¿La puja política en Venezuela cayó en punto muerto?
La noción de que pueblo no tumba gobierno va calando en el país donde pasados dos meses desde que Juan Guaidó se juramentó como presidente encargado y comenzó a ser reconocido como tal, la realidad burocrática del Estado no ha cambiado
La crisis humana va más rápido que la crisis política en Venezuela. El país apenas se va acostumbrando a su nueva realidad: una nación incapaz de producir suficiente electricidad para funcionar, alimento para su población, seguridad para sus ciudadanos, o siquiera suficiente petróleo como hasta hace un lustro. Mientras tanto, la pugna política pareciera bajar el ritmo.
Por un lado, Nicolás Maduro mantiene el poder institucional del Estado y su burocracia. El gobernante, no obstante, ha perdido reconocimiento internacional, capacidad para reestructurar su deuda externa o apelar a nuevo financiamiento. Por decir lo menos.
Del otro lado, Juan Guaidó es reconocido como presidente interino del país por más de 50 países, Estados Unidos pone a su disposición los activos del Estado venezolano en su territorio –incluyendo las estructuras del negocio petrolero– y el Banco Interamericano de Desarrollo le brinda espacio de acción a su enviado Ricardo Haussman. Pero aún no logra el respaldo de las estructuras del Estado. Incluso los alcaldes y gobernadores opositores han optado por hacer silencio en vez de reconocer que él es su presidente legítimo.
En la calle, mientras tanto, el desespero manda. En este momento, pareciera que se está cerca de un punto muerto, donde ni Maduro tiene capacidad de anular a Juan Guaidó, ni éste tiene la fuerza para desplazar al chavista del poder. Un escenario peligroso de parálisis donde lo único que avanza es la debacle social.
“Ya esto no se aguanta. Así no se puede vivir, y Guaidó no termina de concretar. Se la pasa pidiendo a militares que lo respalden y nada. Los gringos ahora dicen que no intervendrán. ¿Y entonces?”, se pregunta Flora Gutiérrez, de 46 años y sin hijos en el país pues ambos emigraron. Andrés Fornés tiene 31, acaba de licenciarse en Derecho y dice querer quedarse en el país, “pero pareciera que esto no avanza”.
El ritmo de la política en el país ha cambiado. Los apagones han detenido el tiempo, pero no es lo único. Los reconocimientos a Guaidó han parado, y los reclamos a desenlaces aumentan, mientras el madurismo se aferra al mensaje de que su principal adversario ya «se quemó», perdió fuelle, se desgastó. Es la apuesta de Miraflores, ganar tiempo para que el otro se quede sin fuerzas.
“Guaidó ganó sus posiciones muy rápidamente en los dos primeros meses del año. Ahora puede ganar menos, solamente necesita ganar espacios en el sector militar. Maduro busca evitarlo, mientras a él se le socavan sus bases de sustentación. Por eso da la impresión de que esto se toma más tiempo, pues lo que sigue ocurriendo no se ve públicamente. Ya no hay hechos sensacionales”, estima el politólogo Luis Salamanca.
A su juicio, no obstante, no hay estancamiento pues los actores siguen tomando en cuenta al otro. “El gobierno ayer lanzó un ataque a Guaidó con la inhabilitación y creo que eso pudiera darle un nuevo impulso. El oficialismo busca cómo debilitarlo sin enfrentarlo directamente con medidas de coerción”.
Dice el experto que ambos sectores están tratando de cuidar posiciones, y aún tienen margen de maniobra. “Esta situación le plantea a Guaidó pasar a una nueva etapa, que no puede ser cortoplacista sino sin plazo, sin deadline”.
El líder opositor ha anunciado la Operación Libertad con la cual comenzaría un ciclo definitivo para la sustitución del gobierno. En principio, se trata de grandes movilizaciones populares, comenzando por protestas descentralizadas para reclamar los problemas de servicios públicos.
Maduro, en respuesta, ha pedido activar “cuadrillas de paz”, que son grupos de vigilancia vecinal de militantes del Partido Socialista encargados de evitar, alertar, celar cualquier protesta. Freddy Bernal lo ratificó al decir que “es el propio pueblo quien tiene que mantener el primer sistema de alerta. Todas esas alertas hay que pasarlas de inmediato a las estructuras del partido, para que a la vez informen a los organismos de inteligencia, y nosotros proceder a allanar, a revisar, a detener a estos individuos que buscan crear las condiciones para una guerra civil”.
Carmen Beatriz Fernández, consultora política venezolana y profesora de Political Systems en la Universidad de Navarra, cree que Venezuela ha entrado en una dinámica de perder-perder. “No es un punto muerto sino un punto de rápido deterioro. La reacción de la nomenklatura del gobierno ha sido atrincherarse, y eso implica haber tomado la decisión de morir matando”.
Para Fernández, es obvio que el gobierno de Maduro no puede salir bien librado de la crisis, “pero no pareciera que están dadas las condiciones o que hay disponibilidad de una negociación real final, o de un quiebre de la Fuerza Armada Nacional que era a lo que se apostaba”. La especialista considera que las apuestas para reducir los costos de salida para Maduro y los suyos no han funcionado, “y a menos que ocurra una cuña que la haga salir de esa dinámica, las perspectivas son tremendamente malas”.
En el camino, se acumulan los muertos, las pérdidas económicas, las despedidas, las resignaciones.
Entonces la discusión va más allá de las fronteras. Estados Unidos insiste en que no está jugando y en que no descarta ninguna opción, ni siquiera la militar, aunque no ha logrado que otros aliados regionales lleguen a esa página ni ha mostrado los dientes. Rusia y China mantienen su respaldo a Maduro, con los primeros movilizando tropas para garantizar que los sistemas defensivos en control de Maduro estén operativos. Mientras, la Unión Europea impulsa un Grupo de Contacto para buscar soluciones negociadas, en un país donde hasta el Vaticano ha dicho que no hay disposición para cumplir acuerdos.