La pobreza y el hambre empujan a niños venezolanos a caer en manos de las megabandas
La mayoría de los reclutamientos se dan por relaciones de vecindad e incluso familiaridad entre los reclutadores y los niños, niñas y adolescentes, pues de alguna forma todos forman parte de una misma comunidad. Así lo revela el informe «Esclavizar para delinquir» de Cecodap y la Agencia PANA
La pobreza, el hambre, la violencia doméstica y hasta la deserción escolar son factores fundamentales que empujan a los niños, niñas y adolescentes a caer en manos de las megabandas que operan a lo largo y ancho del territorio.
Así ha quedado demostrado en el más reciente informe publicado por Cecodap y la Agencia PANA, «Esclavizar para delinquir», en el que se demuestra cómo desde los 10 años ya los menores de edad son captados por estas organizaciones que operan al margen de la ley.
Esta investigación revela cómo operaban las megabandas de alias el Koki, el Garvis y el Vampi en las zonas de El Cementerio, La Vega y La Cota 905, zonas populares del oeste de Caracas, para el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes.
Lea también: Después de Koki, por Javier Ignacio Mayorca
Entre octubre y diciembre de 2021, los investigadores recabaron las historias de los menores de edad involucrados con estas megabandas, entrando en un panorama de trata de personas.
#EsclavizarParaDelinquir #30Mar López: Las megarumbas eran usada como una forma de mostrar su estilo de vida a los NNA. pic.twitter.com/rdatUa6GHr
— Cecodap (@cecodap) March 30, 2022
«El reclutamiento es una forma contemporánea de esclavitud», asegura Carlos Trapani, coordinador general de Cecodap, quién además explica cómo los niños, niñas y adolescentes son captados por estos grupos criminales mediante el abuso de poder que se ejercen sobre quienes están en situación de vulnerabilidad.
El principal anzuelo de estas bandas sobre los menores de edad es la oferta de ingresos semanales en dólares, con los cuáles los menores de edad podrían cubrir necesidades reales o percibidas: alimentación, ropa y calzado. Esto último representa un símbolo de estatus social.
#EsclavizarParaDelinquir #30Mar López: La megabanda del Koki enviaba cambistas para mapear las calles de La Vega, así como evaluar el perfil de los NNA que pudieran unirse a la megabanda https://t.co/r89Ccg1WUB
— Cecodap (@cecodap) March 30, 2022
#EsclavizarParaDelinquir #30Mar @cecodap y @Agenciapana López: el trabajo de garitero es un trabajo esclavo, los casos documentados relataron las terribles condiciones en las que viven los adolescentes como miembros de la bandas delictivas. https://t.co/H4fyPNNhug pic.twitter.com/sHgqms6rVl
— Agencia PANA – Cecodap (@Agenciapana) March 30, 2022
Asimismo, los reclutados, en su mayoría adolescentes, caen bajo la oferta de una «protección» que les oferta el pertenecer al «más fuerte», según las leyes de la calle.
La mayoría de los reclutamientos se dan por relaciones de vecindad e incluso familiaridad entre los reclutadores y los niños, niñas y adolescentes, pues de alguna forma todos forman parte de una misma comunidad.
*Lea también: Las megabandas de la Troncal 9, por Javier Ignacio Mayorca
Sin embargo, en casos como el de La Vega, para la toma de este territorio el Koki y los demás miembros de esta organización criminal, el reclutamiento se tornó masivo, bajo esquemas de inteligencia que les permitieran llegar directamente a quiénes tenían perfiles requeridos para involucrarlos en los delitos.
El informe reveló que la incorporación de niños, niñas y adolescentes a las megabandas tiene distintos grados de vinculación, asociación a cargos y funciones que conforman un verdadero escalafón. Mientras más se avance en «la carrera delictiva» más cercanos están a la muerte y mayores riesgos.
