La peor de las fakes news, por Gregorio Salazar

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Ni al más recalcitrante de los chavistas le pasaría por alto el tono harto lisonjero, apaciguador y de no disimuladas ansias conciliadoras que vertió Nicolás Maduro en la misiva dirigida a Donald Trump. Al menos para aquellos a quienes radicalizaron los discursos que etiquetaban al presidente gringo como «el rey de los pelucones», debe haber operado como un verdadero schock.
No es la hora de los bollos, los ajos y los carajos en las delirantes arengas televisivas de antaño y de hogaño. No más insultos al «respetado» jefe del imperio al que hoy se le ensalza «su impresionante labor» pacificadora. Ahora se le insiste con vehemencia en «una conversación directa y franca para atender y resolver cualquier tema que surja entre nuestros dos (?) gobiernos». Cualquiera, cualquiera…
Y se invita directamente a que sea a través del Enviado Especial, Richard Grenell – Rick lo llama confianzudamente Maduro en la carta–, con quien se entable un diálogo «directo y franco» para superar «los ruidos mediáticos y los (sic) fake news», especialmente en las acusaciones de narcoterrorismo. A los reyes de las fakes news y el ruido mediático parece saberle muy mal las cucharadas del jarabe que en lo nacional administran en dosis pantagruélicas.
Pero no vamos a cuestionar el paso diplomático de Maduro porque, por todo respecto, está obligado a buscar una salida pacífica a un conflicto frente al cual no tiene capacidad militar para alcanzar una victoria; inmolaría irresponsable, innecesaria y vanamente la vida de tropas y milicianos prácticamente indefensos ante el poderío militar de una potencia mundial y cerraría la posibilidad de su mejor salida negociada del poder: en libertad y eventualmente a resguardo de la justicia internacional. Su mejor escenario. Pero por sobre todas las cosas, la paz interesa a todos.
A pesar del desdén con el que la portavoz de la Casa Blanca trató la epístola de Maduro, a la que despachó calificándola como «una lista de mentiras», (si supiera), parece que preliminarmente Maduro ha logrado que «Rick» se siente con los negociadores de la cúpula del régimen. Lo asomó primeramente el propio Grenell desde Paraguay y lo ratificó el pasado jueves en la televisión norteamericana: «nos hemos reunido y nos seguimos reuniendo».
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No dudamos que Grenell, al que Maduro pondera de modo inversamente proporcional al que emplea satanizando al Secretario de Estado, Marco Rubio, se tope más temprano que tarde con la misma piedra contra la que se han estrellado históricamente otros diálogos con interlocutores y procuradores de distintos tenores, actitudes y latitudes: el régimen huye en estampida cada vez que olfatea la búsqueda de condiciones equilibradas que abran camino a una transición pacífica, legal, constitucional, como en cualquier país democrático.
Pero llegado a este punto y dando por descontado que en materia de narcotráfico no sería imposible para los negociadores llegar a acuerdos, sumisiones y compromisos para pasar esa página, ¿qué haremos con la ilegitimidad de origen del régimen? ¿Cómo superaremos el robo electoral del 28-J? ¿Cómo se repondrá la vigencia de la Constitución? ¿Cómo se hará justicia para que prevalezca la decisión soberana del pueblo venezolano expresada en esa histórica gesta?
A quienes pretenden reducir a ruidos mediáticos la situación anómala de eminente riesgo para la paz que vive el país, hay que recordarles que la peor de las fakes news no es la que ha surgido en materia de narcotráfico. Ese es un río que tiene mucho tiempo sonando y de manera estruendosa. La peor de las fakes news es la que emanó de aquel servilletazo insólito, inescrupuloso e impúdico dado por el presidente del CNE para desconocer el triunfo holgado, contundente, indubitable e irrefutable del hoy presidente electo Edmundo González Urrutia.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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