La patria como recompensa, por Rafael A. Sanabria Martínez

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Luego de la separación de la Gran Colombia y de la muerte de Simón Bolívar, la generación de líderes militares que llevó a cabo la guerra de Independencia entró en una permanente y casi siempre violenta lucha por el poder político.
Muchos de estos próceres de la Independencia consideraban que el gobierno debía ser ejercido única y exclusivamente por personas que hubiesen demostrado su espíritu de sacrificio y arriesgado sus vidas en la confrontación bélica.
Este es el punto de partida del fenómeno denominado caudillismo, caracterizado por el predominio de dirigentes que, por su prestigio y dominio sobre grandes extensiones de tierras, disponían de grupos de hombres armados, especie de ejércitos particulares con los que salían a disputar el poder por medios violentos. Estos dirigentes, en su mayoría militares, tenían también características personales apropiadas para el liderazgo, tales como influencia sobre las masas, capacidad de oratoria y carisma.
El caudillismo fue la característica fundamental del período socio-económico de la Venezuela agropecuaria. Se extendió hasta los primeros años del siglo XX y finalizó con el paso a la Venezuela petrolera.
Actualmente no estamos tan alejados de aquel contexto. Vivimos envueltos en una atmósfera de lucha de poderes por parte de los diferentes sectores políticos que pareciera que Venezuela es un archipiélago de ganancias, dónde cada quien busca es satisfacer las necesidades particulares y de su entorno sin importar a quienes afectan sus acciones. Tal vez resulte incómodo decirlo, pero todos se han comido y bebido la patria. Tan así que nunca se sembró el petróleo. De allí que dependamos de otros países.
Ya no estamos en una Venezuela agropecuaria, si no en un país con una economía inestable que no garantiza seguridad ni estabilidad, donde cada día se forjan caudillos que luchan por mantenerse en el poder y otros por acceder. Mientras tanto un pueblo camina el diario vivir con una cruz acuesta. Sin duda alguna lo que hemos cambiado son los nombres de los actores, pero el interés sigue siendo el mismo: Comerse y beberse la patria. Toca a esta generación con carácter de responsabilidad romper este modelo que persiste desde 183O hasta el presente. De lo contrario seguiremos deambulando sin rumbo en un país sin intenciones de cambio.
¿En este momento histórico será necesario limpiar la patria de los neocaudillos actuales?
¿Será que los neocaudillos de Venezuela son los responsables que no existan puentes para el entendimiento entre factores políticos?
La patria es de todos.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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