La procesión sigue por dentro, Sebastián Boccanegra
Las aguas dentro del chavismo, y su versión menor el maduro-cabellismo, están revueltas. La sangre no ha llegado al río pero las críticas que se hacen unos a otros se han venido colando. Hay quienes durante todos estos años mantuvieron una disciplinada conducta militante. Las críticas, si es que las hacían, solo las formulaban en las instancias internas, aunque el PSUV es un partido que tiene la particularidad que su dirección pasó meses sin reunirse. Los camaradas ahora andan en una reflexión y reconocen que el paraíso que pintaban el año pasado y del que querían convencer al resto de los compatriotas no existe.
Que la inflación es verdadera, que los anaqueles están semivacíos, que los malandros mandan sobre el pueblo. Que la oposición no era tan torpe como ellos creían. Que la MUD no está conformada por los mismos amateurs que manejaron a la oposición entre el 2002 y el 2005. Reconocen que los sectores democráticos tienen un plan, hacen política y no se desvían de sus objetivos.
Todo ello los lleva a plantear la necesidad de cambiar la manera de enfrentarlos. No están de acuerdo con negar la posibilidad de que los habitantes de la misión Vivienda tengan la propiedad de los inmuebles. Creen que en cuanto a los presos políticos hay que modificar lo que se ha hecho. Reconocen que Henry Ramos Allup no dejó bien parado a Nicolás Maduro y que el discurso del jefe del Estado no estuvo a la altura de las circunstancias.
Todavía les cuesta asignar las culpas con nombre y apellido. Asoman quienes son los responsables, pero no se atreven a identificarlos plenamente. Es que todavía los que capitanean la nave chavista tienen mucho poder, pero los críticos están convencidos que el rumbo que llevan los hará correr la misma suerte que el Titanic. La realidad es un iceberg mucho más fuerte que aquel de hielo. Tiempo al tiempo.
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