en el carmesí de sus labios y preguntaban por la marca del lápiz labial o el perfume que transpiraba. En ese ensueño todos ganaban, y Nicky volvía al rayar la medianoche, entraba a su habitación y se acostaba sin hacer mucho ruido.
Al día siguiente merodeaba en la cocina para preparase un desayuno a base de yogur, cereales y frutas, nos saludaba y se marchaba. Puedo jurar que mientras convivió con nosotros fue prudentemente feliz, como una heroína de telenovela cuyo secreto se conoce en el último capítulo.
Tiempo después se enamoró y se fue a compartir el apartamento con un promotor de eventos asociados al negocio de la alta moda. Una tarde por azar la vi en su cuenta de Instagram y su imagen resurgía ahora más desenvuelta con textos que acompañaban sus fotos columpiándose en un ámbito sombrío.
Fue cuando le dije a mi mujer que esa no era Nicky y no se habló más de ella. Pero la noche es una tierra de misterios para quien sigue la noche, y la Nicky cauta, radiante, secreta fue devorada seguramente por esa chica que ahora según la policía tratan de identificar. Lo vi anoche en el noticiario de la televisión.
Omar Pineda es periodista venezolano. Reside en Barcelona, España