La prisa es mala consejera, por Gonzalo González

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Donald Trump ha tropezado con la cruda realidad, la resolución del asunto Ucrania se le revela difícil. Demostrando que su aserto de que podía solventarlo en poco tiempo era un sofisma. Su actitud entonces, y ahora, es propia de un populista y ególatra voluntarista: prometer soluciones simples y rápidas a problemas y situaciones complejas que demandan su tiempo.
La prisa de Trump en este tema puede ser un error de cálculo y terminar sirviendo a los conocidos objetivos expansionistas de Putin y su nomenclatura. Comprometiendo a futuro la paz en Europa con todo lo que eso supone.
Un mal acuerdo como el de Múnich 1938 –cesión de territorios a cambio de garantías– es lo que, supuestamente, se le quiere vender como solución a ucranios y europeos– Lo es cual sería un error porque solo servirá para que Putin disponga de tiempo y medios para tratar de resolver los crecientes y letales efectos de la economía de guerra a lo interno de Rusia, actualizar, mejorar y aumentar el apresto de su maquinaria de guerra.
Llama la atención el hecho de que no hubiera una potente ofensiva territorial rusa en el presente verano y que se acudiera a soldados de Corea del Norte para reforzar el pie de tropa.
Luce evidente que Putin necesita tiempo para incrementar sus capacidades bélicas para intentarlo de nuevo e ir más allá de Ucrania. Además, un Múnich II le concedería por vía diplomática lo que no pudo alcanzar en el campo de batalla.
Conviene preguntarse si a los Estados Unidos le conviene una Rusia putiniana reforzada y con capacidad disruptiva en el concierto internacional. Un enfant terrible obsesionado por reflotar un imperio demodé o ganar influencia internacional apalancada en la fuerza bruta y el chantaje. Pareciera que no, un estado de incertidumbre prolongado no le conviene a la economía mundial y por ende a los actores económicos. Los negocios – a menos que sean los de los perros de la guerra o los de la delincuencia organizada– requieren de paz, orden y previsibilidad.
Se especula que una de las motivaciones visibles de Trump – porque puede haber otras inconfesables– para tratar a Putin con tanta deferencia y solicitud más allá de lo que la diplomacia recomienda es alejarlo de la influencia china. Operación política considerada inviable por muchos analistas y operadores políticos internacionales debido a los fuertes lazos construidos con China a consecuencia de su fracaso en derrotar a Ucrania en las fases iniciales de la agresión que han derivado en una profunda dependencia económica de Rusia respecto de China.
Difícilmente, en los Estados Unidos, se acepte sin más que Rusia se haga con la supremacía y el dominio de Europa.
Incluso a China le conviene una Europa próspera y soberana incorporada a la Ruta de la Seda. China, a pesar de su innegable apoyo a Rusia trata de que el mismo afecte lo menos posible sus planes e intereses económicos. La extensión de la guerra a otros países europeos con el consiguiente efecto disruptivo tampoco le conviene.
Nada que fortalezca a Putin abona a la consecución de una paz justa y sostenible, así como tampoco a morigerar otros expansionismos territoriales violatorios del Derecho Internacional ni a la preservación de la paz mundial.
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El objetivo central de las negociaciones sobre la guerra en Ucrania debe ser la construcción de un status quo de paz, justo y sostenible en el tiempo. A ello no contribuyen acuerdos apresurados que corran la arruga y reproduzcan las condiciones para nuevas guerras.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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