Existen al menos cuatro grados que se pudieron establecer a través de esta investigación en las bandas asociadas a estas barriadas caraqueñas, estos son:
- Los mandaderos: Estos se encargan de la provisión de productos de primera necesidad y, eventualmente, de cualquier otro producto, requeridos por los integrantes de la megabanda que, por estar solicitados por los cuerpos de seguridad del Estado, deben permanecer confinados en las partes altas de los barrios. Generalmente esta función la desempeñan niños, niñas y adolescentes de menos edad. Se supone que es el grado de vinculación que implica menos riesgos.
- Los gariteros: Son centinelas apostados en zonas estratégicas de los territorios controlados por la megabanda. Por lo general, la función del garitero es desempeñada por adolescentes próximos a cumplir la mayoría de edad, pues requiere fortaleza física para soportar situaciones de vigila permanente, durante jornadas que, en algunos casos, se pueden extender 24 horas continuas en lugares inhóspitos.
- Los traficantes: El microtráfico de drogas es una puerta de entrada a la megabanda para menores de edad, sobre todo adolescentes. Es una opción más lucrativa en comparación con los mandaderos y gariteros, pero , obviamente, conlleva mayores peligros. También emerge como un atractivo para los menores de edad con adicciones a las drogas, pues el pago o parte del pago que reciben puede ser droga para su consumo.
- Los malandros: Se trata del cuarto y último escaño al que pueden aspirar los menores de edad dentro de la megabanda. Como en el caso del tráfico de drogas, se alcanza sobre la base de una comprobada disposición de consolidar y ampliar el poder de la organización criminal. Los malandros adquieren tal rango que les entregan un arma de fuego y la usan a dos fines: para hacer cumplir las reglas y para cometer los delitos que sustentan las economías del grupo delictivo
#EsclavizarParaDelinquir #30Mar @cecodap y @Agenciapana Vanessa Moreno Losada: Es probable que el reclutamiento ocurre en otras zonas de Caracas y otros sectores del país. Mientras el problema estructural siga, continuará el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes. pic.twitter.com/MzMNjJYIIt
— Cecodap (@cecodap) March 30, 2022
Esclavitud en las megabandas
El fin último de reclutamiento de niños, niñas y adolescentes es la explotación, sobre la base del abuso de poder y la violencia y, en ese sentido, constituye una violación continua y concurrente de caso todos sus derechos: vida, integridad personal, libertad, educación, salud física y mental, a tener una familia y a no ser separado de ella.
El Estado venezolano ha calificado la vinculación de menores de edad con la megabanda como uso de menores de edad para delinquir, de acuerdo con el artículo 265 de la Ley Orgánica de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes. Desde Cecodap consideran que este tipo de hechos deben ser reconocidos, investigados y sancionados como trata de personas, en los términos establecidos en el artículo 41 de la Ley Orgánica contra la Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo.
La mayoría de reclutados son del sexo masculino, sin embargo, niñas y adolescentes también son parte de estas bandas delictivas.
Sobre si estos delitos pueden seguir ocurriendo y los niños pueden ser captados o no por las megabandas, Trapani asegura que, mientras sigan existiendo los factores de riesgo que empujaron a los captores a presentar la carnada para los jóvenes, estos seguirán uniéndose a las bandas.
Además, señala que existen protocolos que dificultan que una vez en las megabandas, los integrantes puedan salirse de la misma, tal es el grado de sometimiento que al querer dejar el camino delictivo se les amenaza de muerte y son obligados al destierro. «Es muy difícil salir de la megabanda, incluso, quienes logran salir deben ser desterrados, no solo de su barrio sino de Caracas».
Para este estudio, Cecodap utilizó 17 casos de niños, niñas y adolescentes reclutados por esta banda, a quienes con fin de proteger su integridad se les reserva la información. Una de los resultados que arrojó el contacto con estos jóvenes es que a pesar del ofrecimiento ninguno optó por recibir atención psicosocial, lo que evidencia que existe una «normalización» en los sectores populares sobre integran una banda criminal.
Para conocer las historias ingrese a esclavizarparadelinquir.cecodap.org
Lea también: Bandas que se comen la luz, por Javier Ignacio Mayorca