La pandemia y los autoritarismos, Félix Arellano
Circula con cierta intensidad narrativas de buenas intenciones sobre los cambios que puede generar la pandemia, esperanzas sobre una nueva sociedad, pero la situación no es sencilla, los cambios exigen esfuerzos y la naturaleza humana abarca una complejidad de facetas, entre ellas: egoísmo, hedonismo e incluso crueldad y, no podemos dejar de reconocer, que la pandemia ha estimulado conductas poco altruistas en lo personal, social y, con particular sensibilidad, en el ámbito político.
Públicamente son múltiples las expresiones de reconocimiento y admiración al personal del sector sanitario, por sus esfuerzos; empero, paradójicamente también encontramos, en algunas comunidades, lamentables experiencias de rechazo y exclusión en contra esos trabajadores por considerarlos potenciales factores de contagio.
Nos enfrentamos con nuestros miedos humanos ante un virus cargado de riesgos e incertidumbres, situación que estimula actitudes primarias de sobrevivencia.
La angustia estimula la estigmatización y el consiguiente rechazo de la población infectada, ha ocurrido en diversas oportunidades, podríamos mencionar casos como el ébola, el VIH o, en los anales de la historia, la lepra. Diversos factores estimulan este humano comportamiento, entre otros, la masiva desinformación promovida en las redes sociales, cargadas de mensajes fatalistas, que incrementan los niveles de ansiedad. Otro factor que está influyendo de forma decisiva en las conductas aprensivas, son las erráticas y manipuladoras posiciones de los gobiernos irresponsables y autoritarios.
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La mayoría de los gobernantes autoritarios han manejado la pandemia de forma personalista desconociendo o menospreciando el papel de los expertos y la ciencia, utilizando la crisis con fines fundamentalmente políticos. Con sus ambiguas posiciones, tratan de cohesionar sus bases de apoyo radical y fanatizadas, nada racionales en su comportamiento político. Obviamente, si asumen una actitud crítica dejarían de apoyar al líder que estimula pasiones, pero genera fracasos.
Otro elemento que está potenciando la pandemia es el militarismo, un sector que, en la mayoría de los casos, representa un aliado fundamental y uno de los mayores beneficiados del autoritarismo.
La pandemia ha repotenciado las agendas de seguridad, en particular sanitaria y alimentaria, y en la dinámica autoritaria la seguridad es competencia militar.
Ahora bien, asumir la seguridad como un tema exclusivo de las fuerzas armadas representa una visión anacrónica; empero, a los fines del objetivo central, perpetuarse en el poder, resulta muy conveniente sacar las fuerzas represivas a la calle, supuestamente para enfrentar la pandemia; en muchos casos están saliendo para amedrentar, reprimir y violar los derechos humanos; pero la pandemia es una interesante justificación o excusa.
Para los gobiernos autoritarios la pandemia ha llegado como una gran aliada, permite un control más estricto y, aparentemente legítimo, de la población. Estamos conscientes que el aislamiento social y el confinamiento son herramientas necesarias para evitar el crecimiento exponencial del virus; pero, a los fines del autoritarismo, se presenta como la panacea para el control de la oposición, la crítica y la protesta.
Por otra parte, que la manipulación y la mentira sean prácticas consuetudinarias de los gobiernos autoritarios, conlleva que los reportes sobre la evolución de la curva de contagios, sean parte inexorable del libreto. Un caso emblemático de la opacidad autoritaria lo representa el partido comunista chino, el mundo no tiene claro ni los orígenes, ni la evolución, ni el manejo de la pandemia en China, un país donde toda la información está plenamente controlada.
El caso del partido comunista chino y su relación con la pandemia requiere de atención, pues además del problema sobre el origen de la pandemia, estamos observando que aprovecha la crisis mundial para realizar un giro de mayor agresividad en su actuación internacional, entre otros, con la aprobación de una nueva ley de seguridad para Hong Kong, con lo que inicia la destrucción de ese proyecto tan exitoso; pero también ha atacado a la India en el territorio fronterizo de Cachemira, y ha fortalecido su posicionamiento militar en el mar del sur o mar meridional de China.
Otros gobernantes de talante autoritario como Manuel López Obrador en México, Jair Bolsonaro en Brasil o Donald Trump en los Estados Unidos también han utilizado la pandemia para tratar de consolidar sus bases de apoyo que se están debilitando, en la medida que sus populistas promesas electorales no se pueden alcanzar. La decepción de la población va creciendo y frente a ello, la solución fácil ha sido el discurso agresivo y amenazante, la búsqueda de chivos expiatorios, la represión y, la pandemia del covid-19, se presenta como tabla de salvación.
Ahora bien, no todo es desolador. En efecto, la pandemia, también puede potenciar las fuerzas sociales para fortalecer las instituciones democráticas, y lograr un papel más activo de la sociedad civil.
Adicionalmente, puede estimular la disposición racional para el diálogo, la negociación y la cooperación. Resulta evidente la necesidad de la cooperación internacional para superar al covid-19.
En cuanto al papel de la sociedad civil cabe destacar la reciente experiencia colombiana, definida como “la revolución de las canas”, donde un grupo de población, aprovechando la institucionalidad democrática, enfrentó la discriminación de las normativas de la cuarentena contra la población madura y logró que la justicia reconociera sus argumentos y sus derechos.