La post verdad como dominación, por Alexis Andarcia
Está de moda el uso «post verdad». En la mayoría de los casos, como sinónimo de «mentira» o «engaño”. Sin embargo, todo apunta a que designa un proceso más complejo, donde la «emoción » y la individualización de la información, juegan un papel fundamental.
La «post verdad » es un fenómeno entrañablemente asociado al desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación que, en un proceso de doble acción, masifican y personalizan la información. De tal manera, que se borran las fuentes y con ellas, la posibilidad de verificación, responsabilidad y credibilidad. La «verdad», en fin, como percepción de una «realidad» que nos da sentido y certeza, organización y rumbo, es envuelta en un interminable y difuso cuestionamiento; tantos, como deseos hayan de que sea así.
Tradicionalmente, el cuestionamiento sobre un suceso o la percepción del mismo, se conectaba con la posibilidad de generar otro conocimiento que, condujera a una cada vez más elaborada «verdad». La post verdad, por el contrario, busca la opacidad eterna. En ella, no hay origen ni destino del mensaje; la imprecisión es su dominio. La post verdad, se realiza en sí misma. La defensa vehemente del punto de vista, sobre todo individual, es campo fértil. Estrictamente, no busca una razón, sino una emoción.
En términos históricos, la post verdad no es nueva. La manipulación de la realidad, la información y sus interpretaciones, la distorsión y la opacidad discursiva siempre han existido; así como el mal periodismo. Igualmente, el uso instrumental que el poder hace de ello. Pero, lo que hace de la post verdad un fenómeno actual es: 1) Su despliegue; es decir, su capacidad para masificarse velozmente; 2) Su carácter emocional; estructurada para explotar lo que cada persona desea oír; 3) Relacionada con la anterior, la individualización y de una «verdad» privada y personalizada, a través de móviles y herramientas como el tweet, chat, Facebook….
Una de las mayores amenazas se da en el ámbito civilizatorio; la post verdad conduce a la desintegración del cuerpo social, sus referentes y certidumbres.
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La post verdad es más que una «mentira» o «engaño”. Su fin último es, precisamente, que no haya verdades ni mentiras; que la cotidianidad circule, viciosamente, en millones de puntos de vista, imposibles de ser referenciados, acordados o sometidos a verificación.
En Venezuela, se dedican ministerios y recursos a promover la post verdad del régimen. Nicolás Maduro, dice una barbaridad tras otra, sin inmutarse; también Iris Varela, Diosdado, Arreaza. Son declaraciones dirigidas a la desintegración; detrás de las mismas, yace «Si nosotros no somos creíbles, que nadie lo sea». No es mera propaganda, falta de conocimiento o imbecilidad. Es una política.
Quizás la explicación más cercana al porqué un régimen con tanto rechazo social se mantenga, sea la post verdad. La capacidad a mano de recursos y tecnología, para romper una idea estructurada, medianamente sólida y creíble; una alternativa.
La democracia como sistema político, tiene un gran reto ante la post verdad. Una herramienta que, en manos de regímenes totalitarios y mafiosos, le permite acceder y mantener el poder; destruyendo instituciones y sus roles de servicio; distorsionando la aplicación de justicia, desarticulando organizaciones y liderazgos; desestimulando la esperanza