La paloma de Nicolás, por Jesús Elorza
Twitter: @jesuselorza
En el libro Alex Saab, la verdad publicado por el periodista investigador y director de Univisión Gerardo Reyes, me llamó la atención la gran cantidad de documentos que le sirvieron al autor para dar a conocer el intrincado camino de corruptelas que recorrió el empresario colombiano, desde una empresa de textiles hasta alcanzar el rango de superministro en el régimen chavista.
El tránsito por el camino del enriquecimiento ilícito, según el autor, «comienza con la protección que le brinda Piedad Córdoba, quien se encarga de promocionar la figura del empresario colombiano entre las figuras mas emblemáticas del régimen, Tareck El Aissami y William Amaro, secretario personal de Maduro. A partir de ese momento comienza su meteórica carrera en los negocios fraudulentos de las bolsas o Cajas CLAP y la construcción de viviendas en Venezuela y Colombia a través de una empresa llamada Fondo Global de Construcción, que le generaron ganancias calculadas en miles de millones de dólares».
Como era de esperarse, «el superministro no podía quedarse de brazos cruzados ante el floreciente negocio del narcotráfico y se asocia con un personaje de doble identidad que se presentaba como Álvaro Pulido, siendo su verdadero nombre Germán Enrique Rubio Salas, para su ingreso en la red internacional de cocaína que operaba en Alemania, Holanda, Polonia y Checoslovaquia».
También en el libro se describen las múltiples reuniones de la congresista Piedad Córdoba con Chávez y Maduro. En particular, la descripción de una de esas reuniones fue la que me motivó a escribir este artículo.
Es aquella en la cual «Maduro envió a Córdoba con sus escoltas a una consulta con ‘la Gran Yolba’, la espiritista oficial del régimen venezolano, quien vivía en La Pastora barrio caraqueño y oficialmente era la interlocutora del Libertador Simón Bolívar y del Comandante Eterno Hugo Chávez».
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Leyendo estas páginas del libro me detuve a pensar que los milicianos encargados de la custodia de ese santuario, viendo el cambio estructural del interlocutor espiritista de pajarito a una gran mujer, comenzaron a llamarla entre ellos como «la paloma de Nicolás».
Me imagino qué habría pensado Piedad cuando Maduro la citó para ver a su paloma. Supongo que debe, como mínimo, haberse sonrojado. A lo mejor pensó que era una equivocación de Maduro. Pero, cuando este insistió en que se fuera a la cita con los escoltas, pensó que la cosa iba en serio y el planteamiento tenía otras implicaciones. Sin embargo, no se amilanó y decidió seguirle el juego.
Al llegar a la casa de la Gran Yolba, pienso yo que Piedad debe haberle preguntado sobre el porqué la llamaban «paloma» y seguro debe haber escuchado como respuesta: Es que el camarada Maduro sigue queriendo comunicarse con el Difunto Eterno a través del pajarito con el que tuvo el primer contacto. Pero como ahora yo, la Gran Yolba, soy la única autorizada para hablar con el Difunto y como su pajarito es muy pequeño, pasé a ser nombrada como «la paloma de Nicolás».
Dejando mis especulaciones a un lado, volví al texto y me consigo con que el autor describe que en el encuentro «Yolba encendió un tabaco y empezó a hablar con una voz diferente y dijo que era el Libertador. Luego, en la lectura de los caracoles vio y dijo que Piedad llegaría a la presidencia de Colombia”. Finalmente, invocando a Obbatalá, Shangó, Yemayá, Oshún y Elegguá decapitaron a varias gallinas para beberse su sangre mezclada con ron y dio por terminada la sesión.
A partir de ese momento, señala Gerardo Reyes, «Piedad Córdoba se convirtió en la consentida del régimen y le daban lo que pidiera»…y pidió que jode para repartir la cochina con su protegido Alex Saab, gracias a la paloma de Nicolás.
Jesús Elorza es Licenciado en Educación, profesor en la UPEL
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